Sobre la historia de la filosofia de la ciencia. A proposito de un libro de C. Ulises Moulines.

AutorCassini, Alejandro
CargoC. Ulises Moulines, El desarrollo moderno de la filosof
  1. Ulises Moulines, El desarrollo moderno de la filosofía de la ciencia (1890-2000), trad. Xavier de Donato, Instituto de Investigaciones Filosóficas-UNAM, México (Filosofía de la Ciencia), 2011, 186 pp.

  1. Consideraciones generales

    La filosofía de la ciencia, entendida como una disciplina autónoma, es una creación reciente que sólo es claramente reconocible desde mediados de la década de 1930. A partir de entonces se ha desarrollado rápidamente, tanto que ya resulta imposible de abarcar para un único filósofo. Como consecuencia de ese desarrollo se ha ramificado y fragmentado en múltiples especialidades. Todo el que haya enseñado esta disciplina sabe bien cuán difícil es exponer esta ya compleja historia de una manera sintética, a la vez precisa y asequible a los que se inician en ella. Por esta razón resulta bienvenida la publicación de una obra de C. Ulises Moulines dedicada precisamente a este tema. (1)

    Todavía no se ha publicado una historia detallada del surgimiento y el desarrollo de la filosofía de la ciencia como disciplina académica a lo largo del siglo XX. (2) Es de presumir que una obra así sería muy voluminosa. El libro de Moulines presenta una síntesis de este proceso, necesariamente selectiva en contenidos, autores y bibliografía, y, sin embargo, consigue transmitir una gran cantidad de información en un espacio relativamente breve. Contiene, sin duda, algunas generalizaciones y simplificaciones que admitirían mayores matices pero que son imprescindibles en una síntesis de esta naturaleza. Es una obra muy didáctica, clara y bien escrita; no obstante, nunca pierde el rigor necesario en la exposición de cada tema. También es una obra de madurez intelectual, que revela un profundo conocimiento de la filosofía de la ciencia. Su objetivo, ampliamente satisfecho por los resultados obtenidos, es presentar al lector no especialista un panorama de la filosofía general de las ciencias empíricas desde un punto de vista histórico. El libro de Moulines puede usarse como complemento de un curso universitario de filosofía de la ciencia, aunque por su extensión y tratamiento de los temas resultará insuficiente como libro de texto y deberá completarse con otras fuentes. (3)

    En las primeras líneas del prólogo (p. 5), Moulines aclara que su obra es el resultado de una selección personal de los temas que considera más importantes. Así, deja voluntariamente de lado tanto la filosofía de la matemática, que tiene una historia larga, compleja y bastante autónoma, como la filosofía especial de la ciencia, esto es, la filosofía de las ciencias particulares, como la física, la biología o las ciencias sociales. Precisamente, la filosofía especial de las ciencias es la que más se ha desarrollo en las últimas décadas del siglo pasado, pero su inclusión habría complicado y extendido la obra, quitándole su carácter introductorio. La filosofía general de la ciencia se ha ocupado tradicionalmente de problemas comunes a un amplio grupo de ciencias, sobre todo de las llamadas ciencias naturales, (4) entre ellos, la estructura y la dinámica de las teorías científicas, así como la explicación y la confirmación de hipótesis. Estos cuatro son los problemas principales, aunque no los únicos, que la obra de Moulines tiene en cuenta. Todos ellos pertenecen a lo que tradicionalmente se ha llamado "el contexto de justificación" de la ciencia, según la conocida dicotomía "descubrimiento-justificación" introducida por Reichenbach (1938), pero de hecho aceptada desde bastante tiempo antes. Son temas tradicionales que ya Popper había tratado, con diferente grado de detalle, en su primer libro publicado (Popper 1934). (5) Moulines no menciona la rehabilitación del contexto de descubrimiento en la filosofía de la ciencia del último cuarto del siglo XX. Tampoco le dedica espacio a la filosofía de la experimentación, una temática nueva pero vigorosa, ni a la teoría de la confirmación, un tema clásico renovado en su vertiente bayesiana. De manera más general, no se ocupa de las prácticas científicas ni del estudio de la ciencia como proceso. Su enfoque es más cercano al de la filosofía tradicional de la ciencia, centrado casi exclusivamente en los productos de la actividad científica y, en particular, en las teorías.

    En casi todos los temas que aborda, el libro de Moulines no se limita a una pura exposición, sino que las diferentes posiciones se someten a una breve pero penetrante crítica. Por cierto, el punto de vista del autor no es neutral y resultará evidente para cualquier lector atento: la concepción semántica de las teorías y, en general, los enfoques modelísticos de la filosofía de la ciencia tienen clara prioridad sobre otras perspectivas e incluso constituyen la piedra de toque con la cual se juzgan algunas posiciones alternativas.

  2. ¿Cuándo comenzó la filosofía de la ciencia?

    Toda periodización de un proceso histórico es esencialmente convencional y, como tal, sujeta a discusión. Sin embargo, necesitamos de alguna ordenación de los eventos en corrientes, etapas o fases de desarrollo para poder comprenderlos. Moulines propone distinguir cinco fases en el desarrollo de la filosofía de la ciencia del siglo XX (pp. 17-18). (6) La primera de ellas es la llamada fase de germinación o preformación, entre 1890 y 1918. La segunda es la fase de eclosión, entre 1918 y 1935. La tercera es la fase clásica, entre 1935 y 1970. La cuarta es la fase historicista, entre 1960 y 1985. La quinta es la fase modelista, entre 1970 y 2000, que continúa a comienzos del siglo XXI hasta nuestros días. Los nombres y las fechas límite son aproximados y admiten matices y excepciones, como el autor reconoce (p. 31), por lo que no capturan todas las corrientes y tendencias, algo que sería tal vez imposible de encuadrar en un único esquema. Por último, no se trata de una periodización en sentido estricto, ya que las tres últimas fases se superponen en lapsos de diez y quince años. Posiblemente, por esa razón las denomina "fases" y no "periodos".

    Es evidente que podemos encontrar reflexiones filosóficas acerca del conocimiento que hoy llamamos científico en muchos de los grandes clásicos de la tradición filosófica desde Aristóteles, en particular en los Analíticos segundos. (7) Pero ello pertenece a la extensa prehistoria de la disciplina, que va desde los orígenes griegos hasta el siglo XIX. Se ha sostenido a veces que el libro de John Herschel A Preliminary Discourse on the Study of Natural Philosophy, publicado en 1830, es la primera obra específicamente dedicada a la filosofía de la ciencia y hay buenas razones para considerarlo así. Sin embargo, a lo largo del siglo XIX la filosofía de la ciencia todavía no está constituida como disciplina autónoma. No hay, por ejemplo, filósofos profesionales especialistas en ella. La mayoría de los clásicos precursores, como Herschel (1830), Whewell (1840), Jevons (1874) y Pearson (1892), actualmente poco leídos, son científicos y no filósofos. Además, la filosofía de la ciencia del siglo XIX todavía no está separada de la lógica y, como ocurre en Mill (1843) y mucho después de él, se concibe como una rama de la lógica, como lógica aplicada o metodológica. La situación todavía es así a principios del siglo XX, donde las figuras más significativas, como Mach, Duhem, Poincaré y tantos otros, son primariamente científicos o historiadores de la ciencia, pero no filósofos. La mayoría de las obras publicadas en torno a la década de 1920 que hoy podemos identificar como específicamente dedicadas a la filosofía general de la ciencia, como las de Campbell (1920 y 1921), Bridgman (1927) o Weyl (1927), todavía están escritas por científicos activos en sus respectivas disciplinas, generalmente la física. Uno de los primeros manuales reconocibles como introducciones a la filosofía de la ciencia escritos por filósofos, el de Cohen y Nagel (1934), no lleva esa denominación en su título y trata el tema, siguiendo la tradición de Mill, como lógica aplicada o metodología de la ciencia. En otros casos, como en las obras de Schlick (1918) o de Carnap (1928), filósofos que provienen de la ciencia, pero que ya no la ejercen, la filosofía de la ciencia todavía está integrada en la teoría del conocimiento empírico en general. De manera significativa, la revista creada por los positivistas lógicos se llamó Erkenntnis. Creo que hay un sentido bastante claro del término según el cual la filosofía de la ciencia como disciplina profesional y autónoma todavía no se encuentra constituida antes de 1935, año en el que Moulines señala el comienzo de la fase clásica.

    Una disciplina académica profesionalizada, en cualquier ámbito del conocimiento, nunca emerge completa de una manera repentina. Por lo general, es el resultado de un proceso de formación a veces bastante extenso y muy a menudo de carácter gradual. El hecho de que una determinada disciplina se encuentra ya constituida puede reconocerse por medio de diferentes criterios externos, que pueden considerarse como indicadores sociológicos. Aquí consideraré los seis que me parecen más importantes. No hay un orden lógico ni temporal entre ellos, que de hecho suelen presentarse agrupados de distintas maneras. El primer indicador es la identificación de la disciplina mediante un nombre común específico y reconocido por todos sus practicantes. En muchos casos, el nombre llega tardíamente. No conozco libros o revistas que lleven el título explícito de filosofía de la ciencia antes de mediados de la década de 1930. El nombre empieza a utilizarse sistemáticamente a partir de la fundación de la revista Philosophy of Science en 1934. Si tuviera que elegir una fecha como comienzo de la disciplina, elegiría ésta. El segundo indicador es precisamente la aparición de revistas profesionales especializadas en la disciplina en cuestión. Hasta 1934 existía Erkenntnis, cuyo contenido es reconociblemente de filosofía de la ciencia, pero también incluye muchos otros temas como la lógica, la filosofía del lenguaje y...

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