Séptimo principio. El pueblo tiene derecho a vivir dignamente con plena satisfacción de sus necesidades y con posibilidades de capilaridad social

AutorEnrique Uribe Arzate
Páginas37-38
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Segunda parte. Decálogo constitucional
doble impunidad que esto signica pone en riesgo la anhelada paz social y entonces
la violencia puede brotar por cualquier lado.
Puesta en riesgo la estabilidad por el propio aparato gubernamental, podemos
caer en la violencia y la inestabilidad que tanto nos han dañado desde siempre; por
eso, la tarea de prevenir y erradicar los abusos desde el poder público tiene que
operar con ecacia para que la vida constitucional sea la vida de todos los días:
propicia para la paz, para el desarrollo y para el bienestar. En un momento crítico
para el país, si la autoridad está ausente, el riesgo de la violencia está próximo, la-
tente, alimentado por la miseria, por la grosera impunidad, por la fractura social
y por la brutal diferencia que hay entre los que tienen y los que deambulan como
parias en cada semáforo de las ciudades haciendo malabares o escupiendo su ren-
cor en forma de fuego.
SÉPTIMO PRINCIPIO
El pueblo tiene derecho a vivir dignamente con plena satisfacción de sus nece-
sidades y con posibilidades de capilaridad social
La Constitución que está al alcance de la mano en las librerías, bibliotecas y en el
internet, es el glosario que reúne en su texto la historia, vicisitudes, sufrimientos, as-
piraciones y anhelos del pueblo, a través del suceder generacional.
La lectura, la consulta y el aprendizaje del texto constitucional, debe ser una tarea
cotidiana para los ciudadanos que deben ponerse a la altura de las exigencias y retos
de su tiempo. Hoy, el país necesita ciudadanos de tiempo completo, exigentes con
quienes encarnan algún puesto en el gobierno, comprometidos con las tareas cívicas
y sociales, y esta exigencia es un asunto de lógica elemental, pues solo de este modo
—siendo ciudadanos “mayores de edad” — evitaremos y erradicaremos que no se
nos trate como incapaces.
En este entreveramiento generacional, los mexicanos de los siglos XIX y XX, tu-
vieron las mismas necesidades y enarbolaron idénticas exigencias que los mexicanos
del siglo XXI: independencia, libertad, seguridad, reconocimiento y respeto a sus
derechos, derecho a expresar sus ideas, a manifestarlas, a escribir y asociarse, a vivir
e intentar hacerlo de la mejor manera posible; derecho, en suma, a vivir dignamente.
Pero la premisa contenida en el principio de vivir dignamente, no se puede com-
pletar con el solo discurso, ni con la mera lectura del texto constitucional; los habi-
tantes necesitamos contar con esta posibilidad cierta de que en medio de todas las
limitaciones y aun en contra de las vicisitudes y desventajas que cualquiera pueda
tener —por sus condiciones y circunstancias personales—, el simple hecho de vivir
en una sociedad democrática regida por el derecho, debe ponerle ante la posibilidad
cierta y viable de mejorar sus condiciones de vida.

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