Obreros: Engranes de la Revolución

AutorVicente Quirarte
Páginas148-168
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Obreros: Engranes de la Revolución
L a imaginación creadora de la
literatura y la historia transformó
a la Revolución mexicana en una
gesta esplendente, pero también
cruenta y tremebunda. Después de
finalizada la primera etapa donde
Madero logró posicionar sus ideales
democráticos, la antigua élite porfirista
reorganizó a sus filas y formularon
respuestas al movimiento democrático,
originando una compleja espiral de
acontecimientos que culminarían
con la Decena trágica. El inicio de la
violencia transformadora inmanente a
todo cambio radical
La usurpación del gobierno y la
vuelta interior de las luchas en las
siguientes fases, posicionaron a sus
protagonistas en una situación donde
tendrían que combatir contra sus
viejos aliados, vistos con extraña
familiaridad y odio disimulado por
el respeto mostrado en el campo de
batalla y el decoro del honor de los
verdaderos soldados. De los acentos
bélicos al compás de la metralla
emanaron vientos destructivos que
acabaron, sobre todo en los ámbitos
urbanos, con la fábrica material
concretada en varias décadas de
paz porfiriana basada en capital
extranjero, balance financiero,
crecimiento sostenido a pesar de las
crisis económicas y el prestigio de un
caudillo que mostraba una relativa
fuerza cuando la situación lo exigía.
La Constitución de 1917, en su
artículo 123, fue la primera legislación
nacional consciente de las nuevas
necesidades surgidas, ciertamente, del
fragor del combate, pero sobre todo
de los mudos ultrajes al campesino, al
obrero y a los trabajadores perpetrados
durante años. Todos ellos serían,
muy por encima de otros actores, los
engranes de la nueva maquinaria
encargada de la reconstrucción
nacional y el progreso. El sentido de
las operaciones en el teatro de guerra
y las polémicas en el parlamento,
fue la reivindicación de los derechos
de una clase olvidada que ahora
desempeñarían un papel fundamental
en la economía y el desarrollo del
México revolucionario.
El efímero presente que nos muestra
el diario devenir, proyecta a los obreros
en sus labores que auspiciaron, con
la fuerza de su sencillez, el arduo
empleo de sus energías y la constancia
de su genuino hircismo, el labrantío
de las mejoras sociales y el bienestar
de su clase. Una rápida mirada a sus
condiciones evidenciará los preceptos
jurídicos consignados en la Carta
Magna, asequibles hoy en día en las
industrias mexicanas que nunca dejan
de producir.
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Obreros durante una manifestación,
ca. 1918. Anónimo. Colección
particular.
“La expresión social de la Revolución
mexicana, que devino en el establecimiento
de derechos o garantías sociales dentro del
acuerdo constitucional de convivencia que
protestaron cumplir y hacer cumplir los
forjadores y triunfadores del movimiento,
evidentemente forma parte del acervo
cultural de la humanidad que contribuye
a esclarecer la forma en que mecanismos,
redes de acontecimientos o factores,
se concatenan y en un momento dado
producen cambios revolucionarios en la
vida de los pueblos.”
Juan Bonilla,
México: su lucha por la tierra y el trabajo en
1917.
Trabajadores entran al Palacio
de los Azulejos, sede de la Casa
del Obrero Mundial, ca. 1915.
Fotografía Hermanos Casasola.
© 5270 Secretaría de Cultura–inah–
Sinafo–fn, México.
Carranza tuvo el buen cálculo de atraer a
su gobierno a las fuerzas resultantes de la
industrialización del país. Por ello, no sólo
cedió el elegante Palacio de los Azulejos
en plena ciudad, sino que suscribió un
pacto con ellos y dejar constancia de su
participación en su gobierno.
En atención a que los obreros de la Casa
del Obrero Mundial se adhieren al gobierno
constitucionalista, encabezado por el
ciudadano Venustiano Carranza, se ha
acordado hacer constar las cláusulas que
normarán las relaciones de dicho gobierno
con los obreros y las de éstos con aquél,
para determinar la forma en que los obreros
han de presentar su colaboración a la causa
constitucionalista.
Pacto celebrado entre la Revolución
Constitucionalista y la Casa del Obrero
Mundial el 17 de febrero de 1915.

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