Los partidos neonazis en Europa:

AutorOlascoaga, Omar Garc

Introducción

Durante las últimas décadas, la Europa construida bajo los cimientos democráticos y liberales en la posguerra ha presenciado el renacimiento de un fenómeno político cuyo espíritu parecía inanimado entre los escombros del Tercer Reich: el nacionalsocialismo. Hasta no hace mucho tiempo, el régimen encabezado por Hitler había permanecido confinado en los libros de historia en Europa y su reaparición en el panorama político resultaba poco probable; sin embargo, contra todo pronóstico que había proclamado el ocaso de las ideologías nacionalistas, los postulados teóricos planteados por el nacionalsocialismo resurgen hoy en las propias democracias establecidas de Occidente, pero particularmente en los regímenes poscomunistas de Europa del Este.

A pesar de las atrocidades registradas en el periodo de entreguerras, el nacionalsocialismo regresa una y otra vez a Europa en una dinámica nietzscheana de "eterno retorno", cuyo pasado se resiste a ser olvidado entre los polvosos estantes de la historia. (1) En la actualidad, los movimientos y partidos neonazis resurgen de nueva cuenta en un contexto de supuesta decadencia, pesimismo y declive del mundo occidental, producto de la crisis económica y la desafección política -justo como aconteció en la época fascista en Europa-, pero también renacen entre las cenizas como el Ave Fénix para responder a los procesos inherentes a la globalización económica: la inmigración, la multicultural, la homogeneización y la pérdida de la identidad nacional.

La reaparición de los partidos neonazis en la posguerra ha sido pausada en las naciones de Occidente, pero especialmente progresiva en los países poscomunistas de Europa del Este. Después de los Juicios de Núremberg, los simpatizantes del nazismo se reorganizaron en el Partido Derechista Alemán, luego en el Partido Socialista del Reich y el Partido del Reich Alemán hasta refundarse en el vigente Partido Nacionaldemocrático Alemán en 1964, (2) mientras que en Austria se refugiaron en la Liga de los Independientes. No obstante, los residuos del nazismo no sólo se restringieron a las tierras germánicas, sino que también sobrevivieron en Países Bajos (Movimiento Nacional Social Europeo), Suecia (Partido del Reich Nórdico) y Reino Unido (Liga de la Defensa Blanca, Partido Laborista Nacional y Movimiento Nacional Socialista). Por su parte, tras el derrumbe de la Unión Soviética, el neonazismo brotó casi de inmediato en Europa del Este en países como Croacia (Unión Demócrata Croata), Eslovaquia (Partido Nacional Eslovaco), Bulgaria (Partido Radical Nacional Búlgaro), Rumania (Partido de la Gran Rumania) y Rusia (Unidad Nacional Rusa), por mencionar sólo algunos casos.

En un contexto de incertidumbre económica, desafección política y declive cultural, el nacionalsocialismo resurge en el mismo continente que hace siete décadas presenció su muerte. Los partidarios del nazismo han salido de la penumbra y ahora se exhiben a nivel local, nacional y supranacional en las democracias europeas. En los últimos años, la actividad racista y xenófoba perpetrada por grupúsculos neonazis se ha incrementado, en especial contra los inmigrantes, las minorías étnicas y religiosas y los grupos vulnerables, situación que corrobora la vigencia de una ideología radical y violenta. (3) En particular, este fenómeno ha evolucionado de las protestas racistas y xenófobas organizadas en las calles hasta su reciente filtración en los recintos parlamentarios donde cuentan con voz y voto en países como Grecia (Amanecer Dorado), Hungría (Movimiento por una Hungría Mejor), Eslovaquia (Kotleba-Partido Popular Nuestra Eslovaquia), Bulgaria (Unión Nacional Ataque), Chipre (Frente Popular Nacional) y Ucrania (Libertad y Sector de Derechas). Pero la presencia de estos partidos no sólo se limita a nivel nacional, sino que también se ha extendido a nivel supranacional en instancias como la Alianza por la Paz y la Libertad y la Alianza Europea de Movimientos Nacionales, enarbolando banderas opuestas a las políticas homogéneas de Bruselas para proteger la diversidad étnica de los pueblos originarios de Europa.

En el presente artículo me ocuparé en exclusiva de los partidos neonazis en Europa, sin enfocarme en las subculturas de extrema derecha como la escena skinhead, las barras de futbol y los grupos paramilitares. Este trabajo comienza con las similitudes y diferencias entre el fascismo y el nacionalsocialismo; posteriormente, se expondrán dos conceptos claves para ubicar, por un lado, en qué fase se encuentra este fenómeno a través del "ciclo fascista" y, por otro, si pueden ser catalogados como exponentes de esta ideología mediante la propuesta del "mínimo fascista". En el siguiente apartado se construye un puente histórico entre la Europa del periodo de entreguerras y la Europa dominada bajo el entorno de la Guerra Fría. Por su parte, se expondrá un recorrido histórico de estos partidos políticos en dos periodos: la posguerra en Occidente y el poscomunismo en el Este; por último, este trabajo concluye con el análisis de tres formaciones consideradas como neonazis presentes en los regímenes democráticos europeos.

Fascismo y nacionalsocialismo: ¿un mismo fenómeno?

¿El fascismo y el nacionalsocialismo representan un mismo fenómeno, pero situados en diferentes contextos? O, ¿son dos regímenes políticos diferentes vinculados por compartir ciertos aspectos? A simple vista, estas interrogantes podrían parecer tautológicas en su planteamiento, pero no lo son según su propósito. La extensa historiografía sobre el fascismo ha sugerido que este fenómeno no fue uniforme en la Europa del periodo de entreguerras sino, por el contrario, comprendió una variedad heterogénea que se distanció -en menor o mayor medida- del prototipo original. Esta multiplicidad de movimientos y regímenes fascistas ha generado interminables debates respecto a su tipología como objeto de estudio. Una de las primeras clasificaciones la llevó a cabo Eugen Weber, quien distinguió dos prototipos: por un lado, el fascismo italiano (genuino) de corte pragmático, moderado e incluso conservador, y el nacionalsocialismo alemán (réplica) con un mayor énfasis teórico, radical y extremo. (4) Por su parte, Wolfgang Sauer encontró tres subgrupos: el fascismo original situado en el Mediterráneo, los variados y efímeros regímenes de Europa Central y del Este y el nacionalsocialismo alemán como una variante especial. (5) A su vez, la propuesta de Alan Cassels identificó dos subtipos: el fascismo del suroeste de Europa (moderado) y el nacionalsocialismo del centro de Europa (regresivo). (6) Posteriormente, Roger Griffin propuso tres categorías: el fascismo italiano, el nacionalsocialismo alemán y los regímenes profascistas, reconocidos estos últimos por contener rasgos conservadores, autoritarios y nacionalistas. (7) Por último, Stanley G. Payne propuso una clasificación más a detalle y sugirió cinco variantes: el paradigmático fascismo italiano, el nacionalsocialismo alemán, el falangismo español, la legión rumana (la Guardia de Hierro) y el hungarismo de Szalasi (la Cruz Flechada). (8)

Ningún prestigioso historiador se ha referido de manera indistinta a los regímenes fascista y nacionalsocialista como un mismo fenómeno situado en diferentes contextos; sin embargo, estos dos regímenes políticos y sus respectivas réplicas son producto de un mismo origen histórico. Iniciada la década de los años sesenta, el historiador Ernst Nolte inauguró los estudios comparativos sobre el fascismo con el libro Three Faces of Fascism, en donde lo definió de la siguiente manera: "El fascismo es antimarxista, el cual pretende destruir a su enemigo a través de la evolución de una ideología radicalmente opuesta, aunque limítrofe, mediante el uso de métodos casi idénticos, pero típicamente modificados, dentro de una estructura inflexible de autonomía y autoafirmación nacional". (9) A partir de este estudio, Nolte identificó un "mínimo fascista" tras comparar los movimientos en Francia, Italia y Alemania, compuesto por seis postulados: el antimarxismo, el antiliberalismo, el anticonservadurismo, el principio del caudillaje, el ejército del partido y el objetivo del totalitarismo.

A pesar de que Renzo de Felice sentenció que: "Existe una profunda diferencia entre el fascismo y el nazismo e incluso más entre el fascismo y el neonazismo del presente. Hay aspectos profundamente diferentes de tipo cultural e ideológico, y otros de tipo psicológico y moral, entre ambos movimientos que no pueden ser ignorados", (10) Roger Griffin encabezó, a principios de los años noventa, una nueva propuesta teórica denominada "fascismo genérico"--en continuidad con el trabajo de Nolte--, para identificar las propiedades comunes entre los regímenes clásicos por excelencia (Italia y Alemania), los movimientos análogos (Austria, Rumania y Hungría), los sobrevivientes (España, Portugal y, en cierta medida, Grecia) y la reciente oleada neofascista registrada en el poscomunismo (Polonia, Eslovaquia y Rusia).

En esta línea de investigación, Griffin elaboró una reconocida definición que ha trascendido los ejes del tiempo y del espacio: "El fascismo es un género de ideología política cuyo núcleo mítico, en sus diversas permutaciones, representa una forma palingenésia de ultranacionalismo populista". (11) Posteriormente, Stanley G. Payne lo describió como: "Una forma de ultranacionalismo revolucionario para el renacimiento nacional basada en una filosofía vitalista, estructurada bajo un elitismo extremo, la movilización de masas y el principio del caudillaje, la cual valora positivamente la violencia y justifica las virtudes militares". (12) Por su parte, Roger Eatwell puntualizó: "El fascismo fue un estilo de pensamiento que predica la necesidad de un renacimiento social para construir una nación holística radical de Tercera Vía; la cual se inclina más por el estilo [...] en lugar de un programa detallado y demoniza a sus enemigos". (13) Por último, en un...

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