Territorios y diversidad biológica: la agrobiodiversidad de los pueblos indígenas de México

AutorLuciano Concheiro Bórquez/Francisco López Bárcenas
Páginas237-297
Capítulo VI
TERRITORIOS Y DIVERSIDAD BIOLÓGICA
LA AGROBIODIVERSIDAD DE LOS PUEBLOS
INDÍGENAS DE MÉXICO
Eckart Boege Schmidt*
¿POR QUÉ LOS PUEBLOS INDÍGENAS DE MÉXICO SON ACTORES
IMPORTANTES PARA LA CONSERVACIÓN Y EL DESARROLLO
DE LA DIVERSIDAD BIOLÓGICA Y DE LA AGROBIODIVERSIDAD?
En la actualidad, 45% de los ecosistemas naturales a escala mundial están
severamente impactados y han dejado de ser funcionales, el 55% restante sostiene
los servicios ambientales, es decir, la vida del planeta. Se calcula que para el año
2025 esta cifra se reducirá a 30% (Ramos M., 2005). La alta tasa de deterioro
ambiental en el México contemporáneo vaticina una reducción drástica de
los recursos naturales en las primeras décadas del sigo XXI. De tal manera que
en el año 2021 sobrevivirá sólo 30% de la vegetación primaria, incluyendo
vegetación de las zonas desérticas (Velázquez, 2002). Esta tendencia se acentúa
en el orden de uno a tres para las selvas tropicales. El deterioro ambiental no
sólo implica la pérdida de la biodiversidad de un país megadiverso, sino que
incluye suelos, captura de agua, recursos genéticos, contaminación química y
biológica de regiones completas, lo que afecta los servicios ambientales básicos
para la sobrevivencia de la población de nuestro país. En este momento son
enormes las amenazas de perder esta riqueza indígena, nacional y mundial de la
humanidad. El país no se ha preparado para tal reto.
Los orígenes multicausales del deterioro ambiental nos plantean la
necesidad de buscar nuevos instrumentos para enfrentar esta severa crisis. Los
estados de Oaxaca, Chiapas, Veracruz, Guerrero, Nayarit y Yucatán, entre
otros, tienen una altísima presencia indígena, pero además presentan la
mayor diversidad biológica a escala nacional. Esta situación obliga repensar
* Doctor en Antropología por la ENAH. Profesor investigador del Instituto Nacional de
Antropología e Historia.
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el papel de los pueblos indígenas como uno de los principales actores para la
conservación y el desarrollo sustentable.
Así, el presente trabajo se centrará en la reevaluación de la importancia
de los pueblos indígenas para la sociedad en su conjunto, lo cual implica
repensar las políticas territoriales por parte de los pueblos indígenas y sus
organizaciones, así como las políticas públicas dirigidas desde el Estado.
De igual forma, la crisis ambiental debe ser entendida sobre una base de
aproximaciones diferenciadas según la evaluación de un amplio espectro de va-
riables energéticas, culturales, sociales, económicas, políticas y ecológicas.
Por ello, la interacción entre las ciencias sociales y biológicas adquiere gran
relevancia para acercarnos a estos complejos sistemas.
Cientos de trabajos científ‌icos se han centrado en documentar el cono-
cimiento ecológico tradicional, mismos que se ref‌ieren a tecnologías, conoci-
mientos y experiencias sobre los recursos naturales, instituciones de acceso y
prácticas simbólicas al interaccionar con la naturaleza.
En un estudio reciente, Maf‌f‌i L. (2001) señala la correlación global
que existe entre la diversidad de lenguas “endémicas” con la megadiversidad
biológica; así, diez de los países megadiversos son parte de los 25 países con
mayor número de lenguas indígenas. El mismo estudio propone la posibili-
dad de que fenómenos ecológicos en pequeña escala se deban a esta relación
de la diversidad biológico-lingüística, en donde las poblaciones adaptan sus
culturas a las especif‌icidades ambientales y transforman el ambiente a partir
de sus conocimientos.
En las últimas décadas, estudiosos de múltiples disciplinas han insistido
en la asociación de la pérdida de especies biológicas, de la funcionalidad de los
ecosistemas y de la reducción de su capacidad para generar servicios ambientales
básicos, con el deterioro de las culturas y los grupos lingüísticos. En efecto, nos
referimos en este trabajo a los pueblos indígenas que están asentados en uno de
los territorios con la más alta diversidad biológica del mundo.
Si bien varios autores se han referido a la pérdida de la diversidad
biológica (Harmon, 2001), es menos conocida la relación entre la pérdida
de las especies y el deterioro de las lenguas y las culturas del mundo. Se
estima que actualmente existen más de seis mil lenguas orales en el planeta,
sin embargo, varias pertenecen a comunidades relativamente pequeñas, en
riesgo de perderse. El caso de México es especialmente importante en esta
discusión, ya que todas las lenguas de los pueblos indígenas son “endémicas”
y se localizan en regiones geográf‌icas determinadas, por lo que representan
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una f‌ilosofía de territorios, ecosistemas y prácticas determinadas (Boege, 1987).
Son lenguas ágrafas (aunque históricamente algunas tuvieron una especie de
escritura) que no tienen más documentación que la práctica cultural, y cuya
pérdida es equiparable con la de las especies o los ecosistemas. Si se pierde
una especie o un paisaje, la humanidad habrá perdido una parte de su co-
nocimiento acumulado en siglos. Pero junto con el idioma, la humanidad
pierde para siempre una experiencia que parte del conocimiento cultural de
las relaciones humanas, de los saberes ambientales, de las formas de vida y
las concepciones del mundo de sus hablantes. Mühlhäulser (1996) ha ela-
borado la noción de “ecologías lingüísticas” que se def‌inen como relaciones
de redes que no sólo se ref‌ieren al ambiente lingüístico y social sino que la
concepción del mundo está irrestrictamente interrelacionada con el medio
físico. Las lenguas son el principal instrumento cultural para desarrollar,
mantener y transmitir el conocimiento generado en la praxis cotidiana y en
el ámbito ecológico, para usar y transformar los ecosistemas.
Sin embargo, la crisis de pérdida de las lenguas es mucho mayor que
la de la misma biodiversidad. Se estima que a escala global 90% de las seis
mil lenguas nativas desaparecerán en los siguientes 100 años (Oviedo et al.,
2000:13). Por tanto, es crucial preguntar sobre la crisis de extinción tanto de
la naturaleza como de la cultura y la disrupción del complejo entramado de
las relaciones ecológicas, con contenido tanto natural como cultural. Como
consecuencia de esta crisis las adaptaciones locales a los ecosistemas se pierden
a favor de las maneras de consumo de mercancías producidas —en otras
latitudes— en economías de gran escala. En este contexto, Chapin (1994)
af‌irma que la adaptación y resistencia a estas situaciones cambiantes por parte
de las culturas locales y de los pueblos indígenas se da cuando éstas logran
mantener su autonomía y retener el control de los procesos de cambio.
Desde el punto de vista histórico, la transformación ecológica y socio-
cultural, así como los propios territorios indígenas, han sido desiguales, de
tal manera que no se trata de culturas estáticas con resultados homogéneos.
La migración, colonización y la pérdida de las lenguas han sido procesos
dinámicos desde antes de la Colonia. No todos los pueblos indígenas tienen la
misma presencia en un territorio determinado. En este continuo movimiento
de subordinación y búsqueda de la autonomía, desde la década de 1930 la
reforma agraria reforzó y dio un sello a los territorios de los pueblos indígenas
sin reconocerlos. Asimismo, se observa una lenta pero segura reapropiación
de los recursos naturales —en especial de los forestales— por parte de varias

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