Introducción
| Autor | Salvador Martínez y Martínez |
| Cargo del Autor | Universidad de Xalapa |
| Páginas | 17-23 |
INTRODUCCIÓN
Llamar la atención sobre la Casa de los Muertos o el Sepulcro de
los Vivos es la mejor manera de introducirse a esta obra. La
prisión es un lugar en donde el condenado está sepultado vivo.
No se puede creer que el zombi exista sino hasta que se visita
un reclusorio. Aquí, las personas que se suponen muertas para
la sociedad a partir del pronunciamiento de una sentencia
condenatoria, han sido reanimadas “por arte de brujería”, con
el fin de dominar su voluntad. A los reclusos se les observa
atontados, se comportan como unos autómatas.
La escena del zombi cala hondo. Manifiesta de manera
dramática o trágica el sinsentido de la pena. Saber y aceptar
que las penas están perdidas es la condición necesaria y
suficiente para comprender que la interpretación de las leyes
penales también es creativa porque necesita contener el poder
de castigar. Los intérpretes tendrían el oficio de descomponer
la luz en un arco iris, pero si en el juicio penal ignoran o no
creen en este punto de arranque su interpretación de las leyes
penales podrá ser lingüística y sistémica, pero jamás funcional.
Los intérpretes que aun guardan entre sus prejuicios la
ilusión de que los delincuentes son los que perturban la paz y
de que la perturbación puede eliminarse separándolos de los
otros, le apuestan al debido proceso legal como el único medio
para distinguir a los unos de los otros. Ellos no se percatan de
que el debido proceso legal es un valor quebrado: él no es
“bueno” sino que, parafraseando a Hans Welzel, solamente es
menos malo que el caos.
De aquí que yerran quienes, al abordar el tema de las
reformas procesales, presentan las cosas de manera simple y
consideran que el objetivo de tales reformas es cambiar los
sistemas inquisitivos y escritos por sistemas adversariales y
orales. Este planteamiento está atrapado por una cosmovisión
Para continuar leyendo
Solicita tu prueba