Joven ejemplar

AutorAndrés Henestrosa
Páginas226-227
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ANDRÉS HEN ESTROS A
Letras America nas, por Fra ncisco A. de Icaza dictada en el Ateneo de Madrid;
fragmento del juicio que antecede a los po emas de Díaz Mirón en la Antología
de la poesí a mexicana modern a (Roma, 1940), por Manuel Maples Arce. Y los poe-
mas siguientes: “El fantasma”, “Engarce”, “A ella”, “A Gloria”, “Ojos verdes” y
“Paquito”.
¿No es esto andar muy errado, maestro Alfonso Méndez Plancarte?
20 de junio de 1954
Joven ejemplar
Entre los poetas muertos en la flor de su edad, a la hora en que los discretos
confiaban en ellos una risueña esperanza, hay que contar a Esteban Gonzá-
lez Verástegui, excepcionalmente dotado para realizar una obra artística. Su
temprana muerte, como la de Abraham Ángel, como la de Constantino Esca-
lante, nos induce a preguntar a los hados implacables por qué el genio ha de
ser una planta exótica en nuestra patria, que muere antes de dar sus frutos;
por qué motivo nuestro ambiente no soporta cualquier tentativa de genio; ni
más ni menos que se preguntaban Xavier Villaurrutia e Hilarión Frías y Soto
ante la muerte inesperada, y en plena juventud, de dos artistas cuyas vidas
segó un destino sañudo. Porque eso fue, según puede verse, en la poca flor
de su obra y de su vida, y por el voto de sus contemporáneos. Un adolescente
extraordinario, en cuyo ser se conjugaban una desbordante inclinación hacia
las artes, pues lo mismo dibujaba que escribía poesías de intensas vibraciones,
que aceptaba gustoso perder la vida en defensa de la patria, suprema muestra
del hombre y del artista bien nacidos. Por defenderla, cayó prisionero de los
franceses en Puebla. Por serle fiel rehusó prestar juramento de neutralidad, y
fue conducido a Francia, donde libre más tarde, pero abandonado y sin recur-
sos, se ganó el pan con el lápiz de dibujante. Como pudo reunió unos dineros y
se trasladó a España y vivió en Granada que le inspiró la bella composición de
ese nombre. Al triunfo de la República, volvió a México y fue miembro de las
sociedades literarias de aquel tiempo, y huésped de las Veladas Li terarias, en
las que fue aplaudido por sus poemas: “A Granada”, por el primer canto de su
poema heroico “Zaragoza”, y por sus fábulas y por un fragmento de una come-

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