Tres jueces: la ficción como realidad pura

AutorRicardo Guzmán Wolffer
Páginas44-45

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En México, los consejos de la judicatura son cuidadosos para no exponer a sus componentes. La reciente muerte del juez federal Vicente Antonio Bermúdez Zacarías nos da una idea de las razones para que así sea. Así, ante la falta de información institucional, es útil recurrir a la literatura para conocer a esa parte de la administración pública que puede ser determinante para la vida nacional.

Camilleri presenta un relato que se vive todos los días en México: el juez que llega al nuevo juzgado. El juez federal puede ser adscrito a cualquier lugar del país, pero incluso dentro del mismo estado las condiciones de un juzgado a otro cambian: la problemática de Nezahualcóyotl difiere de la de Naucalpan, por ejemplo. No sorprende saber que en los juzgados hay elementos perniciosos, pero el juez de Camilleri no sólo se enfrenta al hecho de que más de la mitad del personal de su nuevo juzgado es corrupto y francamente delincuente, sino que también tiene que enfrentar al hampón local, capaz de extraer expedientes del archivo judicial. Con más ingenio que acción física, pero también por el desconocimiento de los códigos locales de comunicación (recibe varias amenazas de muerte, pero no las comprende y sigue su vida cotidiana, lo cual los residentes interpretan como actos de valor y desafío al criminal), el juez enfrenta al mafioso y vence en un extraño duelo donde las formas son guardadas, con todo y que los delincuentes incendian el juzgado para desaparecer los registros judiciales. El juez se allega otros funcionarios honestos, aquellos que tienen “amor a la justicia”. Pero los criminales no están solos: legisladores y empresarios los apoyan, principalmente por miedo. Cuando el delincuente es derrotado y huye del lugar,

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esos cómplices se ven afectados. Al final del texto, Camilleri establece que el juez ha ignorado a esa mafia y que con ello la ha anulado y así ha podido administrar justicia. En México, por el contrario, no importa qué tanto cierre los ojos el juez en turno: los empleados ladrones, el crimen organizado y sus obedientes funcionarios públicos seguirán ahí. Se espera que los jueces enfrenten todas las adversidades posibles, pero, más allá de la utilidad de perder la vida a manos de salvajes y corruptos (¿la muerte del citado juez federal realmente cambia el estado de las cosas en su juzgado o de la judicatura en general?), el que se le exija a un juzgador resistir heroicamente, ¿es razonable por parte de la sociedad...

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