Lírica mexicana

AutorAndrés Henestrosa
Páginas515-516
AÑO 1957
ALACE NA DE MINUC IAS 515
Creemos oportuno referir que Agustín F. Cuenca es un autor que merece
ser conocido de una manera más completa, en su doble condición de poeta
lírico y dramático. Sin contar con que en él se dan los más tempranos indicios
de la renovación de nuestra lírica , a tal punto que se le señala como un pre -
cursor del Modernismo. Al parecer ha sido Amado Nervo, antes que nadie,
quien señaló en Cuenca esa condición de precursor. Muchos años más tarde,
Toussaint por su cuenta y riesgo hizo el descubrimiento y lo fundamentó en
el prólogo a los Poe mas Sele ctos. Y quizá es reservado al joven y brillante
investigador Ernesto Mejía Sánchez, llevar esta investigación a sus últimas
instancias. Por lo pronto ha podido encontrar en los periódicos y revistas de los
tiempos de Cuenca –segunda mitad del siglo pasado– una multitud de poemas
desconocidos y gran copia de noticias no aprovechadas hasta ahora.
Y con esto damos fin a esta Alacena.
13 de octubre de 1957
Lírica mexicana
Ya es muy escasa, si es que no siempre lo fue, la antología que con el título
de Lírica mexicana publicó la Legación de México en España con motivo del
Día de la Raza, el año de 1919. En ella se reúnen los esfuerzos y las luces de
muchos mexicanos que entonces vivían en la villa y corte, capitaneados por
Alfonso Reyes, de tiempo atrás aclimatado en Madrid. Visto en su aspecto
físico, exterior, el libro es de una singular factura: se orla con reproduccio-
nes jeroglíficas de la vieja cultura maya, lo que pudiera denunciar la mano
de Antonio Mediz Bolio. La portada, la cabeza del indio de la contraportada,
las viñetas, todas inspiradas en motivos de nuestro pasado y presente indios,
son obra de Rob erto Montenegro, pintor que entonces escalaba una prime-
ra cumbre de su fama. Y el prólogo, preámbulo, liminar o presentación que
aparece anónimo, ¿obra de quién es? Yo arriesgo aquí una hipótesis. Es obra
de Alfonso Reyes. Dentro de su propósito de objetividad, de noticia, de mera
presentación, denuncia algunas de las virtudes que son lujos de su pluma: la
claridad, la sapiencia disimulada y la soltura con que las palabras se dan la mano.
Y cuando alguna zozobra, algún titubeo se interpone, parece cosa querida y
buscada, pues no hay que olvidar que el maestro ha dicho que a veces cuando

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