Requerimos una democracia racional

AutorRubén Lara León
Páginas147-165
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Requerimos una democracia racional
Por: Rubén Lara León
Nuestra sociedad ha trabajado para dignificar el ejercicio del poder
público. En la democracia el parto del porvenir es atendido por el voto. En
México los partidos políticos han sido los protagonistas de la discusión, la
lucha y los pactos.
El régimen de comicios es el ámbito de la disputa política. El acto de
elegir no es cosa menor, es necesaria su valoración humana, al hablar de elecciones
es preciso reflexionar sobre las determinaciones que posibilitan al ciudadano
el ejercicio de su libertad, es decir, la estructura antropológica del ser libre.
La acción de elegir, se entiende y se guía como un acto de voluntad ciudadana.
Toda elección se relaciona con un sistema de valoraciones, creencias,
sentimientos y pensamientos. No puede el elector, en el instante de sufragar,
prescindir de un sentido que estructure su elección, la opción por la que decide.
Es por eso que las campañas políticas tienen la responsabilidad de incidir en
la racionalidad del ciudadano a través de proyectos, ideas, pensamientos para
sostener el sentido de su decisión. Primer paso afortunado que da sentido de
orden a la vida democrática.
Si damos por sentado que la democracia no se agota en las urnas, ni es
simplemente la delegación de la voluntad, entenderemos que la política tiene
un carácter integrador, que tiene la capacidad de penetrar en todas las áreas
de la actividad humana y decidir los destinos de millones de personas.
La democracia como forma de vida, como concepto de convivencia,
se asiste del procedimiento electoral y recurre a la ciencia del derecho como
instancia de composición social; así, de manera conjunta, desarrollan la
facultad de decidir qué posición asumir frente a los problemas que se presentan
en las diferentes áreas de la vida social y por lo tanto determinar y asumir
resultados y consecuencias.
En la política participamos todos, aún con omisión ó silencio; la política
es algo cotidiano que tiene mucho que ver con nuestro comportamiento como
individuos, ciudadanos, personas y como colectividad dentro de la estructura
de la sociedad para participar en decisiones. Hoy somos cada vez más los que
debemos pasar del universo poblacional a la sociedad civil, ya la política no
puede seguir siendo privilegio de pocos.
La razón es simple, cada día son menos los ricos y más los pobres, la
distribución se da en desventajas e inequidades. Entonces, la política sí tiene
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relación con la ética y la ética con la política. En el vértice de esa relación está
la comunicación y las estructuras legales que permiten la convivencia.
En la sociedad humana, la eficacia del proceso de la comunicación
depende de las posibilidades del juicio racional que ofrece. Un juicio racional
implica objetivos de valor. En las sociedades animales, la comunicación es
eficiente cuando ayuda a sobrevivir o en cualquier otra necesidad específica.
Empero, una de las tareas de una sociedad racionalmente organizada es la de
descubrir y controlar todo factor que interfiera con una comunicación eficiente.
Ciertos factores limitativos son psicotécnicos. Las radiaciones
destructivas, por ejemplo, pueden estar presentes en el medio ambiente y
sin embargo pasar desapercibidas debido a las limitadas posibilidades del
organismo carente de medios para detectarlas.
Incluso las insuficiencias técnicas pueden ser superadas por
el conocimiento.
En los últimos años, las emisiones de radio en onda corta han sido
interferidas por alteraciones que, de no ser superadas, obligarán a prescindir
de esta modalidad de emisión. Durante los últimos años, sin embargo, se han
conseguido progresos en cuanto a facilitar sustitutos satisfactorios para una
audición o una visión defectuosas. Un avance menos espectacular, pero no
menos importante, ha sido el descubrimiento de cómo corregir unos hábitos
inadecuados de lectura.
Hay, desde luego, obstáculos deliberados en el camino de la
comunicación, como la censura. Hasta cierto punto, los obstáculos pueden ser
soslayados mediante una hábil evasión, pero es indudable que a la larga será
más eficiente librarse de ellos por medio del consentimiento o de la coacción.
La ignorancia es un factor persistente cuyas consecuencias nunca
han sido adecuadamente investigadas. Aquí, ignorancia significa ausencia,
en un punto determinado del proceso de la comunicación, del conocimiento
disponible en otro punto cualquiera de la sociedad. El personal destinado
a reunir y diseminar la información, carente de una formación apropiada,
tergiversa o descuida continuamente ciertos hechos, si definimos los hechos
como lo que el observador objetivo y adiestrado podría hallar.
La falta de cualificación puede, también, contribuir a la ineficacia
de la comunicación. Con excesiva frecuencia el comunicador consigue
su prestigio gracias a la utilización de hechos deliberadamente falsos o
deformados. En pos de la «primicia», el reportero da un cariz sensacionalista
a una anodina conferencia internacional y contribuye a la imagen popular
de la política internacional como conflicto intenso y crónico, o poco menos.

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