Miguel Lerdo de Tejada

AutorGabriel Gonzalez Mier
Páginas265-279
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M iguel L erdo de Tejada
MUCHAS VECES parece que hay ciertos hom-
bres que han estado reservados para deter-
minados acontecimientos, o al contrario,
que hay ciertos acontecimientos que se han
desarrollado por la sola influencia de de-
terminados hombres. La coincidencia, sin
embargo, no tiene nada de misteriosa ni de
sobrenatural, y ni hay una secreta voluntad
que espere una época social para infundirla
a ciertos seres, un espíritu ad hoc, ni tam-
poco hay una inteligencia eminentemente
previsora, que aprovechándose de la visita
terrenal de hombres superiores, decrete algo
así como “ahora es tiempo” y arregle de tal
modo las cosas, que sucedan inevitablemen-
te. No; la coincidencia es una consecuencia
de la progresión natural de la historia; el
tiempo, he aquí el gran factor. Pero no por
inconsciente y ciego el tiempo es arbitrario.
Ni es capaz de haber hecho una Reforma
bajo el virreinato del Conde de Gálvez, por
ejemplo, ni de hacer que sea posible un Her-
nán Cortés en pleno siglo XIX.
Después de una época de formación his-
tórica en el seno, podríamos decir, de dos ra-
zas, llegó el doloroso instante del parto que
dio a luz la nacionalidad mexicana, que ni
es española ni indígena. Los once años de lu-
chas conocidas de independencia no fueron
sino los esfuerzos de un nuevo ser social que
pedía vida propia y que procuraba la liber-
tad impulsado por la indómita necesidad de
vivir.
Después se han sucedido esos trágicos
acontecimientos que no han sido otra cosa
que la manifestación enérgica de nuestra
individualidad, revelada contra sus mismas
imperfecciones. Desde la Independencia a la
fecha, hemos venido formando el carácter
nacional. Grandes han sido nuestras fatigas
y verdaderamente heroicos e impetuosos los
primeros impulsos, porque nosotros somos
de esa cuerda y no tenemos temperamen-
to para hacer las cosas con esa lentitud que
honra mucho a otras razas, pero que les es
tan característico, tan íntimo, como íntimo
y característico es en la familia nacional el
pigmento moreno de nuestra piel.
Pero nuestra educación no está acabada
aún, ni lo estará mientras haya frailes que

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