Mercados igualitarios

AutorGabriel Zaid
Páginas986-992
986
Gabriel Zaid
MERCADOS IGUALITARIOS
ILUSIONES IGUALITARIAS
Los mercados modernos (a diferencia de los tradicionales) son igualitarios
porque son puramente mercantiles. El dinero es impersonal y vale en manos
de quien sea. Si para comprar en el mercado no hay más derecho de admi-
sión que pagar el precio, la admisión al mercado es igualitaria.
Esto puede parecer una burla cuando los precios son muy altos, pero no
hay que olvidar que el espíritu mercantil representó una democratización
frente al espíritu aristocrático. La gente “que sube” no gastaría tontamente
en cosas que a veces ni le gustan, si no fuera por sentirse igualada con la que
va dos peldaños arriba. Por eso, cuando se siente discriminada, reclama: mi
dinero es igualmente bueno. Basta pensar en la discriminación racial, para
darse cuenta de que el libre acceso al mercado es igualador, aunque nuestras
exigencias morales hoy nos piden más: que todos tengan los recursos necesa-
rios para tener acceso a todo.
No somos consecuentes al pensar en esto. Si tomáramos en serio la hipó-
tesis igualitaria, al menos como ejercicio re exivo, muchas cosas saltarían a
la vista. Por ejemplo: el trabajo de criada a tiempo completo, se volvería im-
posible de pagar. El jefe de la familia tendría que pagarle a la criada lo mis-
mo que él ganara, quedándose sin nada para comer, vestir, ahorrar. Pero ¿se
ha pensado realmente en un mundo en el cual las criadas fueran licenciadas,
con tiempo libre para hacer su doctorado en ciencias domésticas, y con in-
gresos su cientes para tener criada?
Ni se ha pensado, ni se han hecho las cuentas. La clase media mejor in-
tencionada cree que no es posible, deseable, ni decente, vivir sin criada ni
coche, además de ser padres de varios hijos y mandarlos a todos a la univer-
sidad, lo cual no es ningún privilegio, sino algo que todos deberían tener. La
incongruencia de esto con el hecho de que las criadas a tiempo completo no
pueden tener criadas a tiempo completo (sin hablar de coche, hijos universi-
tarios, vacaciones en grandes hoteles) no parece estar clara. Así se entiende
que el aparato estatal, con el evidente consenso del sector urbano, compre,
venda, produzca, construya, ofrezca servicios, dé empleo,  je precios, esta-
blezca normas y, en general, decida, teniendo como modelo implícito una
vida decente: es decir, criada, coche, varios hijos en la universidad, viajes de
vacaciones. La verdadera diferencia entre la producción privada y la pública
no está en la línea de sus productos, ni en la población a la cual se destinan,

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