Miguel Cástulo de Alatriste

AutorAngel W. Cabrera
Páginas255-263
˜ 255 ˜
M iguel C· stulo de A latriste
1820-1862
LA GUERRA de Reforma, considerada como
lucha de principios, de tal modo es grandio-
sa, que descuella sobre todas las contiendas
libradas en México por los dos partidos que
vinieron batallando por adueñarse de la si-
tuación política del país.
Porque entonces quedaron deslindados
los campos en que uno y otro adversario se
aprestaron al combate, presentándose am-
bos con caracteres tan bien definidos y dia-
metralmente opuestos, como jamás, en esa
épica lucha, para la que inscribió el partido
liberal con signos de fuego en sus pendones
de guerra, la abolición de todos los privi-
legios, la desvinculación de la propiedad
amortizada, la libertad de conciencia y el
franco reconocimiento de los derechos del
hombre. Estos principios de altísima tras-
cendencia política y social, no pertenecen al
dominio del vulgo de los combatientes. Por
eso el soldado sin cultura intelectual aun-
que avezado al combate, no fue en aquella
contienda sino un autómata de la disciplina
y de la táctica militares, o tal vez sólo una
máquina de guerra; mientras que el ser pen-
sador, apóstol y soldado al misino tiempo,
fue el verdadero campeón de la idea; el cons-
ciente propugnador de los principios que se
sustentaban con las armas en la mano. El
general Miguel Cástulo de Alatriste perte-
neció a estos últimos: hombre de ciencia,
difundió la luz de su saber en la cátedra
y desde las páginas del libro, poniendo en
práctica el medio más seguro de redimir al
pueblo; demócrata sincero, luchó en el foro,
en la tribuna, en los comicios, por los dere-
chos de éste; y soldado, expuso la vida y al
fin la sacrificó en aras de la Independencia y
de la Libertad.
Nacido en humilde, aunque no ínfima
esfera, supo elevarse en la escala social me-
ced a su claro talento y a su espíritu progre-
sista. Mas todo lo sacrificó: posición, bienestar
y aun la vida, en defensa de la noble causa que
abrazara. Merece, pues, un lugar en la galería
de Liberales Ilustres cuya memoria consagran
estas biografías, y a honra altísima tenemos el
dedicarle la presente.
Nacido en la ciudad de Puebla, en Mar-
zo de 1820, alumbraron sus primeros pasos

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