Nicolás Romero

AutorAntonio Albarrán
Páginas623-635
˜ 623 ˜
Nicol· s Romero
1827-1865
NACIÓ NICOLÁS Romero el 6 de Diciembre de
1827 en Nopala, pequeña población perte-
neciente en ese tiempo al extenso Estado de
México, y que hoy forma parte del Estado
de Hidalgo, que se creó después.
Sus padres eran muy pobres, y quizá
por eso no tomaron empeño en que su hijo
adquiriera por lo menos una instrucción ele-
mental. De suerte que el futuro guerrillero
jamás supo escribir ni leer. Cuando fue gran-
decito comenzaron a ocuparlo en las faenas
del campo, y en ellas trabajó algunos años.
Aprendió después el oficio de tejedor; dejó su
tierra natal en busca de mejor suerte, vino al
centro del país y entró como operario en la
fábrica de mantas de Molino Blanco. Estuvo
también en épocas diversas en las fábricas
de Río-Hondo, la Colmena y otras.
En esas pacíficas labores pasó su pri-
mera juventud. Había llegado a los treinta
años, y no se habían despertado en su espí-
ritu los más leves instintos bélicos. Cierto
es que en el fondo del alma creía percibir
una voz misteriosa que le llamaba a la gue-
rra; pero los acentos de esa voz eran con-
fusos y los deseos que despertaban, vagos
e indecisos. Sin embargo, el germen existía
puesto que daba señales aunque incoheren-
te, de vida; el tiempo acabaría por desarro-
llarlo, porque el suelo y el ambiente de la
época eran los más a propósito para ello.
La guerra estaba entonces en la atmósfera;
se respiraba en la calle, en él templo, en el
hogar, en el taller, en todas partes. Se acer-
caba a gran prisa la tormenta de la Guerra
de Reforma, y un viento siniestro soplaba
por todos lados.
Romero sentía operarse en su interior
una paulatina transformación: sufría la in-
fluencia de la electricidad del momento. Na-
die entonces, podía permanecer indiferente:
tenía que ser liberal o reaccionario. Romero,
obedeciendo a ese atinado instinto que fue
siempre su guía, se declaró liberal; pero has-
ta esos momentos no había tomado las ar-
mas para entrar en la pelea, aunque el fragor
preliminar de ella llegaba ya a sus oídos.
Un acontecimiento repentino lo decidió
a hacerlo; acontecimiento que, como vere-
mos al final de esta biografía, había de pesar
I

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