Lesiones

Páginas121-147
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Bajo
el
nombre
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Cúcti
2;o'Penal.
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Es
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tt0 ,como ·dice el ,artículo ·
511
·
.der
06
fgo Penal,
que bajo el.
n'ombr-e
de
. lesiónés' se entiende todó daño1
que d
t)
;je
1
hue11a
nia:te.rial en¡el cuerpo
humano;
y lo
~s
tal'nbién
q,ue
. la fraoción
IV
:-:
del segtmdo artíc
Üh:i>
, ;deja á
}uicío del Juez, ·
I.ii
esti:qiacifoP del perjuicio
que
•.
:(
con
la
de
fo
rmidad) resiérita el.ofendido; peFor
ésto
.es.
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va- ;
gG,
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ilideterminado, '
para
.
que
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la
jnstiéia .
pneda
te-
ner
una
aplicación exacta.-
.P.c;l.ra
,demost
rar
la,
Glefi
cieu-:..
cia
de
1,a
ley
.penal, bas
tc
fs6lo· somete1< ese -arbitrio' ju~
dicial á ,
un
1ijero
examen
· de consecüencias_.
La
. lesión ·
qne se re,eibe,
en
la
cara y -deja .huella visible,
trae
· con~
sigo
la
, deformidad
,;
pues
que
altera
·,
la
ai·n1onía
del
,
ros~
tro,
ár
"
11:i,0hía
que
se
constituye
por
la
· ninguna . altera-
ció
i;i
,
de
, la,s fa~cion
qs
simétricas, y
q_:úe
la
defo
ri1
1id
acl
cambia
en
-aspecto según ·
sea
el sugeto· que
la
padece.
-'
--
-··
'116
La importancia.de
fa
deformidad que la lesi6n produz-
ca· en el que la resiente, puede estimarse_ bajo tres pun-
·-
~
os
distintos: és
to
es, según la posición social del
.,
pa-
ciente, según educación de éste y s,egún su sexo.
La
cicatriz en
un
soldado püede estimarse bajo dos
puntos de vista distiñtos: eLuno, si es recibida en cam
.:.
páña;
el
otro si es rec
ibid,íl
en riña ó fuera de ella; pero
por mano de persol'la tal y en.tales circm1stancias, que la
, ~existencia de
la
lesión sea ·vergonzosa para el individuo
que
la
resiente.
En
el primer caso, la Gicatriz es
un
tim-
bre
de gloria; en el segundo
un
motivo de bochorno y de
justaverguenzá,
mifs,
pór regla general, la lesión que su-
fre
U:n
soldado en ia
w:i
ra,
es motivo fnuy inferior de pe-
-
na
para 'el paciente que cuando éste se encuentra en dis-
tintas· condiciones; porque el que acepta como una pro-
fesión el ejercicio de las armas,
no
está
distante de ver-
~
, se
Iesion3
y la lesión que no reciba en cumplimiento ·
de,
su
deber, encubriendo hábilmente
su
origen cuando
ést
~ sea, vergonzos~, no puede ser motivo ·de rypulsión
hacia el individ:uo que la resiente, · porque es presumí-
/ . .
. ble que
la
recibiera
en
campaña, y nunca en otras cir-
. cun~tancias,-á menos que sea convencido
de
ellas .
. Esto· que hemos dicho con refer(mcia al soldado, no, ,
es' aplicable .al hombre en general; -porque si
un
sugeto
de posición social conocida recibe una lesión en el
ro'S-
tro, y
no
tiene en
su
abono el ejercicio de
las
armas, la
cic,atriz ser~· siempre para
él
motivo
del
desprecio
pú-
blico, de
la
pública desconfianza contra'
su
persona; y •
en
.
este
caso, el-perjuicio que resient
e.
~s
incalculable.
, - Si
por:
el contrario, el individuo lesionado pertenece
á las últimas
..
capas sooiales~ á
es.a
esfera -
q-µ.e
'hemos ·
I
117
convenido en llamar el
bafo
pueb.lo,
la
propia
lési6n lo
traeri
la
. estimación de
la
'
so
.ciedad en que vive; porque
ta l cicatrfa deforme, acusa valentí
_a
y resolución,
que
son cualidades que el pueblo estima y
respeta
entre
in-
dividuos de su clase; de
tal
modo, que si en el hombre
decente la lesión , es causa de
~onsta11;te
verguenz_a,
en
el hombre del pueblo es s~tisfactorio
timbre
de
glor:i'a.
Y no se nos diga que el h9mbre de
buena
posición so- _
cial, de clase y antecedentes conocidos,
pu
~qe discul-
par
la
les~ón que ,recibiera en vergonzosas circunstan- ,
cías
'.
. con el vano orgullo de . haberle
¡:;ido
inferida
en
duelo; porque cuando
la
persona no es complétatnente
obscura y no nace repentinamente en
su
edad
viril para
la
·
sociedad, sus ;antecedentes son conocidos, y entre ellos-
. se destacaría el duelo en que fué ag~
nte
por ·
Jo
que
de
notable tiene el acontecimiento
de
esta· naturaleza
entre
la
sociedad. ' ·
For
otra
pa;te;
no siempre el duelo reconoce
un
ori-
gen noble y levantado: algunas v·eces es
el
resultado de
una
fri validad y mucl1as el desagravio
de
una
ofe_nsa;
y
si el que
ostenta
·
la
lesión fué
er
que infirió el agravio,
nada
de honrosa
tiene
existencia de
laJesi6n;
y si·
el
/lesionado fué el que sufrió el agravio,
la
herida
no cam- .
biará
jamás
la
condición de
Ja
ofensa recibida,
ni
desva-
necerá cierta· sospech~ de no
muy
buena
conducta; por-
que no es racional ni justo suponer que
el
· hombre que
vive virtuosamente,
ocasión á
la
realización.
de
un
duelo que siempre supone
la
existencia
de
un
agravió
· qu~ no se recibe sin
dar
motivo á que se infiera,
ni
se
infiere. sin que las pasiones, en espantoso desborda-
miento, nos obliguen á ello. · ·
118
Si
al
tratar
lijerar,nente
de
las lesiones i.nferidas al
hombre,
hemos apl-intado
la:s
diferencias 'de ios resulta-
,
;J
·..
, '
•.
'
dos
¿qué podremos decir cuándo lo son ·á la mujer'?
En
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.1:n.'ujer
· ordinaria
la
lesión 'produce ·
un
defecto .que al-
-gurí~s vec~s
pod_rá
'
ser
repulsivo; pero
en
1~
mujer e.du-
cada y belfa ¿pue~e estimar~e
si
el' petjuicio? Nó,
porque no es sólo la verg~enza que
la
paciente experi-
1
menta
·con la lesión, ~erg~enza que se hace extensiva á
r
Je:_s
parienies;
~s
la _
rd
_i~·~ d~ l~s
',
eh~an,t~,s ,f~sicos
q\1
~ ;
en
la
muj~r
'P
roduc
É;
la
muerte
_
s_o
.cial:
!')~
la
yérdida
de
.
la;
~mena rep,utación , q~e 'es la ll~
1'e
co:q.
.q~e;
.,
Ta
·
mu~
~r ,
educada
~e,
al;>re
las pliertas de los salones: ·
a1
pasar
pór
' \ \
/:
' l f
¡,
'•
, )
ff
los cuales· recibe el ho_menáje . que le es debido :y qu~
'forma
la
aureola·
de
·
su
virtud: · ·
·
' y
~l
arbitrio 'judicial ek
b~stinte
p~ra esti,ni.ar per;
juiqio? ¿pqr qué
~e
d.e dai:'al Juez
una
lioertad .
tan
, • ' , ' } >
.,
, , , , 1 , i ~, ¡ , ¡ )
amplia, que
para
el' ejercicio de la justicia tenga ,que.
C0~1-
..
.
vertirse ,e.n perito
d~
, la
..
educa,ci~p. .y de
1~
J;¡y
pe
,za· _fisica ·
con p_eligro ya no sólo de detér:m.jnar
su
pai·cialidad por
razón de
silS
. áfecciones, sino'
el~
-'ü-icnrrf; ·
e¡1
. cens
ura
cuan_d,~ s_
l\
calific~ció;~ n_~ 'sea
~er~
_cida
p~1:
µ9
s~r just~i
La
l
ey
carece
cTe
amplit
ud
y en 'consecu.enéia es de-.
1 ; ,
•(
t
fectuósa1. p,orque quando·
11
9 .de,termfoa los C
t\~
.os por
no.
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a_da1pente~ incup;re· en ,de-
. fecto ~l
dejú
'esa _
det
9rminación ~l ar.bitrio)udicial,
rná~
1
suscep~ible de eqúivocación,_cuant_a me~or sea la edl1ca- .
¡.
, . ' > ¡
,I
1
,,..
~
.ción,y el
oueJ.?.
·
gusto
artístico de la p~r$ona encargada ,
de
admirtisk~r jus½icia._
::
. · . · · · . , , · . .
-
Ei;_i
obvio d? dificl~lt
~d~,s
niutllas
par
a.
e1
ofend,ido ,
e,
l
,
Juez
y el ofenso1\
más
sencillo
s~~i?,
fijal' con a
p1p~~tu~
las
circu
'.
nstancias que pór ra
n de la pos
~cióñ
sociai,
. 1
'
de
la
edncacirín y
de
l sexo, sirvieran pa
ra
agrav
ar
6 a
te
-
nu ar
la
responsabili
ébd
criminal, ó por lo menos, some-
tér á juicio
<:->
1e
peritos l,a decisión judicial.
Co
mo
nu
estro _ánimo no es
censurar
la l
ey
'Sino
sólo
npunü
1r las razones
que
en
cada
delito existan
para
ju
s-
tificar
la
int
erven ción necesaria del m éd
ico-kgi
st
,
l,
si-
gamos en el
est
urtio
de
las ·causas que deban
det
erminar
esa
intervención
tratándose
de la deformidad resul
tánt
e
de
las lesiones.
La
herida que se infie
re
, n o sólo
puede
ocasionar de-
formidad al que la recibe por razón de
la
rdida de
la
'
armonfa que
resulte
·
en
el rostro, sino
también
por
su
situación y dimensiones y
aun
por
su
forma.
Líl.
lesión recibida á lo largo
de
la
frente
por ejemplo.
ptH}de desaparecer con
la
·
edad
al
plegarse
la
piel, 6
c0nfundirse
en
l
aS.
rugas,
y no así
la
que
·
surque
la
cara
en
otro· lugar,
ya
sea
de
derecha
á izquierda ó recípro-
camente;
de
arriba
á abajo 6 al contrario, ó
en
sentido
horizontal;
porque
·
en
todos
' estos casos,
la
deformidad
será
ya
no sólo
notable
por
su
posición incapaz
de
ocul-
tarse,
sino
por
la
alteración
del
órgano 6
de
los órganos
que
afecte.
Una
lesión _
que
partiendo
de
la
mejilla iz-
quierda
venga á
parar
á
la
derecha,
tendrá
que diyidir
forzosamente
la
nariz. Otra
herida
que partiea.do
de
la
frente
se de
ten
ga
perpendicularmente
la
barba, re-
ventará
el ojo 6 por.
lo
menos dividirá el párpado, y tro-
zará
los labios
'.
O
tra
herida
más
que
se
infi
era
por
un
extremo
de la boca y
se
de
ten
ga
más a
ll
á del
contrar
io,
prolongará los labios
de
un
modo
extraor
dinario y h
ar
á
espantoso el descubrimiento
de
los
dientes
du
rante
la
risa
6
en
los
natural€s
movimientos
de
la
másticación;
17
121
tardeó
de
permanecer
constantemente
durante
la
vida.
Y esto es lo que
la
ley
prevee y
en
lo que
funda
la
impo-
sición de
la
pena;
pero
queda
siempre
pendiente
cual
dtibe
ser
el
más
propio y el más adecuado
de
los medios
para
fundar el arbitrio judicial, y
este
es sin duda, el
juicio pericial
prev
io al fallo, que b
ley
no considera,
pero
ql-Íe
las propias dificultades que e
lla
crea
hacen ne-
cesar10.
Ahora
bien
,
la
ley descansa
para
la
imposición de
la
pena
en la. existencia
de
la
deformidad pToducida por
la
lesión y en la
dura
ción de ésta, mas no fija los modos
de
apreciar las diversas deformidades
que
deb~rían servir .
base
pa
.
ra
el j
usto
arbitri¿
judicial.
Her
idas
hay
que
dejan
una
huella
defo.rrne poco 1
Sr:o
nunciada
y
otras
que
la
dejan
notablemente
v'isible.
+1º
que
en
un
¡ugar
de
la
cúa
puede
ser
hasta
espantoso:
én
otro
110
llamará
la
atención, y
en
algún qaso
puede
hastá
agrac
iar
él s~m-
blante,
sin dejar
por
. ello
su
triple
condición
de
defo~·me
(puesto
que
la
'deformi
dad
se
constituye
por
la
::i,lte,ración
de
la forma verdad~ia y no por el
horror
que insp'ira
el
aspecto de la lesión), y de visible y
permane
nte
. Lo
que
en
]a cara del
hombre
ordinario lo agracie
ent
re
su
clase,
será
espantoso
para
el
hombr
e
ed
ucado y hórrible
para
la
muj
er
.
¿,
Cómo _
encaminar
en
estos casos ·el
arbitrio
judic
ial?
Por
medio
de
la opinión méd'ico-1.egal que pue-
de
fijar
hasta
qué
extremo
la
herida recibida y que deja
huellá,
pueda
alterar
la armon
ía
del
semblante.
Las
lesiones
también
pueden
ser
de
tal
naturaleza,
que
sin
dejar deformidad visible, vengan á
mutilar
al hom-
bre
de
tal
modo
que
le
nulifiquen
algún
órgano como,
por
ejemplo, en
la
castración, ó bien
pueden
ser
tales
que
122
/ 1 /
sin dejar
mas
que
una
leve
huella,
trajgan
co
mo conse-
cue
ncia
la
m
uert
e del individuo p~r cau
sa
s dis
tintas
á
la
lesión, pero no ajenas
:5.
ella,
que
pueden
reput
.arse co-
mo origen del mal.
;,
'
G
eneralm
e
nte
las
mordeduras
no dejan ma s
que
lije-
ras señales de
su
existencia, y
bien
pron
to
adquieren
la
apariencia de sanas, siendo esto motivo
bastante
para
que
el
delincuente
no
sufra
mas
que
un
castjgo moderado.
¿E
n qué
se
funda
la
autoridad
para
la designación
de
la
pena
y
su
imposición?
En
el certificado expedido
por
los
facultativos
encargados del reconocimi
ento
y
cura
-
ción
del
lesionado. ¿Lo dicho
en
este
certificado
deb
e
estimarse
siempre
como
verdad
científica?
Esta
es
la
cuestión
que
debemos
someter
á
nuestro
estudio.
El
hombre
y especialmente la
mujer,
á
falta
de
armas
y
durante
la
riña
que
sostengan
con
semejante,
hacen
uso casi siempre,
de
las débiles
arma
,s
que
la
naturaleza
les
  • para
    su
    defensa. y
    ataque
    . Los ·pies y
    las
    manos,
    las
    uñas
    y los dientes,
    prestan
    activo-
    contingente
    para
    atenderá
    las
    peripecias del
    combate;
    mas
    cada
    miembro
    de los citados, ejerce un servicio
    inmediato
    y.
    directo y
    otro
    derivado y como
    de
    ocasión. Los pies
    servirán
    en
    el
    pr
    imer
    caso
    para
    sostener
    el
    cuerpo
    e:a
    equilibrio
    que
    ase
    gure
    la
    ventaja, y en el segundo,
    serán
    medios
    para
    desequilibrar
    al enemigo ó
    conturdirlo
    inesp
    éra
    da y
    ventRjosamente.
    Las
    manos
    tienden
    indistintamente
    al a
    taque
    y ú la
    defensa;
    pero las
    uñas
    y los
    dientes
    son
    los medios
    más
    usados pa
    ra
    el
    ataque
    mism
    o.
    Y así, n o
    os
    extraño
    ve,·
    que
    c11.a
    ndo
    el
    combate
    se
    prolon
    ga
    y las
    fue
    rza-s
    muscul
    ares se
    debilitan
    en la lucha,
    si
    el
    diente
    ó
    lct
    u
    üa
    hace
    i'l
    p~·esa
    en el
    co
    nt
    rario,
    no se
    reti
    ran sino
    ' \
  • 123
    dejando espa_nto~a
    huella
    d.e donde
    br
    ota
    la
    sangre
    gota
    ~
    gota 6 en hilo prolongado, que enrojece
    la
    ropa del he-
    . rido y
    ql1e
    colora los
    ,
    ntes
    ó J
    a3
    uñas
    del heridor con
    tintas
    color de
    púrpura.
    El hombre es
    un
    animal privilegiado; y como el :mi-
    mal, usa de las
    as y de los
    dientes
    para. vencer al ene-
    migo,
    ni
    más
    ni
    nienos que
    ~orno
    el perro y el león,
    el
    tiburón
    y el reptil.
    Hemos dicho que el hombre y l a mujer
    qsan
    de los
    dientes y
    do
    las as
    para
    el
    ataque
    y cuando
    Cal"ecen
    de
    arma
    para
    la
    lucha;
    pero
    este
    uso es
    más
    común
    en
    la mujer, en quien, por· rázón de
    su
    configuración mus-
    cular y de
    lti,
    naturale~a
    torpe
    de sus miembros, el avan-
    ce
    y el retroceso rápido,
    la
    inclinación violenta del
    cuerpo,
    la
    nípida extensión de los brazos y ,de las pier-
    nas, no son
    tan
    activamente
    puestas
    en
    ejercicio como
    en
    ·
    el hombre. De esto res
    ulta
    que
    la
    mujer
    tienda
    á colgarse
    de
    l cabello de
    su
    contrario,
    ay
    de -éste
    si
    el
    intento
    se
    logra! porque entonces las uñas y los
    dientes
    del vence-
    dor caeran sin
    piedad
    clavándose
    en
    las
    carnes del ven- ·
    cido, en donde. dejan muchas veces,
    sangrienta
    y horro-
    rosa huella. _
    Ahora
    bien,
    la
    mordedura
    t_iene
    mucho
    de.horrible por-
    que asemeja á las fieras al que
    la
    infiere
    supuesto
    que
    se
    ve en
    la
    boc~
    la
    sangre
    caliente
    aun
    del enemigo;
    púo
    la
    mordedura
    es casi siempre inofensiva á no venir des-
    garramiento
    y arrancainiento espantoso de
    la
    parte
    com-
    prendida
    en
    la
    mordida: á no
    ser
    así, queda lijera
    hue-
    lla
    de1
    la
    impresión
    de
    los d'iei1tes, ·6
    más
    propiamente
    aun,
    de
    su
    penetración
    en
    las
    partes
    blandas,
    pues
    cuando
    la
    herida
    es
    hábilmente
    curada,
    la
    cicatrización,
    ¡-
    124
    viniendo de adentro á afuera,
    apenas
    dejará
    la
    visible
    huella que deja sobre
    la
    piel
    la
    pústula
    de
    una
    viruela,
    cuando la luz y el abandono no
    han
    servido p
    ar
    a evitar- ·
    la.
    El
    herido
    sana
    por
    lo común
    en
    corto
    tiempo
    y el he-
    ridor
    reporta
    una
    pena
    lijera
    muchas
    veces.
    Hasta
    aqúí
    la
    clasificaci6n de
    la
    herida
    y
    la
    estimaci6n
    de
    la
    pena
    son
    bastante
    sencillas,
    y;
    al
    Juez
    le
    sobra pa-
    ra
    formar
    su
    juicio,
    la
    opinión
    de
    los médicos encarga-·
    do~
    de
    la
    curaci6n del lesionado.
    Pero
    aquí
    entra
    la
    necesidad de que el médico-legist~
    someta
    á
    su
    estudio al agente del delito, sin que
    para
    ello
    sea
    precisa
    la
    petición_ del agraviado,
    sino
    que
    ese
    estudio quede impuesto como
    precepto
    legal, porque mu-
    chas veces sucederá que el que
    muerde
    padezca,
    por
    ejemplo, de s1/ílicles bucales, y
    en
    este
    caso, lo seguro
    es
    que el contagio se verifique por
    la
    inoculación de
    la
    mor-
    dida: que
    esta
    sane "brevemente: que
    por
    esto la
    pena
    que
    se imponga sea sencilla; y que, no
    obstante,
    más
    ó
    menos
    tarde,
    resienta
    el paciente de
    una
    manera
    bien
    · penosa, las consecuencias de 1;. fatal mordedura.
    Est
    o
    ·se evitaría si la
    ley
    .
    penal
    inscribiera
    enhe
    sus sabios.
    pr
    qceptos,
    el
    reconocimiento obligado del
    agente
    del de-
    lito, que deberían hacer. en todo caso, los ,dicos-legis-
    tas, porque . estos no se limitarían
    al
    simple reconoci-
    miento
    de
    la
    herid
    a:
    y á
    lá,
    atención del lesionado, sino
    oué
    haciendo extensivo ese reconocimiento
    al
    estado
    del
    heridor, vendrían por de pronto á
    procurar
    · evifa
    '.
    r el con-
    tagio en
    el
    paciente, y
    e:q.
    todas circunstancias, á fijar,
    si
    las
    consecuencias
    ~orb
    osas
    qt
    e. ést e
    expeámente
    , son
    resultado
    de la lesión sufrida, en cuyo casó, podría
    te
    -
    ~ ; '
    '"
    \ '
    125
    nerse el mal estado
    de
    sa
    lud
    del agresor como
    agravante
    de su delito, aunque se quisiera
    hacer
    valer que esto n o
    fuera
    justo
    por no
    ser
    imputable
    al
    heridor
    tales
    conse-
    cuencias, á lo cual podremos
    contestar
    con
    este
    ejemplo:
    Si
    un
    individuo
    portador
    de
    una
    arma
    envenenada (un
    pufi.
    a
    l)
    sostiene
    una
    rifi.a, y á sabiendas que la condición
    de aquella
    puede
    hacer
    mortal
    la
    lesión que infiera, ha-
    ce uso del
    arma
    apesar
    de
    esta
    consideración, claro es
    s11poner,
    q1,1e
    su
    deseo de perjudicar
    fué
    más allá
    de
    aquellos actos que
    la
    defensa y el
    ataque
    permiten, pues
    que puede comprenderse
    la
    ventaja,
    la
    alevosía ·y
    la
    trai-
    ción, cuando á sabiendas
    se
    'explica
    la
    inutilización -del
    enemigo, con
    armas
    arregladas
    para
    la
    muerte
    por
    la
    .
    más
    repugnante
    deslealtad,
    pues
    que creyendo el con-
    trario
    luchar
    contra
    arma
    que
    ve_,
    lucha
    con la
    po11zofi.a
    y
    el daño que
    esta
    tiene
    en
    sí; y que esperando
    ser
    herido
    más
    ó menos
    gravemente
    con
    una
    arma
    cuyo. modo de le-
    , sionar se explica, ignora que el
    más
    lijero rasguño que
    en
    su
    piel produzca,
    será
    la
    entrada
    de
    una
    muerte
    inevita-
    ble. Así el que
    sabe
    que,
    en
    su
    naturaleza
    hizo
    presa
    la
    síf).lis: que
    su
    boca es
    una
    Haga:· ,
    que
    en
    su
    i,aliba se
    destila
    el
    pus, bien
    comprende
    que
    toda
    lesión que c~n
    los
    dientes
    produzca, .debe llevar
    en
    la
    in0c'Ulación
    de
    un
    mal
    asqueroso, ,repugnañ'te y
    terrible
    . . -
    .
    En
    gEjneral,
    la
    mordedura
    puede
    ser
    insignificante; pe-
    rn
    por
    razón
    de
    ,la
    . sífilis,
    cürable
    1en mucho tiempo por
    la
    dificultad de:
    Ia
    ,cicatrjzación, ,6 ,bie'n r-
    ápidanienté
    cu-
    rada
    én
    apariencia, pero dejandb,
    J~n
    el
    cuerpo el trabajo
    de
    zapa, terrible, 9-ontinuado y asqueró'so
    do
    ·
    la
    sífilis,
    q1.1e
    .
    va
    :
    d:o1!1inand0
    .Ja organización le
    ntam
    ente',. ha
    sta
    re-
    -velarse en llagas. i·epugnantos
    que
    tra
    en consigo
    su
    -
    126
    quito inseparable de :
    -<
    :
    l._olores
    físicos y de amarguras mo-
    rales.
    Apuntamos
    ·no ·hace mucho,
    la
    realización de esas le-
    siones que
    traen
    como consecuencia
    la
    mutil
    ación del
    · hombre en
    la
    parte
    más
    noble de
    ~u
    organización.
    Esta
    clase de lesiones se verifican por lo común, des-
    prendiendo el pene, arrancando los testículos, ó quitan-
    ·do uno y otros; pero de todos modos
    la
    inutilidad
    del
    hombre
    para
    la
    procreaéión, en
    tales
    condiciones, es in-
    cuestionable; y la deformidad queda pero de
    tal
    modo,
    q
    ue
    la
    cicatriz más nota
    ble-
    y
    más
    repugnant
    e
    e1:;
    el ros-
    tro,
    es ·preferible
    (,,
    la falta de un órgano creado
    para
    1a
    ' \
    ~
    propagación
    de
    la especiei
    para
    el placer y pa
    ra
    la
    con-
    servación de la virilidad.
    Esta
    clase
    de
    lesiones no
    tienen
    i
    g.
    nal significación
    en el hombre
    vulgaJJ
    como en el'hombre educado, porque
    · no es la misma
    Ja
    esfera :social
    en
    la que giran,
    ni
    los
    -mismos los sentimientos rque abrigan·. ·
    El
    hombre educado
    tiene
    compromisos sociales que
    no
    puede
    eludir
    -sin·
    causa
    justificada, y esta no· la
    hay
    par-a dejar
    de
    · contraer matrimonio en
    determinado
    pe-
    ríodo
    de
    la
    vida.
    A -
    cierta
    edad, cuando el fuego-de las pasiones
    tiende
    á extinguirse; cuando
    la
    experiencia dolorosa
    de
    algu-
    nos alios demuesfra que
    la
    verdadera
    tranquilidad
    só-
    lo.
    se
    encuentra
    én
    la
    familia,
    el
    nombre, siguiendo
    la
    ineludible
    ley
    , de ]a
    naturaleza,
    busca el reposo,
    er
    des-
    eanso ·
    de
    las futigas,
    de
    -
    la
    existencia, en
    la
    formación
    del
    hogar, en donde sus caricias se
    reparten
    ·con
    amor
    en-
    tre
    la
    mujer á quien adora y los hijos que
    le
    pertenecén.
    La
    mujer
    por
    su
    parte,
    busca
    también
    esa tranquili-
    ·127
    dad, porque la naturaleza
    la
    impele á ella,
    presentando
    ante
    sus ojos el delicioso cuadro de
    la
    maternidad.
    Ambos seres buscan
    el
    matrimonio
    q'ne
    es como
    una
    necesidad personal eii cierta época de la existencia; y
    el hombre no puede esquivarlo sin que
    su
    permanente
    celibato se haga sospechoso, como originado por una ten-
    dencia invencible á continuar la vida desordenada de la
    juventud
    á pesar de los años, 6 por la existencia de
    un
    defecto físico que le impide cumplir noblemente con los
    füies del matrimonio.
    La
    sociedad repele al eélibe cuando el celibato se
    .prolonga más allá del período
    en
    que
    el
    matrimonio se
    hace necesario;
    -y
    .esa repulsión obedece á la desconfian-
    za que inspira todo
    sér
    que, sin raz6n justificada, per-
    siste
    en
    un
    estado que repugna á la naturaleza. , _
    Así, pues,
    una
    lesi6n que inutiliza al hombre
    para
    '
    la
    propagación de
    su
    especie, le acarrea fatales y terribles
    consecuencias,
    ya
    no s6lo respecto á
    13:
    sociedad, sino
    respecto á mismo, porque se ve privado, por inútil; ,
    ' ,
    de
    esa vida qúe es la base de
    su
    tranquilidad sobre
    la
    tierra
    .
    ¿ Cuál
    esfa
    importancia de
    una
    lesi6n semejante?
    Es
    imposible definirla, , porque
    hay
    dolores que
    ~6lo
    son
    comprendidos por aquellos que los padecen.
    Esta
    ~lase
    .de
    lesiones son
    tanto
    más
    criminales cuan-
    to
    que no s6lo afectan
    al
    hombre aislado, sino que
    ata-
    can á la sociedad, \
    en
    el derecho que
    ésta
    tiene-
    para
    que
    ninguno de sus miembros le deje de
    ser
    útil
    en
    e~
    orden
    y
    para
    el füi con que fué criado; de
    tal
    modo, que bas-
    tan
    estas consideraciones
    para
    estimar
    como gravísima
    la
    responsabilidad
    del
    delincuente. 18
    ·128
    Que
    la
    castración es posible, lo
    demuestra
    la
    existen-
    cia
    de la pena que
    la
    l
    ey
    impone al que
    castr
    a á otro;
    lo
    demuestran
    los varios procesos que
    han
    sido por ella
    motivados: lo
    demuest
    ra
    la historia cuando nos ofrece
    casos como el de Nerón, mutilando á Esporo,
    para
    ·hacer
    de
    él
    una
    especie
    do
    mujer en quien . satisfac0r los ins-
    tintos
    de
    su
    lubricidad [ enardecidos por los encanto·s
    físicos de
    su
    víctima J
    en
    órganos genitales h echos de
    propósito; es decir, no sólo despojándolo de los órganos 1
    propios
    de-
    su
    sexo, sino procurándole los del contrario,
    por
    medio
    d~
    una
    incisión que facilitare el desahogo de .
    sus
    placeres criminales; pasando los límites de
    la
    sodo-
    mía,
    para
    llegar
    al
    delito no previsto por
    ley
    alguna, por-
    que
    sólo pudo caber
    su
    realización en .
    la.
    int
    eligencia
    ofuscada de
    un
    tirano lascivo y criminal.
    Ahora
    bien
    ¿cuál
    es la influencia de
    la
    medicina le-
    gal
    en
    esta
    clase de delitos?
    Es
    perceptible á
    primera
    :vista con sólo
    la
    consideración de que .el médico-legista
    ~s
    el único que
    puede
    estimar
    en
    lo que vale,
    la
    impor-
    tancia
    de
    la
    deformidad
    por
    lo que
    en
    es y por
    sus
    consecuenqias; porque es · el único que
    puede
    va_loriza:r
    científica.mente
    la
    potencia cre~tdora del : lesionado y
    el
    contingente
    de
    descend~ncia.
    qt1.e
    pudiera
    haber
    dado á
    la
    sociedad,. consideracion~s que
    S(?n
    muy
    dignas de te-
    nerse
    en cuenta, sí,
    para
    el arbitrio.judi.cial, debe impor-
    t ar y.mucho,
    la
    importancia ·
    de
    la
    deformidad por ra-
    zón
    de
    tas , cónsecuencias que por :ella
    reporte
    el
    agra-
    viado. ·
    Por
    '
    otra
    parte
    ¿no. :es
    digp.o
    d~
    toµiarse\
    e-1:i:
    cuenta
    pa-
    ra
    Ja imposición del castig
    o,
    el perjl
    li:
    cio que resiente el
    agr
    aviado ,
    ya
    no sólo con
    J~1,
    pr
    ivaci6n·de los ·
    órgan
    os
    ·120
    que
    le
    son
    precisos
    para
    la
    sati'i,facci6n
    de
    · ·sus
    placeres
    natu
    r
    ales
    ;,
    para
    su
    felicidad
    doméstica;
    sino
    con
    lo
    más
    doloroso
    aún,
    con
    el
    reproche
    inmerecido,
    por
    injusto,
    de
    la
    sociedad
    en
    que
    vive:
    reproche
    tanto
    más
    sensible,
    cuanto
    que
    el
    que
    lo
    reporta,
    puede
    comprender
    su
    inten
    '-
    sidad
    por
    razón
    de
    la
    esfera
    social
    en
    que
    se
    encuentra
    si
    es
    un
    hombre
    educado,
    pues
    en
    cuanto
    al
    individuo
    sin
    educaci6n,
    en
    sus
    propios
    vicios y
    en
    aquellos
    que
    inven-
    te
    en
    su
    impotencia,
    encontrará
    la
    compensaci6n
    de
    su
    dolor
    pasaj
    ero,
    sin
    que
    lo
    afecte
    mucho
    la
    opinión
    social
    apenas
    manifiesta
    en
    su
    contra.
    :,:
    *
    :!:
    Hemos
    hablado
    de
    las
    lesiones
    que
    pueden
    sufrir
    el
    hombre
    y
    la
    mujer
    y
    que
    deben
    estimarse
    -
    como
    las
    más
    importantes
    en
    .
    el
    agravio
    inferido,
    y
    vamos
    á ocu-
    parnos
    de
    aqu
    .
    ellas
    de
    que
    se
    hace
    víctimas
    á
    los
    niños.
    Frecuentes
    son
    los
    c:asos
    en
    que
    los
    malos
    tratamientos
    de
    los
    padres
    ó
    de
    aqu
    1
    ellas
    pérsonas
    de
    quienes
    los
    nífios
    dependen,
    llenan
    cicatric
    es
    espantosas
    los
    cuerpecitos
    delicados
    de
    éstos,
    haciéndoles
    adquirir
    mnchas
    veces
    un
    aspecto
    hordble
    y'
    óte'pulsivo) ' ' .
    j,,
    ...
    , : ; . . .
    ..
    f
    !'
    ' . ' . . '
    No
    habkirémos
    de
    _
    la
    crüeldad
    qué
    estos
    actos
    revelan
    en
    'él
    agente:
    no
    hablareinó~
    :t ~mpo'c'o
    de
    los
    .
    dolores
    fí-
    >
    ,,
    .
    ••
    j , 1 '
    sicos
    que
    se
    hacen
    sr
    ifrir á c
    uerpos
    sin
    resistencia
    para
    ellos, hab-farenú
    'l
    s s\üc{
    las
    co,nsecu'en"cías
    q~
    ~
    _p'
    u'
    _
    edan
    •.
    ' ' . ' '
    ..
    . l •. . ' 1 1 • '
    ~
    . ' ' 1
    acarrear
    . á
    los
    .
    n.iñüs
    :ésos '
    horrible
    _s
    sufr
    _
    imientos,
    ;
    Jmyas
    . " . ' . ' )
    t'
    . - .
    huellas
    'no
    se
    pófran
    con'
    el
    trasi:mrs'o
    de
    los
    años
    .
    . ,
    I,
    1··
    ¡;
    .•!,·1.
    Por
    lo r
    egi;i.l
    t,t1
    \ lqs crimina}es que llev¡in su za
    fi
    a y su
    ,,
    ·1
    ' . . '
    encono
    sopre
    ·
    ser
    ,cs d_ebiles é indefern
    ~os
    ,
    ocultan
    su
    falta
    ' ' . ' ' .
    l.
    ¡
    ~
    .
    ·.'
    l ¡
    130
    bajo el pretexto
    de
    que
    las
    lesiones se fas
    ha
    producido
    el
    niño mismo por
    su
    carácter
    travieso é irreflexivo.
    Cierto es que
    la
    averiguáción criminal ,
    rro
    se detiene
    ante
    la
    excusa 6
    la
    dise1üpa del agresor, sino que
    v&.
    di-
    recta
    ~1
    esclarecimiento de
    la
    responsabilidad que pueda
    eaberle; pero cierto es también que ·ciertos seres dota-
    dos de
    una
    iefinada craeldad, ponen los medios necesa-
    rios
    para
    que el niño caiga en el peligro y de él salga lesfo-
    '
    nado; \
    ¿,Qué
    revela la existencia de esta cruel.dad?
    Un
    refi-
    namiento de infamia que sólo ,puede concebirse en.seres
    afectados por
    un,a
    monomanía, cuyas manifestaciones se
    revelan con
    la
    perpetración
    de
    actos espantosos.
    -Hablemos de ·estos seres, enajenados' cuyas horribles
    acciones no deben en muchos casos hacerlos responsa-
    bles ,de ellas, y para hacerlo, ocupemonos por
    de
    pronto
    de las monomanías impulsivas, qn'e, por
    un
    esfuerzo fa
    '-
    tal, llevan á
    la
    consumación de ciertos actos que
    la
    -nio_-
    ral
    reprueba
    y que. e9nmueve11 á
    la
    naturaleza
    humana
    por
    la
    forma, verdaderament~ espantosa que los carac-
    teriza.
    El
    delirio
    de
    las persecu.ciones nqs
    suministra
    innu-
    merables
    ej_emplos
    del extremo
    11
    que ,
    puede
    c,.
    onducir al
    que lo padece,. Sab_ido es que
    la
    víctima _
    de
    este delirio
    comienza
    a,l
    principio
    de
    él por volverse desco.nfiado y
    cuidados.o: en cada persona cree ver. un enemigo que es-
    pía
    sus
    actos, que lo vigila y
    que
    explora
    sns
    pensainien7
    tos:
    Este
    es
    el
    primer paso que guía al enfermo
    al
    de-
    . rrum bamiento de
    su
    razón. Después el d.elirio se 'acentúa,
    y
    el
    enfermo cree ver amenazas y peligros
    para
    él
    en
    las
    acciones
    más
    simples de los demás; pero conservando
    131
    aun
    un
    poco de
    equ
    ilibrio en sus · facultades, busca el ·
    apoy o de la justicia para que
    ésta
    lo ponga al· abrigo de
    aquellas persecuciones peligrosas con que sueña.
    El
    de-
    caimier'lto intelectual se acentfra
    po
    r fin, y
    eri
    tales circuns-
    tancias, el enajena,
    do
    · ocurre por mismo á
    su
    defensa
    _
    en
    ·los
    sup
    uestos
    ataqu
    es de que se juz
    ga
    víctima; y ten-
    diendo por
    su
    propia n
    atura
    leza á
    su
    defensa propia (por-
    que este insti;nto se desarrolla con la existencia del delirio
    de la persecución) repele la agresión soñada con rudeza,
    y hace uso de los elementos que. tiene á
    su
    alcance
    para
    la
    destrucción de
    su
    supuesto
    en,!3migo.
    Lo más _notable
    de
    esta
    forma de delirio, es que el en-
    fermo que lo p~dece, fija
    su
    atención
    en
    determinadas
    personas; como los principales. instigadores de la perse-
    cución que sufre y del peligro que adivina.
    En
    estas
    condiciones, las intenciones del monomaniaco son exce-
    sivamente peligrosas
    ··
    para las personas en quienes
    fijó
    su
    atención, y en la primera oportunidad llegara á agi'e-
    clirlas de
    "Qna
    .
    maneta
    violenta é inesperada.-
    De
    este
    acto de violencia puede
    resultar
    una
    lesión 6
    la
    muerte
    del agredido; pero el monomaniaco no se ocul-
    ta; no se substrae á
    la
    acción ,de la justicia. S,e confiesa
    autor
    del hecho,
    mas
    busca la justificación de él
    en
    los
    at
    ropellos,
    en
    los atentados de que, por
    parte
    del lesio-
    nado ó muerto,
    ha
    ·sido víctima1
    Por desgracia,
    para
    los jueces,
    esta
    clase de delirios no
    extravían por completo á los que los
    sufren,
    y sus de-
    claraciones pueden
    reve
    st
    ir
    tal
    forma de verdad positiva,
    que ex:travien á
    su
    vez el' criterio judicial, creyendo
    la
    aut
    oridad que el hecho cometido es hijo de
    una
    inteli-
    gencia cuerda y
    en
    justa defensa perpetrado, cuando,
    132
    por el contrario, es fatal resultado de
    un
    cerebro próxi-
    mo á
    hundir
    se por completo en los abismos
    el
    e
    la
    locura.
    La
    monomanía religiosa también conduce á la comi-
    sión de delitos en los que las lesiones figuran
    en
    primer
    lugar, y lo mismo podremos decir de la hipocondría
    cuando el delirio está bien organizado y sistematizado,
    porque entonces el monomaniaco se vuelve eligroso y
    su
    tendencia es
    atentar
    contra las personas.
    Las monomanías instintivas que reconocen
    su
    orige1+
    en la herencia, predisponen fácilmente al crimen,
    ya
    sea
    que
    el
    impulso sea súbito y que á él se siga la ejecución;
    ya
    sea que se forme le
    ntamente
    el ·propósito y se va
    ya
    desarrollando
    .Ja
    :
    c<
    ;miisión de·I ·deHto,con la:·[erita'tranqüi-
    lidad de.la premeditación .
    ..
    (¡:1
    :'
    :_i·
    ·
    '.
    •' ' 1 ·; 1
    ''
    '.
    Per.o
    hay
    una
    .-
    forma de d.elirio -aun 's difícil de· in-
    vestigarse que· las anteriorés, y es
    te
    es
    el
    delirio de for-
    inas alternas, ó de.doble
    forrna; ó
    --
    m'ás -
    cla
    ro aún, de
    forma circular·: . · '.'
    .'.
    ·
    Esta
    especie. de enajenación
    :m:Émtat
    caracterizada
    pcn
    ' ·
    la' sucesión regular
    de·
    · dos períodos, distintos',
    e-
    1 uno de
    excitacion maniática, · de depresión'1n elancólica él otro,
    seguido frecuente, más que frecuente,
    invúi
    ablemente
    de un período más ó menos prolongado de calm·a y de
    razón
    ...
    Durante
    el dominio del
    primer
    período de los indica-
    dos, la activ-idad, 1a iniciativa y el entusiasmo; soü sus
    manifestaciones ordinarias; pero no se crea por esto, que
    estén
    excluidas de la inteligenc
    ia
    de los enferinos, en
    ta
    les condiciones, las ideas del delito, pues éstas domi-
    nan á veces, y se realizan con frecuencia cuando el ins-
    tinto se determina; A
    este
    período,
    a:l
    que sigue induda-
    133
    blemente
    el de cansancio y de inacci6n,
    ninguna
    persona
    puede
    darle el
    carácter
    de locura,
    porque
    para
    mayor
    extravío de
    la
    in
    te
    ligencia extrafia,
    éxiste
    en
    esos enfer-
    mos
    una
    facilidad
    extraordinaria
    para
    expresarse, ale-
    grfa, regularidad en
    sus
    digestiones,
    buen
    apetito y sueño
    tranquilo y reparador.
    ¿Quién al
    tropezar
    con
    un
    hombre
    que
    en
    tales
    condi-
    ciones
    aparentes
    haya
    cometido
    un
    delito, no lo juzga
    un
    criminal'? ¿,quién, cuando ese mismo individuo cae
    en
    el período de depresión melancólica, no lo juzga ago-
    v:iado.
    por
    los remordimientos de su crimen? y ¿quién;
    por
    último,.
    cuando
    el
    enfermo
    entra
    en
    el período de
    razón y
    trata
    de
    disculpar
    su
    responsabi
    l~d
    ad,
    n(i)
    lo es-· .
    tima
    co~no
    · un
    verdadero
    .bribón,, cuyo,
    .d(3seo
    .
    dominante
    es
    procur~r el extravío ,de,
    la
    concieiicia judicial? . ,
    Y no obstante~ el ·ag~nte -de
    un
    delito.
    en
    ·
    ta
    les circuns- ·
    t~ncÍfü;l;
    .-
    :es
    un
    v~i·dadE;)ro
    ,irresponsal
    b:le
    de
    sus, áétos, y
    no merece: qu~
    el
    rigot';
    d.e
    la
    ,
    justicia
    ,eaiga so bre,siu ca-
    beza. , , .
    :>
    , ·
    J
    . Y,
    por
    desgracia
    para
    ~l criterio judicial, 'h
    ay
    la cir- .
    cúnstancia
    muy
    .
    atendib
    le
    de
    que '
    esta
    clase de delirio
    de
    que nos ocupamos,,es casi siempre debido á
    la
    her
    .en° ·
    cía, de
    tal
    modo, que_
    aunque
    se qui
    era
    ver
    en
    ésta
    los
    antecedentes
    personaJísimos del delincuente, .
    est
    o no es
    posible, porqu·e los elementos ·
    constituyentes
    de
    su
    locu-
    ra
    se
    pierden
    en la l
    arga
    ·serie, de sus progenitores .
    . Después de los breves
    apuntes
    que dejamos ase~ta-
    dos, se nos ocurre
    preguntar
    ¿si
    un
    individuo dominado
    ·
    por
    al
    guna
    de las formas de delirio que dejamos expues-
    tas,
    produce
    una
    lesi6n y
    ésta
    deja
    huella
    _visible y de-
    formidaq
    aparente
    en el lesionado, merece el castigo
    134
    q\1e
    la
    l
    ey
    le impone? Bajo ningún concepto; porque el
    tal
    individ
    uo
    es abso
    lu
    tamente
    irresponsable de sus ac-
    tos; mas ¿puede el
    Juez
    por mismo inv
    est
    igar cuál fné
    la
    causa, el móvil, el origen del delito? Nó; porque ni la
    ley 16 facul
    ta
    para
    entrar
    en
    ese
    nero de
    invest
    igacio- ,
    nes cuando no
    hay
    una
    manife
    sta
    ción evid
    ente
    de la lo-
    cura,
    ni
    él debe estimarse competente
    par
    a decidir .por
    3r
    ante
    sí que el delirio existe. ¿,Esto qué nos demues-
    tra?
    La
    n
    E:l
    cesidad de
    la
    intervención del médico-legista ·
    par
    a el reconocimiento de todo aparente criminal aislado;
    porque si es justo castigar
    al
    que d0linque,
    más
    justo es
    . investigar previamente, si el que debe ser castigado me-
    rece
    el
    castigo.
    Muchas veces, los enajenados de las clases
    de
    que nos
    ocupamos~-especialmente
    aquellos que se
    ven
    afec
    ta
    -
    dos
    de
    locura
    circular,-tienen
    después
    de
    su
    período
    de
    excitación, uno más largo
    de
    calma, de reposo y
    d6l
    razón.
    Durante
    el dominio de
    este
    período se juzga
    al
    autor
    de
    un
    delito, y, como se le estima sano porque
    sus
    palabras ·
    son ordenadas y
    su
    razón le inspira
    su
    defensa,
    se
    le
    cas~
    tiga.
    Impuesta
    la
    pena,
    es
    conducido á tina prisión
    para
    extinguirla
    en
    ella, entonces
    ya
    sea que
    el
    acceso se re-
    pita
    naturalmente;
    ya
    sea que se vea provocado por el
    sufrimiento físico y moral, el resultado es,
    que
    volviendo
    el
    enfermo á
    caer
    en
    el período de excitación; comete
    un
    crimen de igual
    naturaleza
    ó más grave aun, y se ve juz-
    gado
    nu
    evamente como reincidente ó como
    autor
    volun-
    tario
    a.e-
    un nuevo .delito; y en uno y en
    otro
    caso,
    se
    agrava fa
    pena
    que
    ya
    sufre con
    una
    nueva condena, ·
    tan
    inme
    recida, en verdad, como la
    anteriormente
    im-
    puesta.
    t~No
    es esto
    lament
    ab
    le
    ? .
    ·'
    135
    Por
    desgracia para
    la
    humanidad
    la
    locura es s
    co
    -
    n de lo que á prime
    ra
    vi
    sta
    parece.
    Los vicios, ~gotando
    la
    natura
    leza creadora, producen
    generaciones en
    fe
    rmizas, d
    eb
    ilita
    da
    s, predispues tas ú la
    desgn
    ~c
    ia física y nacidas
    para
    la locura. La embriagu
    ez
    especialmente, especialm
    ente
    tlmb
    ién el exces o en los
    placeres rnnéreos, pre
    stan
    el mayor
    co
    n
    ti
    ngen
    te
    para
    la
    formación de eso s hijos q no Ye rnos desdo niños con la
    faz amarillenta y pr
    ema
    b:ai:
    m1
    ente ple
    ga
    da : con las en -
    as vidas y los
    lab
    ios púlidos y el cuello escabroso
    por
    h escrófula ;
    el
    e osos nifios e n cuyos ojos brillantes y di-
    . latados, reverbera
    un
    exceso de inteligencia, que se agos-
    ta
    bien
    pronto
    en las obscuridades casi tenebrosas de
    la
    -
    locura ; de esos niños que
    pare
    cen nacidos
    para
    llevar
    1
    ma
    vida de
    torturas
    físicas y morales, qúe
    tienen
    por
    limit
    es forzosos
    una
    temprana
    muerte
    por
    fortuna 6
    por
    desgracia el cadalso,
    la
    prisión 6 el manicomio_ ¡Pobres
    ser
    es sin culpa, nacidos sin conciencia y arrojados
    al
    mundo
    en
    la
    satisfacción de los placeres,
    para
    ser
    des-
    graciados desdé
    que
    su
    primer
    vagido anuncia el albor
    desde luego decay
    ente
    de
    su
    existencia!
    Cu
    ando
    la
    cuidadosa atención de los pa
    dr
    es
    tiñ
    e de
    rosa
    aqu
    ellas mejillas pálidas con
    la
    palidez
    do
    muerto
    s:
    ~on esa palidez amarfilacla de los cadáveres; y torna en
    rubíes los labios descoloridos, y en
    tersa
    s y
    limpia
    s
    las
    ru
    gosas frentes, parece qu~ el niño se salYó de la fa
    tal
    h
    er
    encia
    de
    la.
    loc
    ura;
    pero no es as
    í,
    sino q
    ue
    é
    st
    a exis-
    tie
    ndo on el qu
    id
    obsciwum que le corresponde, espe
    ra
    un
    a
    cau
    sa
    oc
    asional solam
    ente
    par
    a revelarse en to
    da
    su ple-
    nitud.
    Cuando
    esto no es así: cuando
    la
    causa
    de
    la
    locura no
    19
    '-
    136
    es la
    herenc
    ia
    , e ntonces el vicio mismo
    la
    provoca
    last
    i-
    mando
    el cerebro: agotándolo con las
    constantes
    y
    Yigo
    -
    rosas
    excitaciones que se le imprimen; y en definitiva,
    é ¡;tos como aquéllos,
    estarán
    predispuestos al crimen, ·que
    realizan bajo el poderoso impulso de
    la
    monomanía do -
    minante
    .
    En uno~ y
    en
    otros, el delirio los sorprende, si es po-
    sible en medio de
    una
    salud
    aparentemente
    perfecta,
    de
    ta
    l modo que las manifestaciones de aquel
    pueden
    reve-
    la
    rse
    en cualquiera circun
    sta
    ncia, ya
    sea
    durante
    el sue-
    ño
    tranquilo
    que se di
    sfruta
    sobre el blandp lecho
    de
    ab
    ri
    gada
    alcoba,
    ya
    sea
    duran~e el contento,
    la
    locura
    y
    ol frenesí de
    la
    orgía, y pueden hacer víctimas
    desde
    el
    hijo pequeñito que reposa con · 1a bqca
    entreabi
    er
    ta
    y
    perfumada,
    hasta
    el
    extraño
    'que se ·codea con el enfer-
    mo en
    la
    sala del _festín, regada por
    el
    vino y n ena
    del
    humo
    del tabaco y
    d(::\l
    aliento alcoholizado de los comen-
    sales.
    Si
    en
    estas
    últimas circunstancias, el enfermo domi-
    nauo
    por
    el impulso
    súbito
    se arroja sobro los concurren:
    tes,
    y
    hiere
    y
    extermina
    ¿q
    uién no ve'
    en
    él al ebrio ó
    al celoso que sigue los
    impu
    lsos
    del
    celo 6 de
    la
    embria-
    guez? Y no será así: no
    habrá
    tal
    vez ni
    ebriedad
    ni ce-
    los:
    será
    la
    manifestación de la locura el
    resultad
    o de
    las
    diversas
    eniociones
    del
    festín, que
    servirán
    de causa·s
    ocasionales
    para
    que aquella
    se
    manifieste. No
    serán
    el
    origen el vino ni el cham
    pagne
    que se desborda
    en
    pe
    rla
    s
    trasp
    :uentes
    del crist alino vaso,
    ni
    la
    sonrisa -fe-
    menil
    ne
    gada y que s e
    tributa
    al vecino
    en
    la mesa, de-
    ja
    ndo al cbsenbierto los
    blancos
    y parejos clientes
    entre
    los carmíneos labios, ni la
    presión
    -ve
    darfa dol pie
    peque
    -
    )
    ..
    , L
    ..
    137
    ño y . combado que ·
    éubre
    la
    elegante
    bota
    . Nó;
    será
    la
    existencia del
    momento
    fatal; del
    instante
    determinado
    e'
    n
    el
    cansancio de
    la
    naturaleza
    física,
    para
    que
    la
    locu-
    ra
    se revele en
    toda
    su
    plenitud
    terr
    ible,
    hundiendo
    al
    cerebfo
    en
    el
    casi
    siempre
    eterno
    estado
    de
    su
    desequi-
    librio.
    Y no
    obstante,
    el
    aparente
    criminal
    será
    conducido á
    la
    presencia
    Juez,
    y
    su
    aspecto descompuesto; sus
    ropas
    en
    desorden;
    el
    olor
    del
    alcohol
    que
    se desprende
    de
    su
    boca;
    la
    incoherencia
    de
    sus
    palabras;
    su
    torpeza
    en
    la acción,
    acusarán
    al
    ebrio criminal, cuando en rea-
    lidad
    no
    existe
    mas
    que
    el
    loco infeliz.
    Después, cuando
    el
    peHodo
    de
    excitación
    ha
    ya pasado
    y venga el de depresión melancólica,,
    se
    v
    erá
    en
    aquel
    desgraciado el paso
    de
    la
    embriague
    z
    al
    estado
    lúcido,
    bajo
    la
    influencia
    del
    cansancio
    de
    la orgía: se verá al
    hombre que
    autor
    de
    un
    crimen
    más
    ó
    menos
    horrib
    le,
    es
    presa
    del
    remord
    i
    miento
    y
    de
    la
    verguenza: se Yerá,
    por
    último, al delincuente
    que
    compr endiendo
    su
    falta,
    se
    anonada
    ante
    el
    castigo que le espe
    ra;
    y
    sus
    mismos
    cornpafieros de placer:
    la
    mujer
    misma
    qu
    e procuró des-
    deñarlo
    con lo
    .s
    ardides
    de
    una
    linda coquetería, senti-
    rán
    odio por él ó por lo meno.s
    un
    de.sprecio
    más_
    doloroso .
    que
    el
    aborrecimiento _mismo .. · ·
    Entra
    el
    hombre
    en
    el
    período de
    la
    raz6n: recuer-
    da
    los
    he
    chos realizados por él y
    en
    d,
    erre
    dor de él: ve la ·
    sitnac
    ión
    en
    que se
    encuentra,
    y
    acude
    su
    defensa;
    bien
    ajeno de 'que
    es
    irresponsable de
    sus
    actos, y sí,
    por el contrario, es
    timándose
    delincuen
    te
    , sin
    qu
    e en-
    cuentre
    razón que
    lo
    disculpe.
    138
    Quién · al comprender 1pm situación semejante no
    se-
    siente
    conrnovidn'?
    Considerar á
    un
    hom
    bre delincu
    ente
    cuando en reali:
    dad
    no lo es, no
    puede
    menos que llanrnr la atención do
    los hombres de estudio
    para
    fijar en la logis
    la
    ,_ü
    ún·
    penal
    el
    modo,
    la
    forma con que debe proc
    ederse
    en el enjui-
    ciamiento, cuando se
    trata
    de casos de delincuencia ais-
    lada,
    por
    nu{s
    que tod~s las apariencias c
    Óndc
    nen
    al in-
    fractor. ,
    Antes
    de
    terminar
    el brorn estudio q u.e hacemos sobre
    .la
    necesidad de la intervención del médico-legis
    ta
    en
    lo&
    casos de lesiones, perniitásenos ocuparnos,
    aunque
    con
    lijereza,
    de
    algunas otras causa,s que, ajenas á
    la
    volun-
    tad
    del
    autor
    de aquellas, pueden llevarlo fatalmente á
    su
    comisión.
    Mr. Legrancl de
    Sau
    lle opina que los beodos
    sufren
    alteraciones más ó menos rápidas
    de
    las
    facultades in-
    telectua
    les y ·afecfrrns,
    y_
    que en el
    estado
    de embrute-
    cimiento
    en
    que forzosamente caen,
    pueden
    cometer
    ac-
    tos delincue
    ntes
    · 6 criminales;
    En
    efecto , cuando por razón
    del
    abusó de las bebida
    s:
    alcohólicas
    se
    determina
    el delfriwn tremens, el enfermo
    est
    á
    muy
    agitado
    antes
    de que d
    esapa
    rezca ese delirio.
    Hab
    la
    con
    seres
    imaginarios:
    rifi.e
    con ellos : los amenaza
    ú gritos y los injuria: gesticula, acciona v vocifera; y en
    .._
    . ¡
    ......
    J
    .,
    su
    _fisonom1a,
    generalment
    e desc
    ompuesta,
    se revelan
    ·
    10s
    sentimientos rl el odio, de
    ln
    , inqui
    et
    ud
    y del terror.
    i~
    eneralmente
    en el período del delirio,
    fos
    alucinacio-
    11es
    forman
    la
    hase del estado morboso y ofrecen carac-
    teres
    muy
    especiales. Ora ve el enfermo animales pe-
    queños é inofensi
    vo
    s que crecen rep
    ·e
    ntinamente
    y se
    139
    vuelven feroces, y lo acometen y lo muerden, lo pican,
    y le arrancan
    parte
    de
    su
    cuerpo, ct1yos -arrancamientos
    dolorosos siente. Siente también el contacto frío de los
    ,,
    reptiles sobre
    su
    piel;
    el
    roce del pelo áspero de los lobos
    ó leones que le acometen;
    la
    pre
    sión de la
    tela
    sutil
    de
    la
    araña pequeñita que se
    conYi
    e
    rte
    en colosal arácni-
    do,
    cuya baba, como cuerdas, lo comp_rime y
    lo
    sofoca.
    A veces son fantasmas, monstruos, esqueletos que lo si- , ·
    ,g
    uen, cuyos amarillentos huesos fríos, crujen al chocar
    entre
    sí, ó momias ennegrecidas
    q~rn
    fijan en el enfermo
    sus
    .ojos
    animados.
    El
    espanto que
    tales
    alucinaciones producen al enfer-
    mo es incomprensible, porque se
    aumenta
    á medida que
    la
    alucinación adquiere proporciones sobre:naturales y
    -que los sugetos de ellas
    ataquen
    más rudaníente al deJi-
    . rante.
    Estas
    alucinaciones, así como las ilusiones sensoriales,
    . determinan accesos violentos,
    en
    los que el enfermo lle-
    ga
    á la realización de ciertos hechos que las leyes pe-
    mLles
    estiman como delítos.
    El
    acceso termina, y bien sabidos son los modos de
    su
    terminación, pero pocas veces excede de seis dfas
    su
    .dominio. ··
    Ahora bien, si en el período del delirio el enfermo
    llega á la perpetración de
    un
    délito
    tal
    como el de lesio-
    nes
    ¿puede
    imputársele
    su
    responsabilidad.? Nó; mas
    para
    ello es preciso que la existencia del delirio se de-
    muestre,
    y esto no es siempre fácil, y
    para
    comprobar-
    lo,
    baste el ~j~mplo que nos suministra el cáso siguiente:
    "El
    ebanista
    C.
    vivía
    al
    latlo de su anciana madre en una peque-
    ña
    habitación aislad~, en
    eJ
    ele.parta.mento de:. ,
    ..
    ,(}
    ,
    140
    . C
    ....
    inclipado al uso
    de
    la¡¡
    bebidas
    alcohólicas
    desde
    muy joven;:
    pero
    temeroso
    de
    perder
    la
    colocacion que
    tenía
    en el
    taller
    de
    Mr.
    Ch.,
    jamás
    se le vió
    entrar
    en
    una
    taberna
    ni
    aceptar
    las invitacio-
    nés
    de· sus
    compañeros
    de
    trabajo.
    Behía
    mucho, pero
    durante
    ia
    noche y en
    su
    casa,
    cuando
    la
    madre,
    cansada
    por
    los
    años
    se
    dor-
    mía.
    Al
    despertar,
    C
    ..
    .
    ..
    ocultaba
    lo
    descompuesto de su aliento con
    el uso
    de
    mascar
    tabaco, y
    disculpaba
    su mal
    aspecto
    físico y su de-.
    saliño, con las molestias que le
    hacía
    sufrir
    cierta
    enfermedad
    que
    nunca
    confesó á sus éornpañeros. Estos le
    aconsejaban
    que
    prescin-
    diese del
    tabaco;
    pero
    c .....
    alegaba
    para
    ~o
    hacerlo, que las
    pr
    o-
    piedades
    anestésicas
    de
    éste
    mi
    noraban
    sus dolores.
    Su mal
    aspec
    to se
    acent~aba
    más y
    má~
    cada
    día, y todos lamen- / ·•
    taban
    que, un.
    trabajador
    ta n
    inteligente
    y
    expedito
    . como C
    ..
    "'
    ..
    so
    convirtiera
    en un mal oficial, debido á s·us dolencias snpue8tas que
    inspiraban
    lástima.
    ,
    ..,,
    Cierta
    vez, C
    ..
    . . faltó ·algunos
    días
    de su
    tailer,
    y poco
    después
    se supo que
    estaba
    en
    la.
    prisión
    por
    haber
    le
    siona do á
    su
    pobr
    e
    madre.
    La
    impresión
    que
    esta
    noticia
    causó
    entre
    sus
    compañeros
    de trn,.
    bajo
    fué
    espantosa,
    porque ¿ cómo C
    ....
    tan
    bueno con los
    extraños,
    pudo
    haber
    lesionado á su
    anciana
    madre?
    El
    caso fué que
    la
    anciana
    que
    ya
    no
    pudo
    declarar,
    murió,
    y
    que
    C
    ....
    fué condenado como homicida, porque
    ninguna
    prueba
    pudo
    ad1wir
    de
    la
    irresponsabilidad
    de su
    acto
    reprobado.
    Y,
    no
    obstante,
    C
    ....
    era
    irresponsable
    de
    ~u
    delito,
    porque
    obró
    bajo
    la influencia del deliriurn tremens. '
    Poco
    tiempo
    después
    de
    su condena, se reveló
    nuevamente
    el ac-
    ceso y
    C.
    . . . .
    murió
    en
    la
    prisión
    de
    A*** bajo el
    concepto
    de
    un
    loco rabioso,
    pero
    cqya
    cauéa
    de
    locura
    se
    ignoró
    mucho
    tiempo
    también,
    atribuyéndose
    esta
    á los remordimientos.
    La
    vieja
    proveedora
    de
    C
    .....
    ,
    la
    que le
    vendía
    noche á noche
    una
    botella
    de
    agnard
    .
    iente,
    acabó
    por
    hablar, y
    entonces
    se supo,
    porque
    se comprendió cíentíficamente, cuál'
    fu6
    la
    causa
    de
    las
    le·
    siones
    inferidas
    á
    la
    anciana
    por
    su hijo
    enajenado.
    -:-
    .
    ,;.
    Baste el caso citado
    .para
    demostrar cómo;
    -,
    en deter~
    141
    minadas circunstancias, es imposible fijar la responsa-
    bilidad ó irresponsabilidad del
    aparente
    delincuente sin
    el'iconcurso obligado del reconocimiento médico-legal.
    Pud
    i6ramos citar algunas
    otras
    causas impulsivas
    del
    delito de que nos ocupamos: podríamos extendernos
    mu
    cho en lo que á
    las
    lesiones·
    1~
    efiere
    para
    correjiI·
    la
    ley;
    per,o
    esto equivaldría á privarnos de material
    bastant
    e
    para
    . escrib
    ir
    los demás artículos que forman
    esta
    obrita y que procuramos, desde el principio, redu-
    .cir á
    la
    simple forma de observaciones lijeras,
    para
    no
    ··
    cansar
    la
    ate
    nción
    él.e
    nu
    est
    ros lectores, y á
    la
    vez ll
    enar
    el objeto que nos propusimos:
    demostrar
    au
    nque en si-
    nopsis, la necesidad
    de
    dar
    intervención á los médicos-
    le
    gistas,
    en
    toda clase de proceso
    instrui
    do
    co
    ntra un
    aparente
    crimin aisla
    do,
    · pa
    ra
    fijar con la autorizada
    opinión de aquellos,
    el
    grado
    de
    responsabilidad ó la
    irresponsabilid
    ad
    de éste.

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