¿Nacimos Corruptos o Aprendimos a Serlo?
Autor | Lic. Adriana Peralta Ramos |
Cargo | Compliance Officer |
Páginas | 10-13 |
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Compliance (o cumplimiento normativo) surge como una alternativa viable para sustentarse en las leyes, aún más, como afirma Martin T. Biegelman en su libro Construyendo un programa de Compliance de clase mundial (Building a World-Class Compliance Program): “Se trata de establecer políticas y procedimientos adecuados y suficientes para garantizar que una empresa, incluidos sus directivos, empleados y agentes vinculados, cumplan con el marco normativo aplicable. Dentro del marco normativo no han de considerarse únicamente las normas legales, como leyes y reglamentos, sino que también deberían incluirse en el mismo las políticas internas, los compromisos con los clientes, proveedores o terceros, y especialmente los códigos éticos que la empresa se haya comprometido a respetar, pues existen muchos casos en los que una actuación puede ser legal pero no ética”.1
El cumplimiento regulatorio se establece como un elemento que debe anticiparse a problemas que, de no ser así, suelen ser no sólo de una persona, sino de la empresa en su totalidad.
Compliance se sustenta en: identificación, prevención, detección, resolución y adoctrinamiento. Las empresas en la actualidad deben ser más transparentes; con un código propio de integridad, con ajuste constante a un marco normativo gubernamental, donde las leyes y sus modificaciones fluyen tan rápido que dan poco tiempo para adaptarse a los reglamentos existentes.
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Hoy en día la corrupción se filtra con arrogancia en todos los espacios de la economía, de las empresas y, obviamente, en las instancias de gobierno.
Por estas razones, esta herramienta se yergue como un parteaguas ante el fraude y la corrupción. De esta manera surge el cuestionamiento que dará inicio a la implementación de un programa de compliance: ¿nacemos corruptos o aprendemos a serlo?
En principio, definimos a la corrupción como “toda acción u omisión humana que transgrede la normatividad legal y ética, mediante el abuso del poder político o económico, con la finalidad de obtener ventajosamente un beneficio personal”.
En nuestro país entendemos la corrupción, por desgracia, como una práctica generalizada en todos los sectores, aunque más acentuada en nuestros gobernantes.
Entonces, ¿somos corruptos por naturaleza? Esta interrogante nos lleva, irremediablemente, a reflexionar sobre el pensamiento de Thomas Hobbes, cuando afirma que el ser humano es egoísta y malo por naturaleza, es decir, que “el hombre es el lobo del...
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