Violencia contra las mujeres en la agenda de paz y seguridad internacional/Violence against women in the international peace and security agenda.

AutorMarchetti, Ximena Andrea Gauché

Introducción

En perspectiva histórica, y como recuerda Kymlicka en su estudio sobre el feminismo como una teoría política, el confinamiento sufrido tradicionalmente por las mujeres tiene su anclaje en la creencia por parte de teóricos varones de todo el espectro político, de que existen "fundamentos naturales" para el confinamiento de ellas dentro y fuera de la familia y para que queden sujetas por ley y costumbre a sus maridos. Lo anterior significaba limitaciones en sus derechos civiles y políticos que se estimaban justificadas, pues éstas eran poco aptas para tareas políticas o económicas fuera del hogar. (1)

Lo anterior explica en parte el lugar secundario que se ha dado de manera tradicional a las mujeres. Considerando que en la mayoría de las sociedades estatales existen sistemas de división y estratificación social que sitúan a ciertas categorías de personas por encima de otras y que determinan situaciones diferentes de prestigio, poder y riqueza, las mujeres son manifestación clara de tales divisiones y estratificación social. (2) Aunque durante mucho tiempo buena parte de los estudios desde las Ciencias Sociales se ocuparon de preferencia del sistema de estratificación y jerarquía social en función de la posición económica y la clase de las personas, en tiempos más recientes se reconoce que además de las diferencias económicas entre las personas existen también otras diferencias importantes, como las que se refieren al género "que sitúan a los miembros de una sociedad en situaciones radicalmente diferentes en cuanto a sus expectativas o posibilidades de elegir y llevar adelante sus sueños y aspiraciones". (3)

Según Iris Marion Young, (4) existen grupos de procesos clave en cómo se vive la desigualdad por quienes la padecen: la exclusión social y marginación; la explotación; el sentimiento de impotencia; el imperialismo cultural y la violencia. Si aceptamos este entendimiento, se verá que las mujeres han sufrido por años estas manifestaciones de desigualdad en función de su pertenencia a este sexo y por la forma de construcción de las instituciones sociales, políticas y jurídicas que se ha hecho sobre la idea de una pretendida abstracción respecto del sujeto que va a ser su destinatario. Ello en verdad no es tal, pues se trataría más bien de una superioridad de unos (varones) sobre otras (mujeres).

Estas formas de expresión de desigualdad y la violencia son las que interesan en este trabajo. Se trata de un problema que se manifiesta de diversas formas (violencia física, verbal, sexual, psicológica o institucional) y que traspasa las barreras de lo sociocultural y de las diferencias entre países, así como los contextos en que se producen: la pareja, la familia y lo doméstico; la sexualidad; el trabajo; la política; los espacios de salud y educación y, por cierto, los conflictos armados.

Siendo un fenómeno que persiste en el tiempo, la permanencia de la violencia hacia las mujeres encuentra parte de su explicación en la construcción e implementación de varias instituciones, que han estructurado espacios y lugares sólo para hombres (lo público) y espacios y lugares sólo para mujeres (lo privado) y reflejándose en el lenguaje usado por éstas. Expresiones como "los hombres", "los individuos", "las personas", "los ciudadanos" se han venido haciendo sinónimos de hombres y mujeres. Ello ha derivado en la disociación de una serie de aspectos de la vida humana. Así, aquellos ámbitos que supuestamente no generaban mayor aporte al desarrollo social (o aporte visible en términos materiales) como los afectos y sus manifestaciones físicas, las cuestiones domésticas del hogar común o el hecho biológico de la maternidad han sido atribuidas preferentemente a las mujeres con una carga de menor valor asociada. Por su parte, lo relativo a la producción, la economía y los recursos tangibles para el desarrollo se han relacionado en primera instancia al varón, recibiendo una notable mayor valoración social.

Esto ha permitido que se desarrollen prácticas determinadas como el sexismo, entendido como "la creencia de que el sexo propio es, por definición, superior", (5) convirtiéndose en un elemento importante que ha contribuido a sostener modelos patriarcales como formas de organización social por la que los hombres dominan, oprimen y explotan a las mujeres (6) y en que se anclan múltiples formas de violencia.

El abordaje de la violencia hacia las mujeres ha sido un tema presente en las diferentes variantes del feminismo, permitiendo visibilizar y analizar la distribución del poder en la organización social y ver cómo ésta tiene incidencia en las diferentes formas en que la violencia se expresa. Al conceptualizar la realidad han puesto al descubierto los elementos de subordinación y desventaja social que privan de recursos y derechos la vida de las mujeres y la hacen una víctima fácil de la violencia.

Con la influencia clave de Simone de Beauvoir y de su obra El segundo sexo empieza a madurar la categoría género. El nacimiento de tal categoría va a plantear "una multiplicidad de propuestas, programas y acciones alternativas a los problemas sociales que generan la desigualdad entre los géneros". (7) El género se levanta, así como categoría descriptiva que permite visibilizar las diferencias y desigualdades existentes entre hombres y mujeres, y como categoría analítica que permite interpretar de manera más completa y precisa de los fenómenos sociales en torno a las políticas públicas, el desarrollo, la pobreza, las relaciones laborales, formas de producción, educación, participación social y política, y la violencia. La condición binaria "varón-mujer", empezará a ser entendida más que como realidad biológica, como realidad simbólico-cultural.

Por su carácter relacional, el género involucra entonces tanto a las mujeres y/o lo femenino como los varones y/o lo masculino y hace análisis de la dinámica entre ambos, sus tensiones e intersecciones, demostrando con evidencia histórica que lo masculino ha estado y continúa estando en posición de predominio. Lo anterior se traduce en una relación de poder que se expresa a su vez en un orden, un régimen y unas ideologías de género. En ellas lo femenino aparece como inferior y lo masculino como aquello que, siendo superior, puede dominar, castigar o violentar legítimamente a lo inferior.

Como puede apreciarse, la violencia contra mujeres es una constante anclada en las relaciones históricas entre seres humanos que se mantiene por la pervivencia de ciertas creencias de cómo estas relaciones deben ser.

La regulación de la violencia en los sistemas internacionales de protección de derechos humanos como antecedente

En el derecho internacional clásico el rol de las mujeres fue invisible. Con el tiempo fue apareciendo ligado a las perspectivas que desde el mundo en desarrollo surgieron para mejorar el derecho internacional luego de iniciado el proceso de descolonización auspiciado por la Organización de las Naciones Unidas (ONU), es decir, vinculando el tema mujeres a ámbitos concretos (8) y no en general a los temas más visibles del desarrollo normativo internacional, como ha sido el mantenimiento de la paz y la seguridad internacional, primer propósito de las Naciones Unidas según su Carta. Esta circunstancia ha llevado a algunas críticas al paradigma actual de introducir una preocupación por la violencia contra mujeres en conflictos armados. Es el caso de Laura Sheperd quien ha puesto de relieve con mirada crítica la conceptualización de violencia de género y de seguridad internacional. (9)

Más allá de estas reflexiones, si se analiza de manera formal la Carta de las Naciones Unidas se observa cómo se consagra un ámbito particular y diferenciado de protección a las mujeres, lo cual sin duda fue un avance normativo para el fin de la primera parte del siglo xx, resultando en todo caso evidente que las referencias que la incluyen de manera expresa se refieren a ámbitos de la vida privada y de familia, usando expresiones genéricas para aquellos otros ámbitos del quehacer humano como el político, el económico, el educacional o el de la seguridad. No se hace abordaje específico de la violencia, fenómeno que normativamente sólo será tomado varias décadas después, con la Convención internacional para la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer (CEDAW) y la Convención De Belén Do Pará, y a través de una serie de recomendaciones y declaraciones, así como del trabajo de órganos especializados. Esto es, en el marco del desarrollo del derecho internacional de los derechos humanos.

La CEDAW tuvo su antecedente en la Declaración sobre la Eliminación de la Discriminación contra la Mujer, (10) dando origen a uno los principales acuerdos internacionales sobre derechos humanos considerando la necesidad de reconocer derechos para la mujer en las esferas civil, política, económica, social y cultural y definiendo la discriminación en su contra. Precisando sobre las esferas en que puede darse esta discriminación, el Comité para la Eliminación de la Discriminación contra la Mujer ha sostenido en su Recomendación General núm. 12 del 6 de marzo de 1989, que se incluye la esfera familiar y también a la esfera laboral, lo que constituye a la violencia intrafamiliar y las diversas formas que asume (violencia sexual, por ejemplo) y a los abusos sexuales ocurridos en el lugar de trabajo como parte de las formas más graves de discriminación contra la mujer. La CEDAW no sólo se limita a consagrar un cuerpo de derechos para las mujeres, sino que insta a los Estados, como dice su artículo 2, a que sigan por todos los caminos adecuados y sin dilación una política encaminada a eliminar la discriminación contra la mujer.

El artículo 5 apunta a que los Estados deben luchar por modificar patrones socioculturales de conducta entre hombres y mujeres y es así de gran relevancia normativa. La cuestión tiene realidad práctica en contextos de violencia si se atiende, por ejemplo, a lo que es la...

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