Guerrerenses en Chicago

AutorMarco Antonio Mónge Arévalo
Páginas7-10
Guerrerenses
en
Chicago*
Llegó la migración yvio la camioneta
en
que
veníamos.
-iLa
migra! -dijo el chofer.
Pero
en
eso
no
qué
le
pasó
ala camioneta o
qué
le falló, y
éste le dijo a
su
acompañante:
-iJálate, jálate!
-iPero
no
puedo!
-le
contestó
su
compañero coyote nervioso.
El coyote
se
aventó hacia
donde
estábamos
nosotros
para
que
no
descubrieran
los de migración
que
él
era
coyote, y
se
fue
corriendo
hacia
el monte. El otro coyote, el
que
iba al
volante,
se
quedó
con nosotros. Entonces llegó el agente de
migración,
pero
en
lo
que
bajábamos, el coyote agarró ala
hija de mi amiga.
Al
abrazarla
se
escoltó
con
ella.
El
migra le dijo al coyote
que
levantara las
manos
y
que
abrie-
ra
la
puerta
de
la camioneta,
pero
no
hizo caso,
así
que
el
oficial la abrió;
cuando
levantó la portezuela de
atrás
el agen-
te vio el
montón
de
personas.
Éramos
como 30. En
eso
que
estaba
alzando la
portezuela
el
oficial, el coyote
aprovechó
para
aventarle encima ala niña,
pensando
que
el policía la
iba aagarrar,
pero
no
la
agarró
yla
niña
cayó al suelo;
se
raspó
toda la
mano
derecha
yparte del brazo.
Hasta
la
cara
se
golpeó...
El
testimonio
anterior
es
sólo
parte
de
uno
de
tantos
de
los
infortunios
que
los
migrantes
guerrerenses
tienen
que
sortear
'El Sur, 7
de
diciembre
de
2004.
(Primera
de
seis
partes).

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