Moral médica y secularización: El cuerpo infantil en el discurso médico del porfiriato

AutorAlberto del Castillo Troncoso
CargoEscuela Nacional de Antropología e Historia. Instituto Nacional de Antropología e Historia
La construcción histórica del concepto de infancia en el siglo XIX

Entre los siglos xvi y xix, y como parte de un proceso histórico-cultural muy complejo, se gestaron las condiciones para un cambio de actitud respecto de la infancia en Occidente. Si bien en este cambio transcurrieron varios siglos para formar una concepción de la infancia, en este trabajo nos centraremos específicamente en el siglo xix, por considerar que durante esta centuria se desarrolló una percepción cada vez más elaborada, compleja y diversificada en torno a los fenómenos de la niñez:

Durante el siglo xix el hijo está más que nunca en el centro de la familia, ya no pertenece únicamente a los suyos: es el futuro de la nación y de la raza: productor, reproductor, ciudadano y soldado del día de mañana. Entre él y la familia, sobre todo cuando éste es pobre y se le presume incapaz, se deslizan terceros: filántropos, médicos y hombres de Estado que pretenden protegerlo, educarlo y disciplinarlo.

La labor del poder público y la gestación y difusión de algunos saberes y disciplinas como la pediatría, la pedagogía, la higiene y la psicología resultaron claves para la estructuración de este proceso. Esta diferenciación de discursos vino aparejada con un cuestionamiento cada vez más sutil en torno a la realidad, lo que desembocó en una doble vía: un reforzamiento de la individualidad, con un enriquecimiento de un mundo interior cada vez más complejo, y un incremento de los procesos de control social, con técnicas cada vez más sofisticadas, como los registros fotográficos y los gabinetes antropométricos.

Este cambio de actitud respecto a los niños se tradujo en una mayor cercanía afectiva, un rechazo de sus enfermedades y una voluntad de curarlos, educarlos y cuidarlos: un cambio sustancial en la mirada, en el que se generó una nueva concepción de la vida y el tiempo.

Para el caso de México, partiremos de la hipótesis de que fue durante el porfiriato, con su proceso de centralización y consolidación de la hegemonía capitalina sobre el resto del territorio nacional, cuando se gestaron las condiciones para una transformación social y cultural más profunda del concepto de infancia, y de las actitudes sociales que se derivaron de este fenómeno: una lectura predominantemente urbana que se fue gestando entre las élites, y gradualmente fue permeando a sectores sociales más amplios.

En el porfiriato, las bases de esta visión secularizada de la infancia comenzaron a gestarse a través de dos ejes: la educación y la medicina e higiene infantiles. Ambos tuvieron alcances muy limitados en un país que tenía un nivel de analfabetismo cercano al 85 por ciento y un índice de mortalidad infantil de 45 por ciento, sin embargo, proporcionaron referencias conceptuales básicas muy importantes, que habrían de ser retomadas por los gobiernos revolucionarios en el siglo xx.

Como es sabido, en el año de 1861 el Estado liberal llevó a cabo la secularización de hospitales y establecimientos de beneficencia, creando la Dirección General de Beneficencia Pública, la cual quedó en 1881 bajo la jurisdicción de la Secretaría de Gobernación, con tres clases de establecimientos: hospitales, hospicios y casas de corrección y educación.

Si bien es cierto que el cambio de percepción de la caridad como virtud privada al de la beneficencia como servicio público se inició en la segunda mitad del siglo xviii como parte del proyecto modernizador de los Borbones, lo que nos interesa destacar aquí es el proceso de profesionalización que experimentó la medicina a finales del siglo xix.

En el último cuarto de dicha centuria tuvieron lugar importantes avances en el campo de la higiene, los cuales repercutieron en la conceptualización médica. De esta manera, en el año de 1876 se realizó en la ciudad de México el Primer Congreso Nacional de Médicos para tratar asuntos relacionados con la higiene y la salubridad. En este importante evento tuvo lugar un primer debate entre las visiones tradicionales de interpretación de la medicina que habían predominado a lo largo del siglo xix y los nuevos paradigmas provenientes de Europa, que ya comenzaban a incidir en la mentalidad de algunos médicos del país:

miasmas y humores, palabras que el uso y la tradición habían consagrado como verdades médicas, comenzaron a ser sustituidas por microbios patógenos, contaminación, predisposición a padecer enfermedades y defensas orgánicas en contra de las mismas, todo ello resultante obligada del progreso científico del siglo xix.

En forma significativa, tres años después, el Consejo de Salubridad elaboró un reglamento en el que establecía las condiciones higiénicas que debían prevalecer en hospitales y escuelas, al tiempo que el doctor José Lobato acuñaba el término de higiene sociológica, en la que relacionaba por primera vez ambas disciplinas y sostenía la necesidad de prevenir las enfermedades a través del estudio de las condiciones demográficas que rodeaban a los individuos.

En su informe correspondiente al año de 1879, el Consejo Superior de Salubridad señalaba que la mortalidad infantil en la ciudad de México para ese año había sido de 5 150 niños, lo que representaba un promedio alarmante de casi 50 por ciento. La cifra anterior nos proporciona una referencia bastante precisa del alto índice de mortalidad infantil predominante en la urbe capitalina en las últimas décadas del siglo, al tiempo que nos sugiere un incremento en la preocupación de las autoridades médicas ante este tipo de situaciones, en las que destacaba por su mayor vulnerabilidad la población infantil de los grupos marginados.

En este contexto, la incipiente pediatría de la época consolidó algunos logros importantes en casos como el del doctor José Ma. Reyes, quien desarrolló los primeros estudios sistemáticos en torno a la mortalidad infantil en 1878, vinculándola con las deficientes condiciones de vida de la niñez marginada. Otros ejemplos que merecen citarse corresponden al doctor Ricardo Cicero, primer médico en registrar metódicamente los datos antropométricos de los niños con propósitos de identificación; también el doctor Carlos Tejeda, que recibió en 1892 su primer nombramiento como Profesor de Clínica de enfermedades infantiles, y para cerrar esta pequeña lista, no exhaustiva pero sí altamente significativa, vale la pena destacar al doctor Roque Macousset, que desempeñó por primera vez el puesto de Maestro en la cátedra de Cirugía Infantil en 1899. Estos cuatro casos ejemplifican los intereses y preocupaciones de la medicina de la época y dan cuenta de una observación cada vez más detallada en torno a las características propias de la etapa infantil, que evidenciaba una preocupación particular por el fenómeno de la marginación, ligado directamente a los altos índices de mortalidad infantil.

Esta profesionalización estuvo acompañada por una cobertura institucional que transformó los hospitales en lugares en los que se ejercía la curación y la enseñanza. Para el periodo de estudio que vamos a abordar, vale la pena destacar el Hospital de Maternidad e Infancia, fundado por la Emperatriz Carlota, el cual tenía dos departamentos: uno dedicado a la atención de las mujeres parturientas y el otro a infantes menores de 10 años. En 1905 se integró al Hospital General de la ciudad de México, que marcó un nuevo concepto en materia de este tipo de instituciones, con un pabellón especializado en enfermedades infantiles.

En los primeros años del siglo xx se definieron los objetivos y características de la Pediatría como una ciencia moderna con su incorporación al Plan de estudios de la Escuela de Medicina dentro del rubro de "sistemas de perfeccionamiento". Finalmente, en las postrimerías del porfiriato, se inauguró una sala de atención para niños en el Hospital Juárez y se fundó la Sección de Pediatría de la Academia Nacional de Medicina.

Para los objetivos de este artículo, se ha buscado un acercamiento al discurso médico de la época para analizar sus referencias a la etapa infantil a partir de la revisión de las tesis de los estudiantes de la Escuela Nacional de Medicina de la ciudad de México durante el periodo 1878-1900. Esta primera aproximación contempla dos ejes de análisis: el primero intenta dar cuenta de la manera en que la pediatría y la higiene fueron construyendo sus propios referentes en torno a los rasgos característicos de la etapa infantil, considerada como un periodo definido y perfectamente delimitado, diferenciado de la etapa adulta. El segundo pretende acercarse a la moral médica secularizada de la época y a su lectura de los comportamientos de los grupos urbanos marginados, en la que los niños jugaban un papel preponderante.

Pediatría e higiene: la invención del cuerpo infantil

La preocupación por el cuidado de los niños es uno de los rasgos característicos de las sociedades modernas. El origen de esta mirada lo encontramos en el pensamiento ilustrado, con las observaciones de Locke en torno al carácter moral de los niños. Sin embargo, no es sino hasta la intervención del pedagogo germano Dietrich Tiedemann que encontramos el primer esfuerzo sistemático por construir una visión global de la imagen infantil, construida a partir de la crónica detallada y pormenorizada de los primeros gestos y actitudes del niño recién nacido. Tiedemman realizó esta crónica a partir de una serie de observaciones periódicas del desarrollo y crecimiento de su propio hijo, en el año de 1781:

[...] los niños, desde los primeros momentos de su vida en adelante, vuelven los ojos a la luz en cuanto se despiertan [...] Al día siguiente del nacimiento del niño, cuando la persona que le cuida le metió un dedo en la boca, hizo los...

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