La lira de la juventud

AutorAndrés Henestrosa
Páginas448-450
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ANDRÉS HEN ESTROS A
yera que hablaba del autor, sin ton ni son, igual que un loro, recuerda el cuento
de un perico que oyó en tierra caliente para probar que los calumnian quienes
sostienen que esos animales no conocen el peso y los significados de las pala-
bras y los comparan a los hombres ligeros para expresarse, con lo cual pierden
los loros. Ese cuento, en lo que hasta ahora no se había reparado, es lar va y
capullo del que años más tarde escribiría el General con el título de “El buen
ejemplo”, contenido en los Cue ntos del General, publicado en Madrid en 1896,
año de su muerte. ¿Lo recuerda el lector?
El General retocó la moraleja, como podrá verse. En el cuento contenido
en la semblanza de Juan A. Mateos, sufre una radical transformación, si bien
las dos denuncian la índole humana y espiritual del viejo soldado de la Refor-
ma. En la primera versión, la moraleja rezaba así: “Yo he tenido ganas de hacer
de este cuento una fabulilla, y la moraleja, que por supuesto debe ser en verso,
ha de decir: Dios nos tenga de su mano, el día en que muchos de nuestros
literatos abran escuela” Y en “El buen ejemplo”, de esta manera: “Desde esa
época los loros de aquella comarca, adelantándose a su siglo, han visto disper-
sarse las sombras del oscurantismo y la ignorancia.”
Vive Vicente Riva Palacio sus últimos años, pero se advierte en la moraleja
su lealtad a los principios por los que luchó siempre. Ese loro que, fugado de la
escuela del pueblo, ha puesto escuela en la selva y ha enseñado a leer, le per-
mite reiterar la devoción que los hombres de su tiempo profesaron al alfabeto
y a la condición de panacea que la letra tenía para ellos.
13 de enero de 1957
La lira de la juventud
¿Cuántas son, por fin, las colecciones, florilegios, ramilletes, guirnaldas, liras,
parnasos, en una palabra antologías publicados en México hasta ahora? Eso es
cosa que sólo sabremos cuando Clemente López Trujillo o Aquiles Fuentes
concluyan la bibliografía respectiva en la que trabajan cada uno por su lado de
algún tiempo a esta parte. Por mucho que el estudioso de esas cuestiones crea
haberlas registrado todas, de repente cuando menos lo espera, descubre que había
una de estas piezas en la que nunca se había reparado, o bien que vista una
vez, se tenía totalmente olvidada.

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