Juárez, expresión de México

AutorAndrés Henestrosa
Páginas720-721
720
ANDRÉS HEN ESTROS A
soneto “A Cristo crucificado”, o “Acto de contrición”, como también se le
nombra?
Imposible que todos lo ignoren. Ojalá que quien lo sepa nos saque de
todas estas dudas.
21 de agosto de 1960
Juárez, expresión de México
México es un país de tenaces contradicciones. Propios y extraños han señala-
do la increíble armonía de su ser: la transparencia del aire y la calígine de su
trópico, el desierto junto a la superior fertilidad de la tierra, la miseria sobre la
mina inagotable, el torrente y la sequía, el ahuehuete y el colibrí. Nada tiene
de extraño que tal geografía contradictoria haya producido a un pueblo tierno
y violento, sumiso y rebelde, justo y arbitrario, y que la historia de ese pueblo
discurra a bandazos, de uno a otro extremo de la rosa de navegar; entre el ayer
y el mañana, “entre la piedra y la cruz”, “entre la piedra y la flor”, haciendo su
difícil camino con reflexión o con audacia, pero haciéndolo al fin, pues sólo
con esta dinámica se cumple todo destino luminoso y elegido.
Así, con la mano puesta sobre la entraña mexicana, es más fácil comprender
a sus hombres y, sobre todo, a los patricios de nuestra nacionalidad. Si alguien
representa, exacto y secreto, al pueblo mexicano, ese es Benito Juárez. Si de él
hablamos todavía –y seguiremos hablando por siglos venideros– es por agrade-
cimiento y por asombro; él nos dio estatura de nación y principios para regirla, y
desde su humilde origen, fue cumpliendo misiones que parecen más despropor-
cionadas a la figura de cualquier hombre, si se recuerda el tamaño de los obstácu-
los y la escasez de los elementos con que contó en su época para vencerlos.
Juárez se me representa vivo como en este retrato en que lo evocó otro
mexicano fértil y contradictorio: Diego Rivera. La faz impasible y la mira-
da animada por la energía que procede de lo más hondo del ser; el modesto
atuendo que simboliza al simple hombre y el porte con que dio lustre a todas
las dignidades merecidas; la piel india y la inteligencia cultivada hasta la medi-
da de la claridad y de la acción civilizadora. Al fondo, de un lado los elementos
de la guerra, y del otro, los del trabajo: la mansedumbre de los campos y el
cometido elemental y eterno del sembrador.

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