Lecciones del sismo

AutorÁngel Junquera Sepúlveda
CargoDirector
Páginas1-1

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Morelos, Puebla, Guerrero, Oaxaca y la Ciudad de México se vieron particularmente afectados por el sismo del 19 de septiembre, una fecha que parece haberse vuelto trágica. La manera en que gobierno y sociedad unieron esfuerzos, sin embargo, resultó plausible. A diferencia de lo que ocurrió en 1985, no hubo autoridades pasmadas…

No sólo el gobierno y la sociedad han estado trabajando, hombro con hombro, para asistir a las víctimas del terremoto y reconstruir lo que se vino abajo, sino que bancos, empresas, ONG’s y hasta partidos políticos han unido sus fuerzas. Nuestras Fuerzas Armadas —Ejército y Marina— no pudieron haber desempeñado un mejor papel. Los colegios de abogados, por su parte, mostraron su temple y lo mismo el Ilustre y Nacional Colegio de Abogados que la Barra Mexicana y la Asociación Nacional de Abogados de Empresas (ANADE) ofrecieron servicios y apoyos a los afectados. No sólo asesoría jurídica gratuita sino que abrieron cuentas para canalizar la ayuda.

Imposible librarnos del oportunismo de quienes se empeñaron en sacar raja de la tragedia. Imposible, también, eludir los abusos, los asaltos que se dieron en los embotellamientos del día 19 y los excesos mediáticos, como el de la niña que, dizque atrapada entre escombros, solicitaba auxilio… y que luego resultó no existir. Pero, en general, México ha estado a la altura del desafío.

La catástrofe, pese a lo anterior, debe hacer reflexionar a la comunidad jurídica mexicana acerca de dos temas. El primero, la deficiente legislación regulatoria en materia de uso de suelo y construcciones con la que aún contamos. No es tan deficiente como la que estaba vigente hace 32 años pero —admitámoslo— aún deja mucho que desear.

Ante la voracidad de empresarios y constructores que se afanan por obtener las mayores ganancias a los menores costos posibles, es fácil concluir que al menos la mitad de los inmuebles colapsados o con daños graves no se habrían venido abajo ni habrían quedado tan dañados si nuestra regulación fuera la adecuada. Si se hubiera respetado, al menos, la supervisión de obra.

Los estándares...

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