Soledad Solorzano de Regules
Autor | Joaquín Trejo |
Páginas | 429-437 |
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Soledad SolÛrzano de RÈgules
1844-1884
VIO LA primera luz en Tlalpan (D. F.) el día
28 de Mayo de 1844. Sus padres fueron el
Sr. Manuel Solórzano y la Sra. Irenea Ayala,
ambos originarios de Morelia (E. de Michoa-
cán). Durante su niñez se hizo notable por
su docilidad y la precocidad de su inteligen-
cia, pudiéndose fácilmente deducir del con-
junto de sus acciones sus grandes virtudes
cívicas y privadas.
Cosa notable, a pesar de encontrarse ro-
deada en esta época de su existencia de per-
sonas religiosas hasta el fanatismo, jamás
se le vio en sus actos religiosos llegar a tan
lamentable extremo.
De carácter jovial, sencilla y natural-
mente modesta en su trato, fue la niña es-
timada de cuantas personas la conocieron,
el encanto de su hogar y orgullo muy legí-
timo de su familia. A la temprana edad de
quince años contrajo matrimonio con el Sr.
Nicolás de Régules a la sazón Teniente Co-
ronel de Caballería y Comandante Militar
de Morelia.
La consecuencia inmediata de su cam-
bio de estado fue la pérdida de su tranqui-
lidad; pues el Sr. Régules, habiendo tomado
activa participación en los acontecimientos
de esa época, se veía frecuentemente obliga-
do a separarse de su hogar para ir a luchar
contra la Reacción.
Muchas y muy elocuentes pruebas dio
en el transcurso de la guerra llamada de Tres
Años, de la entereza de su espíritu y de su
noble abnegación por la santa causa de la li-
bertad que con tanto patriotismo defendió
el Sr. Régules, mereciendo referirse que en
todo el lapso de esa guerra no llegó a pisar
los dinteles de su hogar el citado jefe, no
porque le faltara manera de hacerlo, sino por-
que exageradamente digno, en lugar de ir a
buscar refugio y elementos de guerra en la
ciudad de Morelia como lo hacían otros jefes
después de cada derrota, él prefería aprove-
char los que arrebataba al enemigo, lo cual
lo comprueba el párrafo de una carta que
tenemos a la vista y que le dirigió nuestra
heroína a su esposo el 8 de Marzo de 1860:
A pesar de que ya han transcurrido veinte meses
sin verte y que siento que la energía de mi alma
me abandona, alabo tu determinación de no volver
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