Introducción

AutorChristian Yair Aldrete Acuña
Páginas11-19
XI
INTRODUCCIÓN
En las democracias modernas dentro de las que se aspira a la representativi-
dad del cuerpo electoral por vía de la voluntad soberana, el ejercicio del po-
der se ha tenido que racionalizar a partir de mecanismos jurídicos, políticos
y sociales, que implican el reconocimiento de la génesis del poder desde el mandato
soberano.
Establecer que el único detentador del poder será siempre el pueblo, ha construi-
do toda una teoría sobre los controles de éste, en especíco a partir de la conceptua-
lización del término soberanía. Una vez postulado tal concepto, como el único centro
motivador de la vida política de un país, puede comprenderse la existencia de una
democracia como un sistema en el que verdaderamente los sujetos que integran la
colectividad, tienen en sus manos el direccionamiento del Estado.
Para que el concepto soberanía y la idea de una democracia puedan tener un
valor real dentro de la organización política denominada Estado, preciso es com-
prender ambos tópicos dentro de un ordenamiento jurídico. Ordenamiento que
deberá tener siempre el carácter de máxima ley imperante dentro del Estado. A
decir del liberalismo del siglo XVIII, éste se ha congurado desde la perspectiva del
constitucionalismo.
A través de la Constitución, el Estado de Derecho tiene vigencia y racionalización,
haciendo del sistema sobre el que se desarrolla la organización social, un Estado
Constitucional y Democrático de Derecho. Entidad encargada no sólo de demarcar
los límites sobre los que ha de ejecutarse el poder conferido a partir de la voluntad
soberana y el mandato representativo, sino que será la barrera de contención de las
arbitrariedades en las que los órganos encargados de tal mandato puedan incurrir
en el ejercicio del poder que les ha sido conferido por la sociedad.
Sólo dentro de un Estado Constitucional es que el régimen democrático puede
entenderse como verdaderamente operante, teniendo mecanismos jurídicos y polí-
ticos, que aseguren el real desenvolvimiento de éste, tanto en su sociedad, como en
sus instituciones y órganos. De esta forma, el poder que en esencia corresponde al
sujeto de lo social, se ve ejercido por aquellos a los que se les ha conferido la facultad
representativa, en el entendido de ser órganos constituidos a través de la delibera-
ción del cuerpo electoral, y dotados de competencias para la representación de éste.

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