Jaime Almazán, un aventurado scout

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Jaime Almazán, un aventurado scout
Conocí a Jaime cuando éramos niños, yo tendría entre ocho y
diez años, él era cinco o cuatro años más grande que yo. En ese
entonces, estoy hablando de 1948 o 1950, Toluca era muy chiquito
éramos un pueblo convertido en ciudad pero seguíamos siendo
un pueblo chico y un infierno grande, como se dice. Tuve la for-
tuna de vivir a dos cuadras de su casa e imagino que para él también
debió ser una fortuna tenernos cerca (a mí y a mi hermano) pues él
era el único hijo varón en su familia, así que él buscaba con quien
relacionarse, de tal manera que la cercanía propició que él empezara
a hacer amistad con mi hermano mayor, pero ahí iba yo de pilón a
todos lados donde iban; hicimos una bonita amistad: ya sea que él
estuviera en nuestra casa o nosotros íbamos a la de él, siempre ju-
gando con los amigos.
En nuestro transitar cotidiano y en el andar de aquí para allá,
tuvimos la fortuna de conocer al padre Rafael Checa, con quien se
fundó el movimiento Scout en Toluca, Jaime Almazán, que en ese
entonces tendría entre 14 o 15 años, fue el jefe de tropa del grupo
Uno de este importante movimiento, al cual, obviamente, entra-
mos mi hermano y yo junto con un montón de escuincles de aque-
lla época.
Gracias a la amistad que se forjó entre Jaime y el padre Checa
fuimos a muchos lados cercanos, como a Tepetongo, aunque en
aquella
época era muy complicado llegar, nosotros fuimos allá con
todas las dificultades que ello implicaba: no había camión, así que
teníamos que irnos en tren, bajarnos en El Oro y atravesar la vía para
llegar; también fuimos a Las Estacas, a Los Azufres y a muchos otros

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