Sobre moral y política

AutorNorbert Lechner
Páginas97-101
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SOBRE MORAL Y POLÍTICA*
EL LLAMADO de Juan Pablo II y del cardenal Fresnoa a la reconciliación nacional
es problemático. La reconciliación es una noción que alude a culpa, perdón,
amor, etc., o sea, a categorías morales. Se trata de un discurso moral diferen-
te al discurso político. El llamado moral es externo a la política no porque ésta
sea el campo del poder y del con icto (peor pueden ser las guerras religiosas),
sino porque los fenómenos de división y comunidad son concebidos de modo
distinto en una y otra esfera.
¿Por qué entonces la propuesta eclesiástica recibe una respuesta tan am-
plia (y positiva) por parte de los políticos, sean de gobierno o de oposición?
Porque se reconoce al papa y al cardenal una autoridad moral y, por ende, la
capacidad de movilizar motivaciones ético-religiosas e introducirlas en el con-
icto político. Es decir, el discurso moral puede llegar a tener e ciencia políti-
ca. Siendo campos diferenciados, no se trata de una escisión absoluta. Me pa-
rece pues inevitable que el debate tenga en cuenta la compleja distinción entre
moral y política.
Resumiré muy esquemáticamente la relación entre política y moral.1 Ésta
puede ser concebida de dos modos: como unión o como disyuntiva. Veamos
en primer lugar la unión de política y moral: lo moralmente bueno es po-
líticamente justo y viceversa. Posición “idealista” en tanto el ideal (la con-
junción de lo bueno y lo verdadero) es la realidad misma. Por eso podemos
saber qué es lo justo. Quienes no lo saben están equivocados; puesto que
ningún error es voluntario, se les puede persuadir del engaño sufrido. Y si
no se convencen es que están locos. Es la tesis de Platónb y Lenin,c si bien
* Persona y Sociedad (Chile, Instituto Latinoamericano de Doctrina y Estudios Sociales), 1,
1987, pp. 29-34.
1 Resumo casi literalmente algunas consideraciones de André Comte-Sponville en “El bue-
no, el malo y el militante”, Letra Internacional 5, Madrid, 1987.
a Juan Francisco Fresno (1914-2004) fue proclamado cardenal el 15 de junio de 1985 por el
papa Juan Pablo II, y tuvo un papel importante en la defensa de los derechos humanos durante
la dictadura de Pinochet, al tiempo que propuso un Acuerdo Nacional por la Reconciliación. En
abril de 1987 estuvo a cargo de la visita de Juan Pablo II a Chile. Véase R. Otano, Nueva crónica
de la transición, Santiago, LOM, 2006, p. 137.
b Platón, La república o el Estado, México, Espasa-Calpe, 1993.
c V. I. Lenin, ¿Qué hacer?, Santiago, Quimantú, 1972.

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