Genealogía de la Revolución Mexicana

AutorJosé Muñoz Cota
Páginas5-14

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“México ha tenido tiranos que han vendido sus territorios; que han fusilado en tiempo de guerra a los filósofos y a los pensadores; que han sacrificado a médicos y heridos en los hospitales; que han robado, encarcelado, matado sin freno, pero ninguno como el despotismo actual se ha caracterizado como verdugo de niños y mujeres”.

Práxedis G. Guerrero

Cierto que las palabras se desgastan; pierden la sinceridad de su cuño. Entonces, con una misma palabra las personas entienden cosas diferentes. Viene el derrumbe de la Torre de Babel y la confusión de las lenguas. Ello podría ser el resultado de una crisis cíclica de doctrinas y de ideas.

Tal ha sucedido con el término Revolución. Se dice con propiedad que hay una revolución industrial, otra política y además de la económica se habla, con toda corrección, de revolución religiosa, artística y hasta cinematográfica.

La revolución es un fenómeno individual o social que significa cambio. Sin embargo, no todo cambio es una revolución. Es un cambio acelerado, no necesariamente violento.

El sociólogo Lucio Mendieta y Núñez, después de analizar las definiciones más conocidas, propone la siguiente:

“La revolución empieza a generarse en la mente de los individuos como resultado de una desadaptación entre las instituciones y la vida social. La segunda etapa se refiere a los hechos mismos, es decir a las manifestaciones externas del espíritu revolucionario”.3Toda revolución, efectivamente, trátese de un individuo o de una comunidad, ostenta en su génesis un desacuerdo con las circunstancias, un desequilibrio en la armonía social motivado por un cúmulo de causas externas e internas.

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Eliseo Reclus, subrayó que la “Revolución es una evolución acelerada”. Ello quiere decir que la evolución por sí misma hubiera llegado a los objetivos que busca precipitadamente la revolución.

Existe, como denominador común, el factor cambio; una alteración de las premisas actuantes hasta el momento del salto, de la sacudida, de la transformación con la que se pretende alcanzar otro orden de cosas y de relaciones sociales.

Carlos Cossío explica:

“Pero si para conocer una transformación social, el comprender su esencia objetiva, vemos que no armoniza lógicamente con sus antecedentes, que no surge de éstos como una conclusión de sus premisas, sino que, por el contrario, rompe esta lógica; que el intelecto tiene que abandonar el sistema de premisas vigentes y echar mano de un nuevo sistema del cual, precisamente, este hecho es la primera premisa, entonces estamos ante una revolución”.4La genealogía de las revoluciones —como efecto— señala causas mediatas e inmediatas.

Una interpretación simplista nos ha repetido que antes que los quehaceres armados en toda revolución, ha habido, como antecedente, la presencia insurgente de una ideología; tesis y doctrinas que señalan la inconformidad, deslindan las contradicciones, incitan a la rebelión. Pero esta aseveración merece un austero análisis.

Lo que conviene ubicar bien es la influencia que los ideológicos, en cualquier revolución, han ejercido como causa directa para que sobrevenga la insurrección.

Ello exige aceptar que el pueblo —que lleva a cabo la lucha revolucionaria—, ha leído los libros y ha llegado a la determinación subversiva por el camino del razonamiento. Dudo que se pudiera comprobar este aserto.

Las doctrinas tienen cabida en las clases media —en la pequeña burguesía—, en los conductores, guías, cabeza de algunos movimientos; pero no en la masa que se sacude en función del dolor social.

La revolución es la explosión del dolor social. Por dolor social hay que entender, genéricamente, la suma de los malestares que son del tipo económico, político, jurídico, cultural, social, etc., etc., de tal manera que, empleando una vieja comparación, la revolución sería la gota que derrama el contenido del vaso.

Tomando la historia de México, como ejemplo, se llega a la conclusión de que prevalece, a lo largo de los acontecimientos, una unidad absoluta. La historia de México se desarrolla en función de una sola causa revolucionaria, misma que se origina desde el minuto en que la conquista española destruyó la sabia organización socioeconómica de los nahuatlacas, rompiendo el calpulli, para imponer un sistema

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apegado al Derecho Romano con el concepto absoluto de la propiedad privada. De aquí que la causa mediata de la revolución es idéntica en sus expresiones a lo largo y a lo ancho del paisaje y del tiempo, por recobrar la independencia política —no depender de nación extranjera—, y la libertad económica, superando la triste condición de esclavos o de siervos.

La independencia, la Reforma, la llamada Revolución Mexicana, son partes de un movimiento revolucionario, único; tres gritos provocados por idéntica angustia colectiva.5La revolución se amasa con levadura de hombres rebeldes. La rebeldía supone dos actitudes coincidentes, repulsa por el estado de cosas que prevalece y en donde el rebelde se siente incómodo, víctima, adolorido, hasta que llega el minuto en que estalla y prorrumpe con el clásico: ¡Ya basta!, ¡Hasta aquí!, y por otra parte, al intentar romper las ataduras para recobrar el goce de la dignidad de ser libre, proyectar la rebeldía hacia la imagen de un mundo mejor, a la medida de sus aspiraciones.6La rebeldía principió a gestarse al día siguiente en que Hernán Cortés repartió el botín entre sus capitanes, con el derecho de conquista y con la razón de la fuerza; cuando reedificó la capital obligando a los indios a destruir su cultura, la de los dominadores.

Los cronistas, interesados en hacer aparecer los 300 años de la Colonia como cuento de hadas, olvidan las repetidas sublevaciones indígenas, escalonadas, todas ellas en busca no sólo de la independencia política sino de la recuperación de la tierra robada por los conquistadores.

Cien rebeliones comenta el historiador Cué Cánovas, algunas de las cuales, ciertamente, preocuparon por su magnitud a los señores virreyes. Es verdad que fueron ahogadas en sangre; pero su presencia desmiente la paz idílica que quisieran hubiera sido la Colonia.7La independencia, en 1810, es el proceso revolucionario para resolver el problema de la tenencia de la tierra.

Don Miguel Hidalgo y Costilla señala su intención agrarista con el Decreto expedido en la ciudad de Guadalajara y José María Morelos y Pavón se adelanta a su época cuando ordena:

“Medidas políticas que...

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