Sobre la intencionalidad secundaria de las emociones.

AutorFern

Resumen: En este artículo se esboza un mapa fenomenológico de la afectividad a partir de la clasificación propuesta por Scheler en la que se distingue el "percibir afectivo" (Fühlen), que es intencional y tiene por objeto los valores, y los "estados sentimentales" (Gefühlszustände), que carecen de la intencionalidad estricta del percibir afectivo. Las clásicas emociones se inscriben en los estados sentimentales divididas en dos grupos: las "respuestas afectivas" y las "meras emociones" (las "reacciones de respuesta emocionales" [emotionale 'Antwortsreaktionen'] y las "emociones" [Affekte], en terminología scheleriana). Las respuestas afectivas carecen de la intencionalidad estricta del percibir afectivo, pero poseen una "intencionalidad secundaria" que es correcta por adecuarse al percibir afectivo; en las meras emociones la intencionalidad secundaria es incorrecta o llega incluso a desaparecer. Palabras clave: causalidad, motivación, comprensión, actitud personalista, actitud naturalista

Abstract: This article outlines a phenomenological map of affectivity, based on the classification proposed by Scheler. Two faculties are distinguished: "affective perception" (Fühlen)--which is intentional and aims to values-- and "emotional states" (Gefühlszustände)--which lack the strict intentionality of affective perception--. Classic emotions are included in emotional states and divided into two groups: "affective responses" and "mere emotions" (emotionale 'Antwortsreaktionen' and Affekte in Scheler's terminology). Affective responses lack the strict intentionality of affective perception but possess a "secondary intentionality" which is "right" due to its adequacy to affective perception; in mere emotions the secondary intentionality is "unright" or even disappears.

Key words: causality, motivation, understanding, personalistic attitude, naturalistic attitude

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"No se ha tornado conciencia de que la exégesis ontológica fundamental de lo afectivo en general apenas ha logrado dar desde Aristóteles un paso hacia adelante que sea digno de mención", decía Martin Heidegger en Ser y tiempo ([sección] 29). Pero quizá ahora sí podemos sostener que la propuesta de la fenomenología fundada por Edmund Husserl ha constituido un avance histórico decisivo en el tratamiento de la afectividad, muy especialmente de la mano de Max Scheler. Como mostré en un ensayo anterior (Fernández 2012), cuyas investigaciones pretendo continuar aquí, si completamos la teoría de Scheler teniendo en cuenta algunas tesis básicas del propio Husserl, es posible entender la afectividad como el ámbito subjetivo donde se produce el acceso al nivel objetivo de los valores, de modo que la afectividad adquiere una dimensión cognitiva y, sin embargo, no teórica. La clave para ello la proporciona la noción central de la fenomenología, la intencionalidad, pues los peculiares sentimientos en los que se produce el acceso al valor son actos afectivos intencionales, a los que Scheler denomina actos del "percibir afectivo" (Fühlen).

Pero, además de la afectividad estrictamente intencional--y, por lo tanto, cognitiva--dada en el percibir afectivo (que es difícil de localizar y de describir correctamente), hay muchos otros sentimientos que no son intencionales en sentido estricto. Por esa razón conviene estudiar la afectividad no estrictamente intencional, para marcar su diferencia con el percibir afectivo, y ésa es la tarea que me gustaría iniciar en estas páginas, centrándome en el tema de las emociones. Para ello, desarrollaré la propuesta que hace Scheler en Der Formalismus, porque, tras introducir el percibir afectivo como acto intencional en sentido estricto, Scheler se refiere en esa obra a dos tipos de vivencias que deben distinguirse de él: las "emociones" (Affekte) y las "reacciones de respuesta emocionales". (1) Ambas parecen situarse en el ámbito de las clásicas emociones, que incluyen fenómenos como la ira, la tristeza, la alegría ... Por lo tanto, la sugerencia de Scheler, que, desde luego, queda sin explicitar, consistiría en dividir las emociones en dos grupos, según lo que, de modo aún necesariamente impreciso, voy a considerar como su mayor o menor cercanía a la intencionalidad del percibir afectivo. Las "reacciones de respuesta emocionales" son las emociones que se adecuan a la intencionalidad del percibir afectivo y, utilizando la terminología de Dietrich von Hildebrand, propongo considerarlas "respuestas afectivas". Por su parte, las "emociones" (Affekte) se alejan de dicha intencionalidad y, para ser exactos, deberíamos llamarlas "meras emociones", de modo que el término clásico de "emoción" pueda utilizarse en su sentido amplio.

Pues bien, como veremos, las emociones en general, aunque no posean intencionalidad en sentido estricto, pueden tener una "intencionalidad secundaria", a la que denominaré así para distinguirla de la intencionalidad del percibir afectivo, que es la única intencionalidad estricta y a la que por ello calificaré de "intencionalidad primaria". El problema reside en que la intencionalidad secundaria se confunde fácilmente con la primaria y esta confusión, de efectos muy negativos en el tratamiento de la afectividad, es la que intentaré evitar aquí en mi descripción del mundo emocional.

  1. Teorías no fenomenológicas

    Constituye un mérito indiscutible de la fenomenología el haber descubierto la existencia de unos sentimientos peculiares, denominados por Scheler actos del "percibir afectivo", que están dotados de intencionalidad en sentido estricto, esto es, de una intencionalidad originaria, capaz de proporcionar por sí misma al acto un objeto propio, que es el valor. (2) Por mi parte, además de esta intencionalidad estricta del percibir afectivo o intencionalidad primaria, voy a reconocer otra intencionalidad no estricta: la intencionalidad secundaria, que toma su objeto de un acto previo. Esta intencionalidad puede aplicarse al ámbito de las emociones, pero antes de entrar en su estudio detallado, es importante mostrar cómo en muchas teorías se ha confundido sistemáticamente con la primaria.

    Basta con echar una mirada a la bibliografía más actual para comprobar que desde distintas corrientes no fenomenológicas se afirma que los sentimientos tienen una dimensión cognitiva e incluso intencional, y, sin embargo, lo que ahí se describe no es nunca la intencionalidad del percibir afectivo, sino, más bien, la intencionalidad secundaria de las emociones. Se considera, por lo tanto, que la única intencionalidad afectiva es la secundaria y, además, en esas teorías no fenomenológicas el acto previo de donde la intencionalidad secundaria emocional toma su objeto ha de ser necesariamente un acto teórico, una representación (porque no hay una intencionalidad afectiva más originaria que la de las emociones; es decir, no hay un percibir afectivo, que es el que, según la fenomenología, proporciona la intencionalidad afectiva originaria y constituye, pues, el acto previo al que responde la intencionalidad secundaria de las emociones). De esta manera se genera una peligrosa confusión, porque la identificación de la intencionalidad afectiva con la intencionalidad secundaria hace que quede oculto el nivel previo del percibir afectivo, pese a ser éste el único intencional en sentido estricto, y así se pasa por alto el descubrimiento crucial de la fenomenología, que por ello continúa sin ocupar un lugar en las discusiones actuales acerca de la afectividad. Veámoslo, aunque sea muy brevemente, en la tradición analítica y en la aristotélico-tomista (más adelante mostraré que la confusión se produce incluso en el ámbito fenomenológico).

    En la filosofía analítica actual, y también en el terreno de la psicología cognitiva relacionada con ella, se habla a menudo de la dimensión cognitiva de las emociones (3) e incluso se les atribuye cierta intencionalidad. Pero en esas teorías el término "intencionalidad" no hace referencia a la intencionalidad en sentido estricto, propia del percibir afectivo, sino más bien a una intencionalidad secundaria. (4) Podemos mencionar, en primer lugar, a un importante discípulo de Wittgenstein, Anthony Kenny, quien propone (Kenny 1979) caracterizar las emociones por su intencionalidad, por su referencia al objeto, y hace una defensa interesante de la diferencia fenomenológica entre objeto y causa, sobre la que volveré más adelante. En el ejemplo del niño que tiene miedo al fuego, el objeto es el fuego, pero la causa del miedo no es el fuego, sino más bien una "experiencia pasada", el haberse quemado. En palabras de Wittgenstein: "Un niño que se ha quemado teme el fuego".

    En la filosofía analítica más actual, Robert C. Solomon en su ensayo "Emotions and Choice" (1973), (5) plantea su definición de la emoción como juicio, y con ello intenta alejar a la emoción del irracionalismo, señalando su capacidad para informarnos acerca de la realidad, del mundo. Además, introduce cierta intencionalidad de las emociones, pues se refiere al objeto de la emoción como aquello sobre lo que es la emoción: "El objeto de una emoción es simplemente 'aquello sobre lo que versa la emoción' (what the emotion is about)". (6) Lo mismo su cede con las tesis de Martha Nussbaum en "Emotions as Judgements of Value and Importance" (Solomon 2004, pp. 188-189), donde la autora utiliza como ejemplo su propia experiencia biográfica de cuando, inmersa en su vida académica, debía hablar públicamente acerca de las emociones, y entonces recibió y vivió emocionalmente la noticia de la probable, pero luego cierta, muerte de su madre. Esta autora se inscribe en una línea cognitivista al sostener que las emociones se caracterizan por su referencia al valor. También Amélie Rorty en "Explaining Emotions" (Rorty 1980, pp. 103-126) o Ronald de Sousa en "The Rationality of Emotions" (Rorty 1980, pp. 127-151) proponen introducir en las emociones cierta "racionalidad" ligada a la intencionalidad.

    Si nos situamos en el estricto ámbito de la psicología...

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