De la racionalidad exhaustiva a la democracia participativa

AutorRodolfo Canto Sáenz
CargoUniversidad Autónoma de Yucatán, Facultad de Economía
Páginas41-63
* Universidad Autónoma de Yucatán, Facultad de Economía [rodolfo.canto@correo.uady.mx].
Rodolfo Canto Sáenz*
Resumen
Influida por la nueva gestión pública, la evaluación de políticas públicas en México
revela un sesgo cientificista que la lleva a privilegiar el papel de los especialistas
en la búsqueda de una imposible racionalidad exhaustiva, mientras descuida las
posibilidades que ofrece la participación ciudadana en los asuntos públicos. La
ciudadanía puede ir más allá de los evaluadores profesionales gracias a sus grandes
reservas de conocimientos y experiencias, pero su participación requiere de gobiernos
afines, dispuestos a complementar la racionalidad técnica con la racionalidad política
que emerge de la participación de los involucrados en todo el proceso de la política
pública, incluida la evaluación.
Palabras clave: evaluación, políticas públicas, participación ciudadana, gobierno,
democracia participativa.
Abstract
Influenced by the new public management, the evaluation of public policies in
Mexico reveals a scientistic bias that leads it to privilege the role of specialists in the
search for an impossible comprehensive rationality, while neglecting the possibilities
offered by citizen participation in public affairs. Citizenship is able to go beyond the
professional evaluators thanks to its large reserves of knowledge and experience, but
their participation requires like-minded governments, willing to complement technical
rationality with political rationality that emerges from the participation of those involved
in all the public policy process, including evaluation.
Key words: evaluation, public policy, citizenship participation, governance, participatory
democracy.
Artículo recibido el 23-08-2016
Apertura del proceso de dictaminación: 10-10-16
Artículo aceptado el 27-03-17
De la racionalidad exhaustiva
a la democracia participativa
From comprehensive rationality
to participatory democracy
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Política y Cultura, primavera 2017, núm. 47, pp. 41-63
Rodolfo Canto Sáenz
nspirada en las tesis de la llamada nueva gestión
pública (NGP), la evaluación de políticas públicas en
México exhibe hoy un sesgo cientificista que la ha llevado a privilegiar el papel
de los especialistas al tiempo que ha soslayado las posibilidades que ofrece
la participación ciudadana en todo el proceso de las políticas públicas. Este
sesgo, que entre otras cosas suele dar lugar a la búsqueda de una imposible
racionalidad exhaustiva, la ha llevado a creer que con la aplicación de los
métodos cuantitativos y cualitativos de las ciencias sociales podría llegar a
conocerse qué se ha hecho bien o mal, qué podría mejorarse o incluso qué
debería hacerse, en una suerte de visión omnicomprensiva del proceso de la
política pública.
La vocación por los métodos top-down, o de arriba hacia abajo, ha llevado
a los evaluadores mexicanos a ignorar incluso las recomendaciones básicas de
la teoría, como las advertencias de Simon y Lindblom contra las pretensiones
de racionalidad exhaustiva o la sugerencia de Lindblom de complementar la
racionalidad técnica con la racionalidad política que emerge de la participación
de los involucrados en todo el proceso de la política pública, incluida la
evaluación.
El positivismo de la evaluación en México también se expresa en el afán
de medirlo todo. Frases del tipo “lo que se mide es lo único que se lleva a
cabo”, o “sólo lo que se mide se puede mejorar”, son frecuentes entre los
organismos evaluadores en México, aun cuando existe abundante evidencia
empírica de que lo que puede medirse no necesariamente es lo que más
importa y, a la inversa, que lo que verdaderamente cuenta no siempre puede
medirse.1 El caso de la carrera magisterial y otros que se comentan más adelante
demuestran que lo que se puede medir (por ejemplo, los conocimientos de un
docente mediante aplicaciones de exámenes) no dice gran cosa sobre lo que
verdaderamente importa (en este ejemplo, la preparación de los educandos).
La reducción de la evaluación a las simples mediciones ha significado en la
práctica el descuido injustificable del contexto y el desaprovechamiento de
IINTRODUCCIÓN
1 Véanse al respecto Gwyn Bevan y Christopher Hood, “What’s Measured is What Matters:
Targets and Gaming in the English Public Health Care System”, Public Administration, vol. 84,
núm. 3, 2006, pp. 517-538; y Peter Dahler-Larsen, “¿Debemos evaluarlo todo? O de la estimación
de la evaluabilidad a la cultura de la evaluación”, Evaluación de Políticas Públicas, núm. 836,
ICE, mayo-junio de 2007, pp. 93-104.

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