Lesiones
Páginas | 121-147 |
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Bajo
el
nombre
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Art'. 5Ü del
Cúcti
2;o'Penal.
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Es
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tt0 ,como ·dice el ,artículo ·
511
·
.der
06
fgo Penal,
que bajo el.
n'ombr-e
de
. lesiónés' se entiende todó daño1
•
que d
t)
;je
1
hue11a
nia:te.rial en¡el cuerpo
humano;
y lo
~s
tal'nbién
q,ue
. la fraoción
IV
:-:
del segtmdo artíc
Üh:i>
, ;deja á
}uicío del Juez, ·
I.ii
esti:qiacifoP del perjuicio
'·
que
•.
:(
con
la
de
fo
rmidad) resiérita el.ofendido; peFor
ésto
.es.
inuy
va- ;
gG,
mll'y:
ilideterminado, '
para
.
que
·;
la
jnstiéia .
pneda
•te-
ner
una
aplicación exacta.-
.P.c;l.ra
,demost
rar
la,
Glefi
cieu-:..
cia
de
1,a
ley
.penal, bas
tc
fs6lo· somete1< ese -arbitrio' ju~
dicial á ,
un
1ijero
examen
· de consecüencias_.
La
. lesión ·
qne se re,eibe,
en
la
cara y -deja .huella visible,
trae
· con~
sigo
la
, deformidad
,;
pues
que
altera
·,
la
ai·n1onía
del
,
ros~
tro,
ár
"
11:i,0hía
que
se
constituye
por
la
· ninguna . altera-
ció
i;i
,
de
, la,s fa~cion
qs
simétricas, y
q_:úe
la
defo
ri1
1id
acl
cambia
en
-aspecto según ·
sea
el sugeto· que
la
padece.
-'
--
-··
'116
La importancia.de
fa
deformidad que la lesi6n produz-
ca· en el que la resiente, puede estimarse_ bajo tres pun-
·-
~
os
distintos: és
to
es, según la posición social del
.,
pa-
ciente, según lá educación de éste y s,egún su sexo.
La
cicatriz en
un
soldado püede estimarse bajo dos
puntos de vista distiñtos: eLuno, si es recibida en cam
.:.
páña;
el
otro si es rec
ibid,íl
en riña ó fuera de ella; pero
por mano de persol'la tal y en.tales circm1stancias, que la
, ~existencia de
la
lesión sea ·vergonzosa para el individuo
que
la
resiente.
En
el primer caso, la Gicatriz es
un
tim-
bre
de gloria; en el segundo
un
motivo de bochorno y de
justaverguenzá,
mifs,
pór regla general, la lesión que su-
fre
U:n
soldado en ia
w:i
ra,
es motivo fnuy inferior de pe-
-
na
para 'el paciente que cuando éste se encuentra en dis-
tintas· condiciones; porque el que acepta como una pro-
fesión el ejercicio de las armas,
no
está
distante de ver-
~
, se
Iesion3
y la lesión que no reciba en cumplimiento ·
de,
su
deber, encubriendo hábilmente
su
origen cuando
ést
~ sea, vergonzos~, no puede ser motivo ·de rypulsión
hacia el individ:uo que la resiente, · porque es presumí-
/ . .
. ble que
la
recibiera
en
campaña, y nunca en otras cir-
. cun~tancias,-á menos que sea convencido
de
ellas .
. Esto· que hemos dicho con refer(mcia al soldado, no, ,
es' aplicable .al hombre en general; -porque si
un
sugeto
de posición social conocida recibe una lesión en el
ro'S-
tro, y
no
tiene en
su
abono el ejercicio de
las
armas, la
cic,atriz ser~· siempre para
él
motivo
del
desprecio
pú-
blico, de
la
pública desconfianza contra'
su
persona; y •
en
.
este
caso, el-perjuicio que resient
e.
~s
incalculable.
, - Si
por:
el contrario, el individuo lesionado pertenece
á las últimas
..
capas sooiales~ á
es.a
esfera -
q-µ.e
'hemos ·
I
117
convenido en llamar el
bafo
pueb.lo,
la
propia
lési6n lo
traeri
la
. estimación de
la
'
so
.ciedad en que vive; porque
ta l cicatrfa deforme, acusa valentí
_a
y resolución,
que
son cualidades que el pueblo estima y
respeta
entre
in-
dividuos de su clase; de
tal
modo, que si en el hombre
decente la lesión , es causa de
~onsta11;te
verguenz_a,
en
el hombre del pueblo es s~tisfactorio
timbre
de
glor:i'a.
Y no se nos diga que el h9mbre de
buena
posición so- _
cial, de clase y antecedentes conocidos,
pu
~qe discul-
par
la
les~ón que ,recibiera en vergonzosas circunstan- ,
cías
'.
. con el vano orgullo de . haberle
¡:;ido
inferida
en
duelo; porque cuando
la
persona no es complétatnente
obscura y no nace repentinamente en
su
edad
viril para
la
·
sociedad, sus ;antecedentes son conocidos, y entre ellos-
. se destacaría el duelo en que fué ag~
nte
por ·
Jo
que
de
notable tiene el acontecimiento
de
esta· naturaleza
entre
la
sociedad. ' ·
For
otra
pa;te;
no siempre el duelo reconoce
un
ori-
gen noble y levantado: algunas v·eces es
el
resultado de
una
fri validad y mucl1as el desagravio
de
una
ofe_nsa;
y
si el que
ostenta
·
la
lesión fué
er
que infirió el agravio,
nada
de honrosa
tiene
lá
existencia de
laJesi6n;
y si·
el
/lesionado fué el que sufrió el agravio,
la
herida
no cam- .
biará
jamás
la
condición de
Ja
ofensa recibida,
ni
desva-
necerá cierta· sospech~ de no
muy
buena
conducta; por-
que no es racional ni justo suponer que
el
· hombre que
vive virtuosamente,
dé
ocasión á
la
realización.
de
un
duelo que siempre supone
la
existencia
de
un
agravió
· qu~ no se recibe sin
dar
motivo á que se infiera,
ni
se
infiere. sin que las pasiones, en espantoso desborda-
miento, nos obliguen á ello. · ·
118
Si
al
tratar
lijerar,nente
de
• las lesiones i.nferidas al
hombre,
hemos apl-intado
la:s
diferencias 'de ios resulta-
, •
;J
·..
, '
•.
'
dos
¿qué podremos decir cuándo lo son ·á la mujer'?
En
la
.1:n.'ujer
· ordinaria
la
lesión 'produce ·
un
defecto .que al-
-gurí~s vec~s
pod_rá
'
ser
repulsivo; pero
en
1~
mujer e.du-
cada y belfa ¿pue~e estimar~e
si
el' petjuicio? Nó,
porque no es sólo la verg~enza que
la
paciente experi-
1
menta
·con la lesión, ~erg~enza que se hace extensiva á
r
Je:_s
parienies;
~s
la pé_
rd
_i~·~ d~ l~s
',
eh~an,t~,s ,f~sicos
q\1
~ ;
en
la
muj~r
'P
roduc
É;
la
muerte
_
s_o
.cial:
!')~
la
yérdida
de
.
la;
~mena rep,utación , q~e 'es la ll~
1'e
co:q.
.q~e;
.,
Ta
·
mu~
~r ,
educada
~e,
al;>re
las pliertas de los salones: ·
a1
pasar
pór
• ' \ • \
/:
' l f
¡,
'•
• , )
ff
los cuales· recibe el ho_menáje . que le es debido :y qu~
'forma
la
aureola·
de
·
su
virtud: · ·
s·
'·
·
' y
~l
arbitrio 'judicial ek
b~stinte
p~ra esti,ni.ar eÍ per;
juiqio? ¿pqr qué
~e
há
d.e dai:'al Juez
una
lioertad .
tan
, • • ' , ' } > •
.,
, , , , 1 , i ~, ¡ , ¡ )
amplia, que
para
el' ejercicio de la justicia tenga ,que.
C0~1-
..
.
vertirse ,e.n perito
d~
, la
..
educa,ci~p. .y de
1~
J;¡y
pe
,za· _fisica ·
con p_eligro ya no sólo de detér:m.jnar
su
pai·cialidad por
razón de
silS
. áfecciones, sino'
el~
-'ü-icnrrf; ·
e¡1
. cens
ura
cuan_d,~ s_
l\
calific~ció;~ n_~ 'sea
~er~
_cida
p~1:
µ9
s~r just~i
La
l
ey
carece
cTe
amplit
ud
y en 'consecu.enéia es de-.
1 ; ,
•(
• t
fectuósa1. p,orque quando·
11
9 .de,termfoa los C
t\~
.os por
no.
,
' .. '\.
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:r.orme1101
.,tz
a_da1pente~ incup;re· en ,de-
. fecto ~l
dejú
'esa _
det
9rminación ~l ar.bitrio)udicial,
rná~
1
suscep~ible de eqúivocación,_cuant_a me~or sea la edl1ca- .
¡.
, . ' > ¡
,I
1
,,..
•
~
•
.ción,y el
oueJ.?.
·
gusto
artístico de la p~r$ona encargada ,
de
'·
admirtisk~r jus½icia._
::
. · . · · · . , , · . .
-
Ei;_i
obvio d? dificl~lt
~d~,s
niutllas
par
a.
e1
ofend,ido ,
e,
l
,
Juez
y el ofenso1\
más
sencillo
s~~i?,
fijal' con a
p1p~~tu~
las
circu
'.
nstancias que pór ra
zó
n de la pos
~cióñ
sociai,
. 1
'
de
la
edncacirín y
de
l sexo, sirvieran pa
ra
agrav
ar
6 a
te
-
nu ar
la
responsabili
ébd
criminal, ó por lo menos, some-
tér á juicio
<:->
1e
peritos l,a decisión judicial.
Co
mo
nu
estro _ánimo no es
censurar
la l
ey
'Sino
sólo
npunü
1r las razones
que
en
cada
delito existan
para
ju
s-
tificar
la
int
erven ción necesaria del m éd
ico-kgi
st
,
l,
si-
gamos en el
est
urtio
de
las ·causas que deban
det
erminar
esa
intervención
tratándose
de la deformidad resul
tánt
e
de
las lesiones.
La
herida que se infie
re
, n o sólo
puede
ocasionar de-
formidad al que la recibe por razón de
la
pérdida de
la
'
armonfa que
resulte
·
en
el rostro, sino
también
por
su
situación y dimensiones y
aun
por
su
forma.
Líl.
lesión recibida á lo largo
de
la
frente
por ejemplo.
ptH}de desaparecer con
la
·
edad
al
plegarse
la
piel, 6
c0nfundirse
en
l
aS.
rugas,
y no así
la
que
·
surque
la
cara
•
en
otro· lugar,
ya
sea
de
derecha
á izquierda ó recípro-
camente;
de
arriba
á abajo 6 al contrario, ó
en
sentido
horizontal;
porque
·
en
todos
' estos casos,
la
deformidad
será
ya
no sólo
notable
por
su
posición incapaz
de
ocul-
tarse,
sino
por
la
alteración
del
órgano 6
de
los órganos
que
afecte.
Una
lesión _
que
partiendo
de
la
mejilla iz-
quierda
venga á
parar
á
la
derecha,
tendrá
que diyidir
forzosamente
la
nariz. Otra
herida
que partiea.do
de
la
frente
se de
ten
ga
perpendicularmente
eñ
la
barba, re-
ventará
el ojo 6 por.
lo
menos dividirá el párpado, y tro-
zará
los labios
'.
O
tra
herida
más
que
se
infi
era
por
un
extremo
de la boca y
se
de
ten
ga
más a
ll
á del
contrar
io,
prolongará los labios
de
un
modo
extraor
dinario y h
ar
á
espantoso el descubrimiento
de
los
dientes
du
rante
la
risa
6
en
los
natural€s
movimientos
de
la
másticación;
17
•
120
pero no sucederá lo mismo con la lesión que s
ur
que
la
frente ó el cuello
en
sentido horizontal, porque aquella
puede
cubrirse plegando la piel antes de
la
vejez ó con
ésta
, ó cubrirse con
el
cabello, y
la
otr
a
tendrá
como
escudo la camisa. Esto en cuanto á
la
situación de las
lesiones, pues en cuanto á las dimensiones de éstas, in-
cuestionableme
nte
no
sei:
:á de la mis
ma
importancia en
la deformidad la
herida
que se infie
ra
por
medio de pun-
sión, que las que se
hagan
con arma de fuego ó con ins-
trumento
cortante, y lo mismo puede decirse respecto
de
éstas
tratándose
de la .forma.
Com9 se ve,: ,la diferencia de las lesiones dichas, esti-
mada
su
deformidad
en
cuanto á, sí ~mismas y,1no pcfr
raz6n del perjuicio·
-'
que originen al pa:ciente: por los ór-
ganos.que interese~, ·por
ra:zón
de la educación del pa-
' ciente mismo, de .s:u manera
d~
ser social
ry
de
su
sexo,
es basta·
nte
para
J~acer imposible
.el
arbitrio judicial. , :
A un·
hay
nhís:
Hay
lesion
es
suceptiblef,
de
desapare- ,
, cer por medio de la ficción
que
facilita·
su
posíción 6 el ,
arte, ,6 por
el
-traseu'rso del·tiempo
:-
:
En
, uno y
en
otr9 ' ,
caso, ¿cómo1pudiera fijar el
Jlreida
justa
imposi
ció
n de la
pe:ria
· al -delincuénte sin el ~concurso del · médico-legista?,
:
Hay
lesiones ,también que dejai1do pequeña y poco v
i-
·s
ible,
defo1
~midad, son origen de males ' gravísimos
~r
que
deben detérrninarse
aun
despTiés
d~-Ia
ci
catr
ización. ¿
Có
-
mo también pudiera fijar ·el Juez
la
ju
sta
imposición de
la
pena al delincuente sin el concurso del médico-legis~
ta?
Es
indudable que sólo
el
médico-legista puede fijar
hasta
qué extremo debe estimarse como deforme
una
le-
sión, y si
ésta
es suceptible de desaparecer más 6 menos •
121
tardeó
de
permanecer
constantemente
durante
la
vida.
Y esto es lo que
la
ley
prevee y
en
lo que
funda
la
impo-
sición de
la
pena;
pero
queda
siempre
pendiente
cual
dtibe
ser
el
más
propio y el más adecuado
de
los medios
para
fundar el arbitrio judicial, y
este
es sin duda, el
juicio pericial
prev
io al fallo, que b
ley
no considera,
pero
ql-Íe
las propias dificultades que e
lla
crea
hacen ne-
cesar10.
Ahora
bien
,
la
ley descansa
para
la
imposición de
la
pena
en la. existencia
de
la
deformidad pToducida por
la
lesión y en la
dura
ción de ésta, mas no fija los modos
de
apreciar las diversas deformidades
que
deb~rían servir .
dé
base
pa
.
ra
el j
usto
arbitri¿
judicial.
Her
idas
hay
que
dejan
una
huella
defo.rrne poco 1
Sr:o
nunciada
y
otras
que
la
dejan
notablemente
v'isible.
+1º
que
en
un
¡ugar
de
la
cúa
puede
ser
hasta
espantoso:
én
otro
110
llamará
la
atención, y
en
algún qaso
puede
hastá
agrac
iar
él s~m-
blante,
sin dejar
por
. ello
su
triple
condición
de
defo~·me
(puesto
que
la
'deformi
dad
se
constituye
por
la
::i,lte,ración
de
la forma verdad~ia y no por el
horror
que insp'ira
el
aspecto de la lesión), y de visible y
permane
nte
. Lo
que
en
]a cara del
hombre
ordinario lo agracie
ent
re
su
clase,
será
espantoso
para
el
hombr
e
ed
ucado y hórrible
para
la
muj
er
.
¿,
Cómo _
encaminar
en
estos casos ·el
arbitrio
judic
ial?
Por
medio
de
la opinión méd'ico-1.egal que pue-
de
fijar
hasta
qué
extremo
la
herida recibida y que deja
huellá,
pueda
alterar
la armon
ía
del
semblante.
Las
lesiones
también
pueden
ser
de
tal
naturaleza,
que
sin
dejar deformidad visible, vengan á
mutilar
al hom-
bre
de
tal
modo
que
le
nulifiquen
algún
órgano como,
por
ejemplo, en
la
castración, ó bien
pueden
ser
tales
que
122
/ 1 /
sin dejar
mas
que
una
leve
huella,
trajgan
co
mo conse-
cue
ncia
la
m
uert
e del individuo p~r cau
sa
s dis
tintas
á
la
lesión, pero no ajenas
:5.
ella,
que
pueden
reput
.arse co-
mo origen del mal.
;,
'
G
eneralm
e
nte
las
mordeduras
no dejan ma s
que
lije-
ras señales de
su
existencia, y
bien
pron
to
adquieren
la
apariencia de sanas, siendo esto motivo
bastante
para
que
el
delincuente
no
sufra
mas
que
un
castjgo moderado.
¿E
n qué
se
funda
la
autoridad
para
la designación
de
la
pena
y
su
imposición?
En
el certificado expedido
por
los
facultativos
encargados del reconocimi
ento
y
cura
-
ción
del
lesionado. ¿Lo dicho
en
este
certificado
deb
e
estimarse
siempre
como
verdad
científica?
Esta
es
la
cuestión
que
debemos
someter
á
nuestro
estudio.
El
hombre
y especialmente la
mujer,
á
falta
de
armas
y
durante
la
riña
que
sostengan
con sµ
semejante,
hacen
uso casi siempre,
de
las débiles
arma
,s
que
la
naturaleza
les
para
su
defensa. y
ataque
. Los ·pies y
las
manos,
las
uñas
y los dientes,
prestan
activo-
contingente
para
atenderá
las
peripecias del
combate;
mas
cada
miembro
de los citados, ejerce un servicio
inmediato
y.
directo y
otro
derivado y como
de
ocasión. Los pies
servirán
en
el
pr
imer
caso
para
sostener
el
cuerpo
e:a
equilibrio
que
ase
gure
la
ventaja, y en el segundo,
serán
medios
para
desequilibrar
al enemigo ó
conturdirlo
inesp
éra
da y
ventRjosamente.
Las
manos
tienden
indistintamente
al a
taque
y ú la
defensa;
pero las
uñas
y los
dientes
son
los medios
más
usados pa
ra
el
ataque
mism
o.
Y así, n o
os
extraño
ve,·
que
c11.a
ndo
el
combate
se
prolon
ga
y las
fue
rza-s
muscul
ares se
debilitan
en la lucha,
si
el
diente
ó
lct
u
üa
hace
i'l
p~·esa
en el
co
nt
rario,
no se
reti
ran sino
' \
123
dejando espa_nto~a
huella
d.e donde
br
ota
la
sangre
gota
~
gota 6 en hilo prolongado, que enrojece
la
ropa del he-
. rido y
ql1e
colora los
dü
,
ntes
ó J
a3
uñas
del heridor con
tintas
color de
púrpura.
El hombre es
un
animal privilegiado; y como el :mi-
mal, usa de las
uñ
as y de los
dientes
para. vencer al ene-
migo,
ni
más
ni
nienos que
~orno
el perro y el león,
el
tiburón
y el reptil.
Hemos dicho que el hombre y l a mujer
qsan
de los
dientes y
do
las uñas
para
el
ataque
y cuando
Cal"ecen
de
arma
para
la
lucha;
pero
este
uso es
más
común
en
la mujer, en quien, por· rázón de
su
configuración mus-
cular y de
lti,
naturale~a
torpe
de sus miembros, el avan-
ce
y el retroceso rápido,
la
inclinación violenta del
cuerpo,
la
nípida extensión de los brazos y ,de las pier-
nas, no son
tan
activamente
puestas
en
ejercicio como
en
·
el hombre. De esto res
ulta
que
la
mujer
tienda
á colgarse
de
l cabello de
su
contrario,
y¡
ay
de -éste
si
el
intento
se
logra! porque entonces las uñas y los
dientes
del vence-
dor caeran sin
piedad
clavándose
en
las
carnes del ven- ·
cido, en donde. dejan muchas veces,
sangrienta
y horro-
rosa huella. _
Ahora
bien,
la
mordedura
t_iene
mucho
de.horrible por-
que asemeja á las fieras al que
la
infiere
supuesto
que
se
ve en
la
boc~
la
sangre
caliente
aun
del enemigo;
púo
la
mordedura
es casi siempre inofensiva á no venir des-
garramiento
y arrancainiento espantoso de
la
parte
com-
prendida
en
la
mordida: á no
ser
así, queda lijera
hue-
lla
de1
la
impresión
de
los d'iei1tes, ·6
más
propiamente
aun,
de
su
penetración
en
las
partes
blandas,
pues
cuando
la
herida
es
hábilmente
curada,
la
cicatrización,
¡-
124
viniendo de adentro á afuera,
apenas
dejará
la
visible
huella que deja sobre
la
piel
la
pústula
de
una
viruela,
cuando la luz y el abandono no
han
servido p
ar
a evitar- ·
la.
El
herido
sana
por
lo común
en
corto
tiempo
y el he-
ridor
reporta
una
pena
lijera
muchas
veces.
Hasta
aqúí
la
clasificaci6n de
la
herida
y
la
estimaci6n
de
la
pena
son
bastante
sencillas,
y;
al
Juez
le
sobra pa-
ra
formar
su
juicio,
la
opinión
de
los médicos encarga-·
do~
de
la
curaci6n del lesionado.
Pero
aquí
entra
la
necesidad de que el médico-legist~
someta
á
su
estudio al agente del delito, sin que
para
ello
sea
precisa
la
petición_ del agraviado,
sino
que
ese
estudio quede impuesto como
precepto
legal, porque mu-
chas veces sucederá que el que
muerde
padezca,
por
ejemplo, de s1/ílicles bucales, y
en
este
caso, lo seguro
es
que el contagio se verifique por
la
inoculación de
la
mor-
dida: que
esta
sane "brevemente: que
por
esto la
pena
que
se imponga sea sencilla; y que, no
obstante,
más
ó
menos
tarde,
resienta
el paciente de
una
manera
bien
· penosa, las consecuencias de 1;. fatal mordedura.
Est
o
·se evitaría si la
ley
.
penal
inscribiera
enhe
sus sabios.
pr
qceptos,
el
reconocimiento obligado del
agente
del de-
lito, que deberían hacer. en todo caso, los mé,dicos-legis-
tas, porque . estos no se limitarían
al
simple reconoci-
miento
de
la
herid
a:
y á
lá,
atención del lesionado, sino
oué
haciendo extensivo ese reconocimiento
al
estado
del
heridor, vendrían por de pronto á
procurar
· evifa
'.
r el con-
tagio en
el
paciente, y
e:q.
todas circunstancias, á fijar,
si
las
consecuencias
~orb
osas
qt
-Í
e. ést e
expeámente
, son
resultado
de la lesión sufrida, en cuyo casó, podría
te
-
~ ; '
'"
\ '
125
nerse el mal estado
de
sa
lud
del agresor como
agravante
de su delito, aunque se quisiera
hacer
valer que esto n o
fuera
justo
por no
ser
imputable
al
heridor
tales
conse-
cuencias, á lo cual podremos
contestar
con
este
ejemplo:
Si
un
individuo
portador
de
una
arma
envenenada (un
pufi.
a
l)
sostiene
una
rifi.a, y á sabiendas que la condición
de aquella
puede
hacer
mortal
la
lesión que infiera, ha-
ce uso del
arma
apesar
de
esta
consideración, claro es
s11poner,
q1,1e
su
deseo de perjudicar
fué
más allá
de
aquellos actos que
la
defensa y el
ataque
permiten, pues
que puede comprenderse
la
ventaja,
la
alevosía ·y
la
trai-
ción, cuando á sabiendas
se
'explica
la
inutilización -del
enemigo, con
armas
arregladas
para
la
muerte
por
la
.
más
repugnante
deslealtad,
pues
que creyendo el con-
trario
luchar
contra
arma
que
ve_,
lucha
con la
po11zofi.a
y
el daño que
esta
tiene
en
sí; y que esperando
ser
herido
más
ó menos
gravemente
con
una
arma
cuyo. modo de le-
, sionar se explica, ignora que el
más
lijero rasguño que
en
su
piel produzca,
será
la
entrada
de
una
muerte
inevita-
ble. Así el que
sabe
que,
en
su
naturaleza
hizo
presa
la
síf).lis: que
su
boca es
una
Haga:· ,
que
en
su
i,aliba se
destila
el
pus, bien
comprende
que
toda
lesión que c~n
los
dientes
produzca, .debe llevar
en
sí
la
in0c'Ulación
de
un
mal
asqueroso, ,repugnañ'te y
terrible
. . -
.
En
gEjneral,
la
mordedura
puede
ser
insignificante; pe-
rn
por
razón
de
,la
. sífilis,
cürable
1en mucho tiempo por
la
dificultad de:
Ia
,cicatrjzación, ,6 ,bie'n r-
ápidanienté
cu-
rada
én
apariencia, pero dejandb,
J~n
el
cuerpo el trabajo
de
zapa, terrible, 9-ontinuado y asqueró'so
do
·
la
sífilis,
q1.1e
.
va
:
d:o1!1inand0
.Ja organización le
ntam
ente',. ha
sta
re-
-velarse en llagas. i·epugnantos
que
tra
en consigo
su
sé-
126
quito inseparable de :
-<
:
l._olores
físicos y de amarguras mo-
rales.
Apuntamos
·no ·hace mucho,
la
realización de esas le-
siones que
traen
como consecuencia
la
mutil
ación del
· hombre en
la
parte
más
noble de
~u
organización.
Esta
clase de lesiones se verifican por lo común, des-
prendiendo el pene, arrancando los testículos, ó quitan-
·do uno y otros; pero de todos modos
la
inutilidad
del
hombre
para
la
procreaéión, en
tales
condiciones, es in-
cuestionable; y la deformidad queda pero de
tal
modo,
q
ue
la
cicatriz más nota
ble-
y
más
repugnant
e
e1:;
el ros-
tro,
es ·preferible
(,,
la falta de un órgano creado
para
1a
' \
~
propagación
de
la especiei
para
el placer y pa
ra
la
con-
servación de la virilidad.
Esta
clase
de
lesiones no
tienen
i
g.
nal significación
en el hombre
vulgaJJ
como en el'hombre educado, porque
· no es la misma
Ja
esfera :social
en
la que giran,
ni
los
-mismos los sentimientos rque abrigan·. ·
El
hombre educado
tiene
compromisos sociales que
no
puede
eludir
-sin·
causa
justificada, y esta no· la
hay
par-a dejar
de
· contraer matrimonio en
determinado
pe-
ríodo
de
la
vida.
A -
cierta
edad, cuando el fuego-de las pasiones
tiende
á extinguirse; cuando
la
experiencia dolorosa
de
algu-
nos alios demuesfra que
la
verdadera
tranquilidad
só-
lo.
se
encuentra
én
la
familia,
el
nombre, siguiendo
la
ineludible
ley
, de ]a
naturaleza,
busca el reposo,
er
des-
eanso ·
de
las futigas,
de
-
la
existencia, en
la
formación
del
hogar, en donde sus caricias se
reparten
·con
amor
en-
tre
la
mujer á quien adora y los hijos que
le
pertenecén.
La
mujer
por
su
parte,
busca
también
esa tranquili-
·127
dad, porque la naturaleza
la
impele á ella,
presentando
ante
sus ojos el delicioso cuadro de
la
maternidad.
Ambos seres buscan
el
matrimonio
q'ne
es como
una
necesidad personal eii cierta época de la existencia; y
el hombre no puede esquivarlo sin que
su
permanente
celibato se haga sospechoso, como originado por una ten-
dencia invencible á continuar la vida desordenada de la
juventud
á pesar de los años, 6 por la existencia de
un
defecto físico que le impide cumplir noblemente con los
füies del matrimonio.
La
sociedad repele al eélibe cuando el celibato se
.prolonga más allá del período
en
que
el
matrimonio se
hace necesario;
-y
.esa repulsión obedece á la desconfian-
za que inspira todo
sér
que, sin raz6n justificada, per-
siste
en
un
estado que repugna á la naturaleza. , _
Así, pues,
una
lesi6n que inutiliza al hombre
para
'
la
propagación de
su
especie, le acarrea fatales y terribles
consecuencias,
ya
no s6lo respecto á
13:
sociedad, sino
respecto á sí mismo, porque se ve privado, por inútil; ,
' ,
de
esa vida qúe es la base de
su
tranquilidad sobre
la
tierra
.
• ¿ Cuál
esfa
importancia de
una
lesi6n semejante?
Es
imposible definirla, , porque
hay
dolores que
~6lo
son
comprendidos por aquellos que los padecen.
Esta
~lase
.de
lesiones son
tanto
más
criminales cuan-
to
que no s6lo afectan
al
hombre aislado, sino que
ata-
can á la sociedad, \
en
el derecho que
ésta
tiene-
para
que
ninguno de sus miembros le deje de
ser
útil
en
e~
orden
y
para
el füi con que fué criado; de
tal
modo, que bas-
tan
estas consideraciones
para
estimar
como gravísima
la
responsabilidad
del
delincuente. 18
·128
Que
la
castración es posible, lo
demuestra
la
existen-
cia
de la pena que
la
l
ey
impone al que
castr
a á otro;
lo
demuestran
los varios procesos que
han
sido por ella
motivados: lo
demuest
ra
la historia cuando nos ofrece
casos como el de Nerón, mutilando á Esporo,
para
·hacer
de
él
una
especie
do
mujer en quien . satisfac0r los ins-
tintos
de
su
lubricidad [ enardecidos por los encanto·s
físicos de
su
víctima J
en
órganos genitales h echos de
propósito; es decir, no sólo despojándolo de los órganos 1
propios
de-
su
sexo, sino procurándole los del contrario,
por
medio
d~
una
incisión que facilitare el desahogo de .
sus
placeres criminales; pasando los límites de
la
sodo-
mía,
para
llegar
al
delito no previsto por
ley
alguna, por-
que
sólo pudo caber
su
realización en .
la.
int
eligencia
ofuscada de
un
tirano lascivo y criminal.
Ahora
bien
¿cuál
es la influencia de
la
medicina le-
gal
en
esta
clase de delitos?
Es
perceptible á
primera
:vista con sólo
la
consideración de que .el médico-legista
~s
el único que
puede
estimar
en
lo que vale,
la
impor-
tancia
de
la
deformidad
por
lo que
en
sí es y por
sus
consecuenqias; porque es · el único que
puede
va_loriza:r
científica.mente
la
potencia cre~tdora del : lesionado y
el
contingente
de
descend~ncia.
qt1.e
pudiera
haber
dado á
la
sociedad,. consideracion~s que
S(?n
muy
dignas de te-
nerse
en cuenta, sí,
para
el arbitrio.judi.cial, debe impor-
t ar y.mucho,
la
importancia ·
de
la
deformidad por ra-
zón
de
tas , cónsecuencias que por :ella
reporte
el
agra-
viado. ·
Por
'
otra
parte
¿no. :es
digp.o
d~
toµiarse\
e-1:i:
cuenta
pa-
ra
Ja imposición del castig
o,
el perjl
li:
cio que resiente el
agr
aviado ,
ya
no sólo con
J~1,
pr
ivaci6n·de los ·
órgan
os
·120
que
le
son
precisos
para
la
sati'i,facci6n
de
· ·sus
placeres
natu
r
ales
;,
para
su
felicidad
doméstica;
sino
con
lo
más
doloroso
aún,
con
el
reproche
inmerecido,
por
injusto,
de
la
sociedad
en
que
vive:
reproche
tanto
más
sensible,
cuanto
que
el
que
lo
reporta,
puede
comprender
su
inten
'-
sidad
por
razón
de
la
esfera
social
en
que
se
encuentra
si
es
un
hombre
educado,
pues
en
cuanto
al
individuo
sin
educaci6n,
en
sus
propios
vicios y
en
aquellos
que
inven-
te
en
su
impotencia,
encontrará
la
compensaci6n
de
su
dolor
pasaj
ero,
sin
que
lo
afecte
mucho
la
opinión
social
apenas
manifiesta
en
su
contra.
:,:
*
:!:
Hemos
hablado
de
las
lesiones
que
pueden
sufrir
el
hombre
y
la
mujer
y
que
deben
estimarse
-
como
las
más
importantes
en
.
el
agravio
inferido,
y
vamos
á ocu-
parnos
de
aqu
.
ellas
de
que
se
hace
víctimas
á
los
niños.
Frecuentes
son
los
c:asos
en
que
los
malos
tratamientos
de
los
padres
ó
de
aqu
1
ellas
pérsonas
de
quienes
los
nífios
dependen,
llenan
dé
cicatric
es
espantosas
los
cuerpecitos
delicados
de
éstos,
haciéndoles
adquirir
mnchas
veces
un
aspecto
hordble
y'
óte'pulsivo) ' ' .
j,,
...
, : ; . . .
..
f •
!'
' . ' . . '
No
habkirémos
de
_
la
crüeldad
qué
estos
actos
revelan
en
'él
agente:
no
hablareinó~
:t ~mpo'c'o
de
los
.
dolores
fí-
>
,,
.
••
• j , 1 ' • • •
sicos
que
se
hacen
sr
ifrir á c
uerpos
sin
resistencia
para
ellos, hab-farenú
'l
s s\üc{ dé
las
co,nsecu'en"cías
q~
~
_p'
u'
_
edan
•.
' ' . ' '
..
. l •. . ' 1 1 • '
~
. • • ' ' 1
acarrear
. á
los
.
n.iñüs
:ésos '
horrible
_s
sufr
_
imientos,
;
Jmyas
. " . ' • . ' )
t'
. - .
huellas
'no
se
pófran
con'
el
trasi:mrs'o
de
los
años
.
. ,
I,
1··
¡;
.•!,·1.
Por
lo r
egi;i.l
t,t1
\ lqs crimina}es que llev¡in su za
fi
a y su
,,
•
·1
' . . '
encono
sopre
·
ser
,cs d_ebiles é indefern
~os
,
ocultan
su
falta
' ' . ' ' .
l.
¡
~
.
·.'
l • ¡
•130
bajo el pretexto
de
que
las
lesiones se fas
ha
producido
el
niño mismo por
su
carácter
travieso é irreflexivo.
Cierto es que
la
averiguáción criminal ,
rro
se detiene
ante
la
excusa 6
la
dise1üpa del agresor, sino que
v&.
di-
recta
~1
esclarecimiento de
la
responsabilidad que pueda
eaberle; pero cierto es también que ·ciertos seres dota-
dos de
una
iefinada craeldad, ponen los medios necesa-
rios
para
que el niño caiga en el peligro y de él salga lesfo-
'
nado; \
¿,Qué
revela la existencia de esta cruel.dad?
Un
refi-
namiento de infamia que sólo ,puede concebirse en.seres
afectados por
un,a
monomanía, cuyas manifestaciones se
revelan con
la
perpetración
de
actos espantosos.
-Hablemos de ·estos seres, enajenados' cuyas horribles
acciones no deben en muchos casos hacerlos responsa-
bles ,de ellas, y para hacerlo, ocupemonos por
de
pronto
de las monomanías impulsivas, qn'e, por
un
esfuerzo fa
'-
tal, llevan á
la
consumación de ciertos actos que
la
-nio_-
ral
reprueba
y que. e9nmueve11 á
la
naturaleza
humana
por
la
forma, verdaderament~ espantosa que los carac-
teriza.
El
delirio
de
las persecu.ciones nqs
suministra
innu-
merables
ej_emplos
del extremo
11
que ,
puede
c,.
onducir al
que lo padece,. Sab_ido es que
la
víctima _
de
este delirio
comienza
a,l
principio
de
él por volverse desco.nfiado y
cuidados.o: en cada persona cree ver. un enemigo que es-
pía
sus
actos, que lo vigila y
que
explora
sns
pensainien7
tos:
Este
es
el
primer paso que guía al enfermo
al
de-
. rrum bamiento de
su
razón. Después el d.elirio se 'acentúa,
y
el
enfermo cree ver amenazas y peligros
para
él
en
las
acciones
más
simples de los demás; pero conservando
131
aun
un
poco de
equ
ilibrio en sus · facultades, busca el ·
apoy o de la justicia para que
ésta
lo ponga al· abrigo de
aquellas persecuciones peligrosas con que sueña.
El
de-
caimier'lto intelectual se acentfra
po
r fin, y
eri
tales circuns-
tancias, el enajena,
do
· ocurre por sí mismo á
su
defensa
_
en
·los
sup
uestos
ataqu
es de que se juz
ga
víctima; y ten-
diendo por
su
propia n
atura
leza á
su
defensa propia (por-
que este insti;nto se desarrolla con la existencia del delirio
de la persecución) repele la agresión soñada con rudeza,
y hace uso de los elementos que. tiene á
su
alcance
para
la
destrucción de
su
supuesto
en,!3migo.
Lo más _notable
de
esta
forma de delirio, es que el en-
fermo que lo p~dece, fija
su
atención
en
determinadas
personas; como los principales. instigadores de la perse-
cución que sufre y del peligro que adivina.
En
estas
condiciones, las intenciones del monomaniaco son exce-
sivamente peligrosas
··
para las personas en quienes
fijó
su
atención, y en la primera oportunidad llegara á agi'e-
clirlas de
"Qna
.
maneta
violenta é inesperada.-
De
este
acto de violencia puede
resultar
una
lesión 6
la
muerte
del agredido; pero el monomaniaco no se ocul-
ta; no se substrae á
la
acción ,de la justicia. S,e confiesa
autor
del hecho,
mas
busca la justificación de él
en
los
at
ropellos,
en
los atentados de que, por
parte
del lesio-
nado ó muerto,
ha
·sido víctima1
•
Por desgracia,
para
los jueces,
esta
clase de delirios no
extravían por completo á los que los
sufren,
y sus de-
claraciones pueden
reve
st
ir
tal
forma de verdad positiva,
que ex:travien á
su
vez el' criterio judicial, creyendo
la
aut
oridad que el hecho cometido es hijo de
una
inteli-
gencia cuerda y
en
justa defensa perpetrado, cuando,
132
por el contrario, es fatal resultado de
un
cerebro próxi-
mo á
hundir
se por completo en los abismos
el
e
la
locura.
La
monomanía religiosa también conduce á la comi-
sión de delitos en los que las lesiones figuran
en
primer
lugar, y lo mismo podremos decir de la hipocondría
cuando el delirio está bien organizado y sistematizado,
porque entonces el monomaniaco se vuelve p·eligroso y
su
tendencia es
atentar
contra las personas.
Las monomanías instintivas que reconocen
su
orige1+
en la herencia, predisponen fácilmente al crimen,
ya
sea
que
el
impulso sea súbito y que á él se siga la ejecución;
ya
sea que se forme le
ntamente
el ·propósito y se va
ya
desarrollando
.Ja
:
c<
;miisión de·I ·deHto,con la:·[erita'tranqüi-
lidad de.la premeditación .
..
(¡:1
:'
:_i·
·
'.
•' ' 1 ·; 1
''
'.
Per.o
hay
una
.-
forma de d.elirio -aun má's difícil de· in-
vestigarse que· las anteriorés, y es
te
es
el
delirio de for-
inas alternas, ó de.doble
,·
forrna; ó
--
m'ás -
cla
ro aún, de
forma circular·: . · '.'
.'.
·
Esta
especie. de enajenación
:m:Émtat
caracterizada
pcn
' ·
la' sucesión regular
de·
· dos períodos, distintos',
e-
1 uno de
excitacion maniática, · de depresión'1n elancólica él otro,
seguido frecuente, más que frecuente,
invúi
ablemente
de un período más ó menos prolongado de calm·a y de
razón
...
Durante
el dominio del
primer
período de los indica-
dos, la activ-idad, 1a iniciativa y el entusiasmo; soü sus
manifestaciones ordinarias; pero no se crea por esto, que
estén
excluidas de la inteligenc
ia
de los enferinos, en
ta
les condiciones, las ideas del delito, pues éstas domi-
nan á veces, y se realizan con frecuencia cuando el ins-
tinto se determina; A
este
período,
a:l
que sigue induda-
133
blemente
el de cansancio y de inacci6n,
ninguna
persona
puede
darle el
carácter
de locura,
porque
para
mayor
extravío de
la
in
te
ligencia extrafia,
éxiste
en
esos enfer-
mos
una
facilidad
extraordinaria
para
expresarse, ale-
grfa, regularidad en
sus
digestiones,
buen
apetito y sueño
tranquilo y reparador.
¿Quién al
tropezar
con
un
hombre
que
en
tales
condi-
ciones
aparentes
haya
cometido
un
delito, no lo juzga
un
criminal'? ¿,quién, cuando ese mismo individuo cae
en
el período de depresión melancólica, no lo juzga ago-
v:iado.
por
los remordimientos de su crimen? y ¿quién;
por
último,.
cuando
el
enfermo
entra
en
el período de
razón y
trata
de
disculpar
su
responsabi
l~d
ad,
n(i)
lo es-· .
tima
co~no
· un
verdadero
.bribón,, cuyo,
.d(3seo
.
dominante
es
procur~r el extravío ,de,
la
concieiicia judicial? . ,
Y no obstante~ el ·ag~nte -de
un
delito.
en
·
ta
les circuns- ·
t~ncÍfü;l;
.-
:es
un
v~i·dadE;)ro
,irresponsal
b:le
de
sus, áétos, y
no merece: qu~
el
rigot';
d.e
la
,
justicia
,eaiga so bre,siu ca-
beza. , , .
:>
, ·
J
. Y,
por
desgracia
para
~l criterio judicial, 'h
ay
la cir- .
cúnstancia
muy
.
atendib
le
de
que '
esta
clase de delirio
de
que nos ocupamos,,es casi siempre debido á
la
her
.en° ·
cía, de
tal
modo, que_
aunque
se qui
era
ver
en
ésta
los
antecedentes
personaJísimos del delincuente, .
est
o no es
posible, porqu·e los elementos ·
constituyentes
de
su
locu-
ra
se
pierden
en la l
arga
·serie, de sus progenitores .
. Después de los breves
apuntes
que dejamos ase~ta-
dos, se nos ocurre
preguntar
¿si
un
individuo dominado
·
por
al
guna
de las formas de delirio que dejamos expues-
tas,
produce
una
lesi6n y
ésta
deja
huella
_visible y de-
formidaq
aparente
en el lesionado, merece el castigo
134
q\1e
la
l
ey
le impone? Bajo ningún concepto; porque el
tal
individ
uo
es abso
lu
tamente
irresponsable de sus ac-
tos; mas ¿puede el
Juez
por sí mismo inv
est
igar cuál fné
la
causa, el móvil, el origen del delito? Nó; porque ni la
ley 16 facul
ta
para
entrar
en
ese
gé
nero de
invest
igacio- ,
nes cuando no
hay
una
manife
sta
ción evid
ente
de la lo-
cura,
ni
él debe estimarse competente
par
a decidir .por
sí
3r
ante
sí que el delirio existe. ¿,Esto qué nos demues-
tra?
La
n
E:l
cesidad de
la
intervención del médico-legista ·
par
a el reconocimiento de todo aparente criminal aislado;
porque si es justo castigar
al
que d0linque,
más
justo es
. investigar previamente, si el que debe ser castigado me-
rece
el
castigo.
Muchas veces, los enajenados de las clases
de
que nos
ocupamos~-especialmente
aquellos que se
ven
afec
ta
-
dos
de
locura
circular,-tienen
después
de
su
período
de
excitación, uno más largo
de
calma, de reposo y
d6l
razón.
Durante
el dominio de
este
período se juzga
al
autor
de
un
delito, y, como se le estima sano porque
sus
palabras ·
son ordenadas y
su
razón le inspira
su
defensa,
se
le
cas~
tiga.
Impuesta
la
pena,
es
conducido á tina prisión
para
extinguirla
en
ella, entonces
ya
sea que
el
acceso se re-
pita
naturalmente;
ya
sea que se vea provocado por el
sufrimiento físico y moral, el resultado es,
que
volviendo
el
enfermo á
caer
en
el período de excitación; comete
un
crimen de igual
naturaleza
ó más grave aun, y se ve juz-
gado
nu
evamente como reincidente ó como
autor
volun-
tario
a.e-
un nuevo .delito; y en uno y en
otro
caso,
se
agrava fa
pena
que
ya
sufre con
una
nueva condena, ·
tan
inme
recida, en verdad, como la
anteriormente
im-
puesta.
t~No
es esto
lament
ab
le
? .
·'
135
Por
desgracia para
la
humanidad
la
locura es más
co
-
mú
n de lo que á prime
ra
vi
sta
parece.
Los vicios, ~gotando
la
natura
leza creadora, producen
generaciones en
fe
rmizas, d
eb
ilita
da
s, predispues tas ú la
desgn
~c
ia física y nacidas
para
la locura. La embriagu
ez
especialmente, especialm
ente
tlmb
ién el exces o en los
placeres rnnéreos, pre
stan
el mayor
co
n
ti
ngen
te
para
la
formación de eso s hijos q no Ye rnos desdo niños con la
faz amarillenta y pr
ema
b:ai:
m1
ente ple
ga
da : con las en -
cías lívidas y los
lab
ios púlidos y el cuello escabroso
por
h escrófula ;
el
e osos nifios e n cuyos ojos brillantes y di-
. latados, reverbera
un
exceso de inteligencia, que se agos-
ta
bien
pronto
en las obscuridades casi tenebrosas de
la
-
locura ; de esos niños que
pare
cen nacidos
para
llevar
1
ma
vida de
torturas
físicas y morales, qúe
tienen
por
limit
es forzosos
una
temprana
muerte
por
fortuna 6
por
desgracia el cadalso,
la
prisión 6 el manicomio_ ¡Pobres
ser
es sin culpa, nacidos sin conciencia y arrojados
al
mundo
en
la
satisfacción de los placeres,
para
ser
des-
graciados desdé
que
su
primer
vagido anuncia el albor
desde luego decay
ente
de
su
existencia!
Cu
ando
la
cuidadosa atención de los pa
dr
es
tiñ
e de
rosa
aqu
ellas mejillas pálidas con
la
palidez
do
muerto
s:
~on esa palidez amarfilacla de los cadáveres; y torna en
rubíes los labios descoloridos, y en
tersa
s y
limpia
s
las
ru
gosas frentes, parece qu~ el niño se salYó de la fa
tal
h
er
encia
de
la.
loc
ura;
pero no es as
í,
sino q
ue
é
st
a exis-
tie
ndo on el qu
id
obsciwum que le corresponde, espe
ra
un
a
cau
sa
oc
asional solam
ente
par
a revelarse en to
da
su ple-
nitud.
Cuando
esto no es así: cuando
la
causa
de
la
locura no
19
'-
136
es la
herenc
ia
, e ntonces el vicio mismo
la
provoca
last
i-
mando
el cerebro: agotándolo con las
constantes
y
Yigo
-
rosas
excitaciones que se le imprimen; y en definitiva,
é ¡;tos como aquéllos,
estarán
predispuestos al crimen, ·que
realizan bajo el poderoso impulso de
la
monomanía do -
minante
.
En uno~ y
en
otros, el delirio los sorprende, si es po-
sible en medio de
una
salud
aparentemente
perfecta,
de
ta
l modo que las manifestaciones de aquel
pueden
reve-
la
rse
en cualquiera circun
sta
ncia, ya
sea
durante
el sue-
ño
tranquilo
que se di
sfruta
sobre el blandp lecho
de
ab
ri
gada
alcoba,
ya
sea
duran~e el contento,
la
locura
y
ol frenesí de
la
orgía, y pueden hacer víctimas
desde
el
hijo pequeñito que reposa con · 1a bqca
entreabi
er
ta
y
perfumada,
hasta
el
extraño
'que se ·codea con el enfer-
mo en
la
sala del _festín, regada por
el
vino y n ena
del
humo
del tabaco y
d(::\l
aliento alcoholizado de los comen-
sales.
Si
en
estas
últimas circunstancias, el enfermo domi-
nauo
por
el impulso
súbito
se arroja sobro los concurren:
tes,
y
hiere
y
extermina
¿q
uién no ve'
rá
en
él al ebrio ó
al celoso que sigue los
impu
lsos
del
celo 6 de
la
embria-
guez? Y no será así: no
habrá
tal
vez ni
ebriedad
ni ce-
los:
será
la
manifestación de la locura el
resultad
o de
las
diversas
eniociones
del
festín, que
servirán
de causa·s
ocasionales
para
que aquella
se
manifieste. No
serán
el
origen el vino ni el cham
pagne
que se desborda
en
pe
rla
s
trasp
:uentes
del crist alino vaso,
ni
la
sonrisa -fe-
menil
ne
gada y que s e
tributa
al vecino
en
la mesa, de-
ja
ndo al cbsenbierto los
blancos
y parejos clientes
entre
los carmíneos labios, ni la
presión
-ve
darfa dol pie
peque
-
)
..
, L
..
137
ño y . combado que ·
éubre
la
elegante
bota
. Nó;
será
la
existencia del
momento
fatal; del
instante
determinado
e'
n
el
cansancio de
la
naturaleza
física,
para
que
la
locu-
ra
se revele en
toda
su
plenitud
terr
ible,
hundiendo
al
cerebfo
en
el
casi
siempre
eterno
estado
de
su
desequi-
librio.
Y no
obstante,
el
aparente
criminal
será
conducido á
la
presencia
Juez,
y
su
aspecto descompuesto; sus
ropas
en
desorden;
el
olor
del
alcohol
que
se desprende
de
su
boca;
la
incoherencia
de
sus
palabras;
su
torpeza
en
la acción,
acusarán
al
ebrio criminal, cuando en rea-
lidad
no
existe
mas
que
el
loco infeliz.
Después, cuando
el
peHodo
de
excitación
ha
ya pasado
y venga el de depresión melancólica,,
se
v
erá
en
aquel
desgraciado el paso
de
la
embriague
z
al
estado
lúcido,
bajo
la
influencia
del
cansancio
de
la orgía: se verá al
hombre que
autor
de
un
crimen
más
ó
menos
horrib
le,
es
presa
del
remord
i
miento
y
de
la
verguenza: se Yerá,
por
último, al delincuente
que
compr endiendo
su
falta,
se
anonada
ante
el
castigo que le espe
ra;
y
sus
mismos
cornpafieros de placer:
la
mujer
misma
qu
e procuró des-
deñarlo
con lo
.s
ardides
de
una
linda coquetería, senti-
rán
odio por él ó por lo meno.s
un
de.sprecio
más_
doloroso .
que
el
aborrecimiento _mismo .. · ·
Entra
el
hombre
en
el
período de
la
raz6n: recuer-
da
los
he
chos realizados por él y
en
d,
erre
dor de él: ve la ·
sitnac
ión
en
que se
encuentra,
y
acude
:í
su
defensa;
bien
ajeno de 'que
es
irresponsable de
sus
actos, y sí,
por el contrario, es
timándose
delincuen
te
, sin
qu
e en-
cuentre
razón que
lo
disculpe.
138
Quién · al comprender 1pm situación semejante no
se-
siente
conrnovidn'?
Considerar á
un
hom
bre delincu
ente
cuando en reali:
dad
no lo es, no
puede
menos que llanrnr la atención do
los hombres de estudio
para
fijar en la logis
la
,_ü
ún·
penal
el
modo,
la
forma con que debe proc
ederse
en el enjui-
ciamiento, cuando se
trata
de casos de delincuencia ais-
lada,
por
nu{s
que tod~s las apariencias c
Óndc
nen
al in-
fractor. ,
Antes
de
terminar
el brorn estudio q u.e hacemos sobre
.la
necesidad de la intervención del médico-legis
ta
en
lo&
casos de lesiones, perniitásenos ocuparnos,
aunque
con
lijereza,
de
algunas otras causa,s que, ajenas á
la
volun-
tad
del
autor
de aquellas, pueden llevarlo fatalmente á
su
comisión.
Mr. Legrancl de
Sau
lle opina que los beodos
sufren
alteraciones más ó menos rápidas
de
las
facultades in-
telectua
les y ·afecfrrns,
y_
que en el
estado
de embrute-
cimiento
en
que forzosamente caen,
pueden
cometer
ac-
tos delincue
ntes
· 6 criminales;
En
efecto , cuando por razón
del
abusó de las bebida
s:
alcohólicas
se
determina
el delfriwn tremens, el enfermo
est
á
muy
agitado
antes
de que d
esapa
rezca ese delirio.
Hab
la
con
seres
imaginarios:
rifi.e
con ellos : los amenaza
ú gritos y los injuria: gesticula, acciona v vocifera; y en
.._
. ¡ •
......
J
.,
su
_fisonom1a,
generalment
e desc
ompuesta,
se revelan
·
10s
sentimientos rl el odio, de
ln
, inqui
et
ud
y del terror.
i~
eneralmente
en el período del delirio,
fos
alucinacio-
11es
forman
la
hase del estado morboso y ofrecen carac-
teres
muy
especiales. Ora ve el enfermo animales pe-
queños é inofensi
vo
s que crecen rep
·e
ntinamente
y se
139
vuelven feroces, y lo acometen y lo muerden, lo pican,
y le arrancan
parte
de
su
cuerpo, ct1yos -arrancamientos
dolorosos siente. Siente también el contacto frío de los
,,
reptiles sobre
su
piel;
el
roce del pelo áspero de los lobos
ó leones que le acometen;
la
pre
sión de la
tela
sutil
de
la
araña pequeñita que se
conYi
e
rte
en colosal arácni-
do,
cuya baba, como cuerdas, lo comp_rime y
lo
sofoca.
A veces son fantasmas, monstruos, esqueletos que lo si- , ·
,g
uen, cuyos amarillentos huesos fríos, crujen al chocar
entre
sí, ó momias ennegrecidas
q~rn
fijan en el enfermo
sus
.ojos
animados.
El
espanto que
tales
alucinaciones producen al enfer-
mo es incomprensible, porque se
aumenta
á medida que
la
alucinación adquiere proporciones sobre:naturales y
-que los sugetos de ellas
ataquen
más rudaníente al deJi-
. rante.
Estas
alucinaciones, así como las ilusiones sensoriales,
. determinan accesos violentos,
en
los que el enfermo lle-
ga
á la realización de ciertos hechos que las leyes pe-
mLles
estiman como delítos.
El
acceso termina, y bien sabidos son los modos de
su
terminación, pero pocas veces excede de seis dfas
su
.dominio. ··
Ahora bien, si en el período del delirio el enfermo
llega á la perpetración de
un
délito
tal
como el de lesio-
nes
¿puede
imputársele
su
responsabilidad.? Nó; mas
para
ello es preciso que la existencia del delirio se de-
muestre,
y esto no es siempre fácil, y
para
comprobar-
lo,
baste el ~j~mplo que nos suministra el cáso siguiente:
"El
ebanista
C.
vivía
al
latlo de su anciana madre en una peque-
ña
habitación aislad~, en
eJ
ele.parta.mento de:. ,
..
,(}
'·
,
140
. C
....
inclipado al uso
de
la¡¡
bebidas
alcohólicas
desde
muy joven;:
pero
temeroso
de
perder
la
colocacion que
tenía
en el
taller
de
Mr.
Ch.,
jamás
se le vió
entrar
en
una
taberna
ni
aceptar
las invitacio-
nés
de· sus
compañeros
de
trabajo.
Behía
mucho, pero
durante
ia
noche y en
su
casa,
cuando
la
madre,
cansada
por
los
años
se
dor-
mía.
Al
despertar,
C
..
.
..
ocultaba
lo
descompuesto de su aliento con
el uso
de
mascar
tabaco, y
disculpaba
su mal
aspecto
físico y su de-.
saliño, con las molestias que le
hacía
sufrir
cierta
enfermedad
que
nunca
confesó á sus éornpañeros. Estos le
aconsejaban
que
prescin-
diese del
tabaco;
pero
c .....
alegaba
para
~o
hacerlo, que las
pr
o-
piedades
anestésicas
de
éste
mi
noraban
sus dolores.
Su mal
aspec
to se
acent~aba
más y
má~
cada
día, y todos lamen- / ·•
taban
que, un.
trabajador
ta n
inteligente
y
expedito
. como C
..
"'
..
so
convirtiera
en un mal oficial, debido á s·us dolencias snpue8tas que
inspiraban
lástima.
,
..,,
Cierta
vez, C
..
. . faltó ·algunos
días
de su
tailer,
y poco
después
se supo que
estaba
en
la.
prisión
por
haber
le
siona do á
su
pobr
e
madre.
La
impresión
que
esta
noticia
causó
entre
sus
compañeros
de trn,.
bajo
fué
espantosa,
porque ¿ cómo C
....
tan
bueno con los
extraños,
pudo
haber
lesionado á su
anciana
madre?
El
caso fué que
la
anciana
que
ya
no
pudo
declarar,
murió,
y
que
C
....
fué condenado como homicida, porque
ninguna
prueba
pudo
ad1wir
de
la
irresponsabilidad
de su
acto
reprobado.
Y,
no
obstante,
C
....
era
irresponsable
de
~u
delito,
porque
obró
bajo
la influencia del deliriurn tremens. '
Poco
tiempo
después
de
su condena, se reveló
nuevamente
el ac-
ceso y
C.
. . . .
murió
en
la
prisión
de
A*** bajo el
concepto
de
un
loco rabioso,
pero
cqya
cauéa
de
locura
se
ignoró
mucho
tiempo
también,
atribuyéndose
esta
á los remordimientos.
La
vieja
proveedora
de
C
.....
,
la
que le
vendía
noche á noche
una
botella
de
agnard
.
iente,
acabó
por
hablar, y
entonces
se supo,
porque
se comprendió cíentíficamente, cuál'
fu6
la
causa
de
las
le·
siones
inferidas
á
la
anciana
por
su hijo
enajenado.
-:-
.
,;.
Baste el caso citado
.para
demostrar cómo;
-,
en deter~
141
minadas circunstancias, es imposible fijar la responsa-
bilidad ó irresponsabilidad del
aparente
delincuente sin
el'iconcurso obligado del reconocimiento médico-legal.
Pud
i6ramos citar algunas
otras
causas impulsivas
del
delito de que nos ocupamos: podríamos extendernos
mu
cho en lo que á
las
lesiones·
1~
efiere
para
correjiI·
la
ley;
per,o
esto equivaldría á privarnos de material
bastant
e
para
. escrib
ir
los demás artículos que forman
esta
obrita y que procuramos, desde el principio, redu-
.cir á
la
simple forma de observaciones lijeras,
para
no
··
cansar
la
ate
nción
él.e
nu
est
ros lectores, y á
la
vez ll
enar
el objeto que nos propusimos:
demostrar
au
nque en si-
nopsis, la necesidad
de
dar
intervención á los médicos-
le
gistas,
en
toda clase de proceso
instrui
do
co
ntra un
aparente
criminaí aisla
do,
· pa
ra
fijar con la autorizada
opinión de aquellos,
el
grado
de
responsabilidad ó la
irresponsabilid
ad
de éste.
Para continuar leyendo
Solicita tu prueba