Hombres de tierra y sol

AutorC.P.C., MA. y MF. P.C.FI José de Jesús Heziquio Martínez Vargas
CargoPresidente de la Comisión de Desarrollo Profesional Continuo de la RCO Instituto Mexicano de Contadores Públicos jjheziquio@yahoo.com.mx
Páginas10-10
Hombres
de tierra y sol
C.P.C., Ma. y MF. P.C.Fi José De Jesús
Heziquio Martínez varGas
Presidente de la Comisión de Desarrollo Profesional Continuo
de la RCO
Instituto Mexicano de Contadores Públicos
jjheziquio@yahoo.com.mx
Como si hubiera sido ayer, yo lo puedo constatar. Era suciente salir al campo
y ahí se podían ver, arando con buey o mula, labrando la tierra propia y es-
perando el temporal. “Buenos días, don Rafael, ¿cómo le va?” “¡Buenos días
le dé Dios!”, respondía con sencillez. De este modo se iniciaba una simple
charla sin pretender ilustrar. ¿Pero qué platicaban los sabios? ¿Qué temas
podían tratar aquellos seres de gran sapiencia adquirida en su experiencia de vida?
Mujeres que se ponían en pie horas antes de la salida del sol para barrer la cocina,
prender el fogón y cocer el nixtamal; tostar chiles y tomates para ese “molcajeteado
que acompañaban con un caldo de frijoles de la olla recalentado, de lo que había que-
dado del día anterior, nopales picados, un jarro de atole blanco o café bien calientito
y tortillas recién hechas de maíz quebrado, que había de estar listo para cuando se
levantara el hombre, “p´al taco del almuerzo”. Claro, el hombre, “el respeto de la casa”,
como solía decir mi madre; aquel que, sin importar lluvia, frío o sol, saldría día con
día para iniciar su labor con el alba, en el monte y terminar la jornada justo al ocaso,
“cuando se meta el sol”.
Síntesis
¿Qué temas podían tratar aquellos seres de vasta sapiencia?
Pieles quemadas al sol, hombres de manos callosas, resecas
agrietadas por el trabajo, y camisas llenas de polvo, que no
temían a ninguna pandemia porque sabían que “con agua y cal
no hay virus que sobreviva”. ¿Qué se le puede decir a quien ya
ha dado todo lo que tenía por dar?
Sin renegar de la vida, sin mostrar preocupaciones, sin
mostrar sus sentimientos, sino todo lo contrario, siem-
pre rme, “porque ese era su pensar”, ya que “en su casa
se esperaba no mostrar debilidad”. Solo de vez en cuan-
do hacía un pequeño alto, tan solo por unos segundos
para descansar a la yunta, sacar de su bolso trasero un
paliacate rojo, por cierto, para secarse el sudor, siempre
empezando por la frente y después lo pasaba al cuello,
levantando la vista al cielo con un “pensamiento en su
creador”, el único condente de su cansancio y temor,
pero siempre con el rostro sonriente, al terminar su la-
bor, reejando el orgullo de completar la misión.
“Camisas llenas de polvo y piel quemada al sol”; hom-
bres que no tenían más currículum que un par de
“manos callosas, resecas y agrietadas” por el pesado
trabajo de la rutina diaria, trabajo que todos los días
“agradecían a Dios”. Hombres y mujeres que no te-
mían pandemias porque sabían que con “agua y cal
no hay virus que sobreviva”, que desinfectaban su piel
con creolina o “sangregao”, curaban sus gripas con
canela, gordolobo, jitomate y “mirasol”; las hincha-
zones y fracturas con cazahuate y “siempreviva”; los
dolores del estómago con hierbabuena, “venenillo” y
“doradilla”; y la diabetes con nopal, tuna y la “hierba
del sapo”. Seres de gran conocimiento y de sobrada
prudencia.
Mujeres de nobles ideales, “sumisas a su señor”, que
acostumbraban a tejer sus blusas de encaje a mano
o les bordaban flores de vivos colores, vestían “ena-
guas de pretina” ceñidas a la cintura; delantal de
bolsa al frente y peineta negra para adorno en su
pelo siempre bien trenzado, y no salían sin su rebo-
so, como muestra de respeto. Los hombres usaban
pechera, el pantalón de manta ya había quedado
atrás, huarache de suela cosida para que “aguan-
tara la friega”, cinturón de correa y el sombrero era
su identidad. Aquellos, los herederos de “los hijos
del maíz”, conocían de cabañuelas y la magia del
nahual.
Gente de vastos valores y rme religiosidad, “temían
la ira de Dios”, para quien se portase mal. Rezando a
los “tres Juanes” podían cazar a las brujas si volando
pretendían acercarse al jacal. Con hierbas medicina-
les, aromas y piedras al fuego se podía sanar el alma,
pero nada comparado con la experiencia de vida de la
“palabra de Dios” y una buena confesión del domingo
en la mañana.
Se veneraba a los muertos con su comida preferida en
vida: tabaco, aguamiel, pulque y mezcal; las tumbas de
los panteones se arreglaban con la or de cempasúchil
y la luz de una veladora que alumbraría el camino que
recorrería el alma del muerto en su visita a la familia.
Se rogaba su orientación, porque para el hombre pro-
medio ¡el muerto está más cerca Dios!
Descendientes Chichimecas, Otomíes, Purépechas,
Huicholes y Coras en la meseta central y occidente
del país. Se sembró maíz, frijol y trigo; se cultivó el
aguacate, maguey, mango y algodón. La confección de
textiles, los productos alfareros, de orfebrería y made-
ras, aunado a la producción de los granos y los pro-
ductos del ganado, dio origen a un pujante comercio
en la zona centro-occidente. Se “obligaba de palabra
y la sabían acatar, el respeto a los mayores por ningún
motivo era negociable, “¡se tuviera razón o no!”, por el
simple hecho de que “¡había que respetar!”. Del “que-
hacer” en casa, ni se diga, con “tres varazos bien dados
en las nalgas” no había a quien se le volviera a olvidar.
¡Es verdad que no fue ayer!, pero tampoco lo fue
hace tanto, aún se cuentan por miles, nos llevan con
pocos años. Nuestros abuelos presentes en nues-
tras mentes y casas. Forjadores de valores, familias
y naciones. ¡Sí, forjadores de naciones!, porque por
miles migraron a construir tu país, mientras los pro-
pios andaban en guerras queriendo ordenar al mun-
do. Algunos se habrán quedado, la mayoría regresó
para morir en su tierra y con su gente. “¿Dios sabrá
cuántas otras tierras habrán forjado?”.
Sus hijos son nuestros padres, mezcla de recio carácter
y de noble corazón, que no solo heredaron la tierra, sino
también la humildad y la técnica del abuelo. Respon-
sables y orgullosos por el trabajo bien hecho, sin saber
decir “¡no!”, si de trabajo se trata. Nos quitaron el arado
y nos mandaron a las escuelas: “¡la tarea está primero!,
después vienes ayudar”. Pagaron nuestros estudios, ves-
tidos y medicinas; nos sentaron en su mesa como in-
vitados de honor, rara vez hubo carencias y nunca nos
faltó un techo para dormir. “¡p´a que no salgan igual de
burros que yo!”, lo decían con sencillez. Ahora que está
cansado, ¿qué se le puede decir a “quien ya te ha dado
todo lo que tenía por dar?” Qué tema tratar cuando se
sienta a tu lado, sin intención de hablar; solo observa y
sonríe, y se abstiene de opinar, para ya no molestar y no
salir regañado.
¿Les preocupará la pandemia del COVID-19?, por su-
puesto que les preocupa, “¡pero no hay nada que Dios
no pueda cuando el hombre se ocupa!”. Ellos están más
preocupados por los planes de gobierno y su política
social. Quisieran tener la fuerza para volver al trabajo
y “procurar tu sustento” y el de tus hijos también, así
como fue siempre y lo ha sido para ti, con el trabajo en
el hombro y la familia en el corazón.
Bibliografía
Sistema de información cultural. México. Pueblos indígenas: http://sic.gob.
mx/lista.php?table=grupo_etnico&estado_id=24
Plantas útiles en El Cerro del Cubilete, Silao, Guanajuato: le:///C:/Users/
user/Downloads/2234-7599-1-PB.pdf-
La indumentaria indígena: https://raices.com.mx/tienda/revistas--textiles-
del-mexico-de-ayer--ES019
Historia del aguacate: http://www.donaguacato.com/historia-del-aguacate/
DOSSIER
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CONTADURÍA PÚBLICA
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