Vientos adversos para López Obrador
Autor | Ángel M. Junquera Sepúlveda |
Cargo | Director |
Páginas | 1-1 |
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El Mundo del Abogado
VIENTOS ADVERSOS
PARA LÓPEZ OBRADOR
No hay que seguir a
ninguna empresa en-
cuestadora para ad-
vertir que, en el último
mes, la popularidad de Andrés
Manuel López Obrador quedó
mermada. Nada que deba pre-
ocupar al político tabasqueño,
desde luego —rebasa el 55 por
ciento de popularidad—, pero sí
debe alertarlo acerca de lo que
el “pueblo” aprueba y lo que
desaprueba. Y si no el “pueblo”,
sí sus bases electorales.
Para empezar, la toma de
protesta de Jaime Bonilla como
gobernador de Baja California
por cinco años, cuando sólo
había sido elegido para dos. Al-
gunos analistas lo vieron como
un laboratorio de lo que pudie-
ra avecinarse al final de sexenio:
“Si ya se eligió al presidente de
la República para seis años, que
se quede 12 de una vez”. Afor-
tunadamente, a impulso del
ministro Fernando Franco, de la
Suprema Corte de Justicia de la
Nación, el Tribunal Federal Elec-
toral se puso las pilas y remedió
la pifia.
Otro suceso que ensució la
imagen del titular del Ejecuti-
vo federal fue la escalofriante
ejecución de la familia LeBaron,
en Sonora, donde se acribilló
por igual a mujeres y a niños
de la comunidad mormona de
México. La lentísima reacción
de los gobiernos, local y fede-
ral, el absurdo intento de este
último al asegurar que se había
tratado de una confusión, la
declaración de que más de 200
mormones volverán a Estados
Unidos porque nuestro país no
se hace responsable de nada y
la presencia del FBI en México,
enviaron un mensaje desolador:
nos aproximamos a un Esta-
do fallido, donde la autoridad
no sirve para nada. Si a esto
agregamos la balandronada de
Donald Trump de que declara-
ría “terroristas” a los cárteles, el
coctel está servido.
El tercer acontecimiento
que influyó en la percepción
ciudadana sobre el presiden-
te de la República fue el asilo
que le brindó a Evo Morales.
Ni el asilo ni las declaraciones
de Morales han sido contrarias
a Derecho, pero la costumbre
internacional haría esperar
que un asilado no convierta en
plataforma política la tierra que
le cobijó. La posición de López
Obrador había sido no interve-
nir en política exterior. Con sus
luces y sombras, el boliviano
lenguaraz acabará por refugiar-
se en Cuba o Venezuela —sus
destinos naturales— y, desde
ahí, hacer todo el activismo
que quiera. México no es pro-
picio para que se le convierta
en plataforma ideológica de la
izquierda latinoamericana.
Finalmente, la elección de
la presidenta de la Comisión
Nacional de los Derechos Huma-
nos (CNDH), cuando ya el PAN
había accedido a dar sus votos a
otro candidato para sacarlo con
las dos terceras partes, como
exige la ley, se vio como una
imposición presidencial. Ricar-
do Monreal, que aspira a ser el
Manlio Fabio Beltrones de los
próximos sexenios, no vaciló en
pisotear la ley para cumplir con
su encomienda. Esto no sólo
dañó a Rosario Piedra Ibarra
sino que, prácticamente, aniqui-
ló a la CNDH y, de paso, raspó la
imagen del Senado, del titular
del Ejecutivo... y de México. De
acuerdo con algunos observa-
dores, nuestro actual Senado
es escandalosamente vertical:
“idéntico al de Díaz Ordaz”.
La popularidad de López
Obrador, repito, sigue siendo
muy alta. Pero nada es para
siempre. Mientras Carlos Slim lo
invita a dar señales de confian-
za a la iniciativa privada y éste
dice que lo hará, pero no dice
cuándo, México comienza a re-
zagarse. Otorgar tanto dinero a
ninis y a personas de la tercera
edad, a costa de programas so-
ciales más eficaces, le brindará
una formidable base electoral
para 2021 pero, si los vientos
arrecian en la economía inter-
nacional, de poco le servirá a su
partido haber dejado un México
frágil, así arrase en 2024.
Ángel M. Junquera Sepúlveda
Director
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