Indicador de infraestructuras productivas por entidad federativa en Mexico, 1970-2003.

AutorBecerril Torres, Osvaldo U.
CargoReport

Productive Infrastructure Indicator by Federative Entities in Mexico, 1970-2003

INTRODUCCIÓN

Son numerosos los trabajos que tratan de determinar cuáles son los principales factores condicionantes del crecimiento económico, así como de las desigualdades existentes. Las infraestructuras productivas desempeñan un papel importante en la ordenación territorial, demográfica y económica, motivo por el cual han sido incorporadas en el análisis de la teoría del crecimiento económico desde distintos enfoques metodológicos y con base en diferentes ámbitos geográficos y temporales, como se verá en la revisión bibliográfica acerca del papel de las infraestructuras sobre el crecimiento económico que se realiza en el siguiente apartado.

Durante el periodo analizado (1970-2003) tanto la población (22.01%) como la actividad económica (31.50%) se concentran en dos entidades, el Estado de México y el Distrito Federal. La dotación de infraestructura llevada a cabo por el sector público puede contribuir a fomentar esta situación. Asimismo, el Programa Nacional de Infraestructuras (2007-2012), presentado por el presidente Felipe Calderón, considera la dotación de infraestructura como un elemento esencial para aumentar la competitividad del país, mejorar el acceso a los insumos productivos y disminuir las desigualdades regionales.

De acuerdo con el papel que desempeñan las infraestructuras productivas y las escasas aportaciones para el caso de México, resulta de gran interés avanzar en el análisis de la influencia de las infraestructuras sobre el crecimiento económico de las entidades federativas. Para ello, ha sido necesario llevar a cabo la cuantificación de un indicador de infraestructuras productivas en unidades físicas, que engloba las principales categorías (transportes, telecomunicaciones, abastecimiento de agua y energía eléctrica), agregadas mediante la utilización del análisis multivariante. Este indicador ha permitido comprobar el hecho de que las entidades federativas que poseen gran parte de las infraestructuras del país pertenecen a las zonas en las que se observa una mayor actividad económica, lo que corrobora la idea de que los estados más ricos suelen ser los mejor dotados en términos de infraestructura.

EL PAPEL DE LAS INFRAESTRUCTURAS SOBRE EL CRECIMIENTO ECONÓMICO

La teoría del crecimiento constituye un área muy importante de la ciencia económica que, entre otras cosas, permite discernir las causas de las diferencias en las tareas de crecimiento de los países y sus regiones, y cómo éstas pueden reflejarse en términos desiguales de renta per cápita. Esta es la idea que subyace tras la aparición del modelo neoclásico (Solow, 1956), junto con las posteriores aportaciones realizadas por Cass (1965) y Koopmans (1965), que permiten a los agentes decidir sobre la tasa de ahorro. (1)

Si bien las infraestructuras fueron incorporadas en la teoría del crecimiento por Arrow y Kurz (1970) y Weitzman (1970), fue a partir del artículo seminal de Barro (1990) cuando comienza a estudiarse el tema con mayor profundidad. En el modelo de Barro (1990), mediante la incorporación del gasto público en la función de producción, se obtienen rendimientos constantes de escala, que impiden la transición dinámica hacia la situación de "estado estacionario". Por lo tanto, forma parte de los denominados modelos de "crecimiento endógeno", en los que, a diferencia de los modelos neoclásicos, se obtiene una tasa de crecimiento positiva a largo plazo, sin necesidad de suponer que alguna variable del modelo (como la tecnología) crezca de forma exógena.

En concordancia con el renacer de la teoría del crecimiento económico como campo de investigación activo que genera la construcción de los modelos de crecimiento endógeno, cobran protagonismo los estudios empíricos que analizan la importancia de las infraestructuras como fuente de crecimiento a raíz de la publicación de los trabajos de Aschauer (1989a y 1989b), que estima la elasticidad de la producción respecto al capital público en una función de producción, a partir de datos agregados de la economía estadounidense. Más adelante, Munnell (1990) y García-Milá, McGuire y Porter (1993) estiman funciones de producción para Estados Unidos con datos en panel. A pesar de que dispone de un panel de datos, Munnell (1990) ignora la posible existencia de características estatales específicas en las estimaciones. Por el contrario, García-Milá, McGuire y Porter (1993) contrastan la existencia de divergencias en el ámbito estatal en cuanto al factor de progreso tecnológico y, de ser así, señalan, éstas deben modelarse como "efectos fijos" o "aleatorios". Asimismo, resuelven de manera satisfactoria algunas de las deficiencias econométricas que habían sido ignoradas hasta ese momento, como es el caso de la no estacionariedad de las variables, que requiere la estimación de la función de producción en primeras diferencias, la posible endogeneidad (2) de los factores productivos, así como la posibilidad de que las variables presenten errores de medida, en cuyo caso el sesgo resultante es mucho mayor si las estimaciones se realizan en diferencias. En todos los trabajos mencionados se observa cómo la desagregación estatal reduce la elasticidad del capital público, respecto al análisis agregado, al igual que sucede cuando se consideran únicamente las áreas metropolitanas (Eberts, 1989), debido a la existencia de efectos expulsión que generan los equipamientos de infraestructuras entre estados colindantes (Hulten y Schwab, 1991).

Sin embargo, y a pesar del enorme interés que suscita la economía estadounidense, (3) la disponibilidad de bases de datos ha hecho posible la extensión del análisis a diferentes economías. Así pues, en el ámbito europeo destacan los trabajos de Seitz (1994) y Conrad y Seitz (1994) para Alemania, y los estudios realizados por Berndt y Hansson (1992) y Lynde y Richmond 1992) para Suecia y el Reino Unido, respectivamente. Por último, Otto y Voss (1994) basan sus estimaciones en datos de la economía australiana.

En la economía española también se han realizado aportaciones en esta línea. A nivel nacional, Bajo y Sosvilla (1993), Argimon et al. (1994) y González Páramo (1995), entre otros, analizan la influencia del stock de capital en infraestructuras sobre la productividad. Por su parte, la elaboración del Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (IVIE (4)) de las primeras estimaciones fiables sobre valores de capital regionalizado, tanto público como privado, ha permitido a algunos de sus investigadores realizar numerosos trabajos empíricos en el ámbito de la economía regional (Mas, Maudos, Pérez y Uriel, 1993, 1994 y 1996). Aunque estos estudios difieren en las series usadas, en el tipo de capital público considerado y en el periodo que abarcan, coinciden en resaltar el impacto positivo del capital público en la evolución de la productividad, cuya elasticidad se reduce con el grado de desagregación geográfica, al igual que sucede en las estimaciones realizadas para Estados Unidos. (5)

Este enfoque ha sido objeto de diversas críticas, en especial respecto al hecho de que la función de producción restringe la forma en que la producción y el capital público interaccionan. Por este motivo, algunos autores han explorado enfoques alternativos en el análisis empírico de la influencia que ejerce el capital público sobre el crecimiento económico. A través de la estimación de funciones de costos (Dalemberg, 1987; Lynde y Richmond, 1993a; Seitz y Licht, 1995) o de beneficios (Deno, 1988; Lynde y Richmond, 1993b) intentan paliar el posible problema de endogeneidad del capital público en la función de producción, aunque se encuentran con el inconveniente de tener que recopilar datos sobre precios, especialmente en el caso del capital público.

Recientemente, han resurgido los análisis basados en los modelos de crecimiento neoclásico, gracias al interés que ha suscitado entre los investigadores, en particular aquellos que estudian la economía regional, el análisis de la convergencia económica y sus determinantes. En respuesta a las persistentes divergencias en niveles de riqueza y la inexistencia de una situación de estado estacionario que plantean los modelos de crecimiento endógeno surge el concepto de "convergencia condicionada", que implica un acercamiento de cada uno de los países a su propio estado estacionario. Así pues, en los trabajos de Sala-i-Martín (1994a, 1996a y 1996b) se definen los conceptos de convergencia ("convergencia sigma" y "convergencia beta"), que se obtienen a partir de la solución de estado estacionario en el modelo neoclásico.

Dada la importancia que adquiere el capital humano en el análisis del crecimiento económico, Mankiw, Romer y Weil (1992) amplían el modelo de Solow (1956), mediante la incorporación del capital humano, y resaltan el efecto positivo de este capital en el proceso de acercamiento en términos de renta per cápita en los países de la OCDE. Este trabajo, aunque no exento de polémica, ha generado una amplia bibliografía. De este modo, el papel del capital público también ha sido objeto de análisis en el modelo de crecimiento propuesto por Mankiw, Romer y Weil (1992). En el ámbito internacional, Aschauer (2000) incorpora en la ecuación de convergencia la variable de inversión pública, así como el modo en que ésta se financia y un indicador de eficiencia en su uso. Posteriormente, entre los numerosos estudios que han surgido y siguen este mismo enfoque destaca el realizado por Álvarez y Delgado (2006), cuyo ámbito geográfico se extiende a los países de la Unión Europea.

En la economía mexicana son escasas las aportaciones a este análisis (Fuentes y Mendoza, 2003; Fuentes, 2003). Así pues, es preciso avanzar en el estudio de las implicaciones que las infraestructuras productivas tienen para el crecimiento económico en los distintos estados mexicanos. Por este motivo, se debe contar con abundante información sobre estas dotaciones, para lo cual es...

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