La naturaleza humana en Hobbes: antropología, epistemología e individuo

AutorMaría Eugenia Cisneros Araujo
CargoLicenciada en Estudios Internacionales, Universidad Central de Venezuela (ucv); Licenciada en Derecho (ucv); Licenciada en Filosofía (ucv). Candidata a Maestra en Filosofía y Ciencias Humanas (ucv)
Páginas211-240
Andamios 211
LA NATURALEZA HUMANA EN HOBBES: ANTROPOLOGÍA,
EPISTEMOLOGÍA E INDIVIDUO
María Eugenia Cisneros Araujo*
RESUMEN: El presente ensayo tiene como fin mostrar la concepción
de hombre como individuo desarrollada por Thomas Hobbes, la
cual se estruc tura a partir del vínc ulo dinámico, en permane n-
te movimiento entre el sujeto y el objeto, en donde el sujeto pone
en ejercicio sus poderes y facultades para generar la objetividad.
Se busca exponer que el interés del filósofo es la experiencia social
individual, pues su antropología y epistemología desembocan en
la praxis social del individuo cuyo producto es la creación del
Estado. Hobbes sienta las bases de una praxis política que
con siste en la puesta en movimiento de un modelo político
plasmado en el accionar mismo de las facultades naturales del
hombre como individuo.
PALABRAS CLAVE. Naturaleza humana, antropología, epistemología,
individuo, praxis.
El problema del origen de las ideas agrega dos
curiosas criaturas a la zoología fantástica. Una fue
imaginada al promediar el siglo XVIII;
la otra, un siglo después.
La primera es la “estatua sensible” de Condillac.
Descartes profesó la doctrina de las ideas innatas;
* Licenciada en Estudios Internacionales, Universidad Central de Venezuela (UCV); Li-
cenciada en Derecho (UCV); Licenciada en Filosofía (UCV). Candidata a Maestra en Filo-
sofía y Ciencias Humanas (UCV). Profesora de la Escuela de Filosofía y en la Maestría en
Filosofía y Ciencias Humanas de la UCV, y adscrita al Departamento de Análisis Político
y Social del Instituto de Filosofía de la UCV. Correo electrónico: mariaeugeniacisnerosa-
raujo@gmail.com
Volumen 8, número 16, mayo-agosto, 2011, pp. 211-240
Andamios
212
MARÍA EUGENIA CISNEROS ARAUJO
Etienne Bonnot de Condillac, para refutarlo, imaginó
una estatua de mármol, organizada y conformada
como el cuerpo de un hombre, y habitación de
un alma que nunca hubiera percibido o pensado.
Condillac empieza por conferir un solo sentido a
la estatua: el olfativo, quizás el menos complejo de
todos. Un olor a jazmín es el principio de la biografía
de la estatua; por un instante, no habrá sino ese
olor en el universo, mejor dicho, ese olor será el
universo, que, un instante después, será olor a rosa,
y después a clavel. Que en la conciencia de la estatua
haya un olor único, y ya tendremos la atención; que
perdure un olor cuando haya cesado un estímulo, y
tendremos la memoria; que una impresión actual y
una del pasado ocupen la atención de la estatua, y
tendremos la comparación; que la estatua perciba
analogías y diferencias, y tendremos el juicio; que
la comparación y el juicio ocurran de nuevo, y
tendremos la reflexión; que un recuerdo agradable
sea más vívido que una impresión desagradable,
y tendremos la imaginación. Engendradas las
facultades del entendimiento, las facultades de la
voluntad surgirán después: amor y odio (atracción
y aversión), esperanza y miedo. La conciencia de
haber atravesado muchos estados dará a la estatua
la noción abstracta de número; la de ser olor a clavel
y haber sido olor jazmín, la noción del yo.
El autor conferirá después a su hombre hipotético
la audición, la gustación, la visión y por fin el tacto.
Este último sentido le revelará que existe el espacio

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