La famosa Carta apócrifa

AutorAndrés Henestrosa
Páginas380-382
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ANDRÉS HEN ESTROS A
ya es un humano, que nunca más será vejado. Pero no vaya a creerse que pro-
clamaba al indio como el mejor de los hombres; simplemente señaló que
tenía aptitudes para el progreso, iguales que las del blanco, que debidamente
educado, solía dar Altamiranos y Benitos Juárez.
Él fue quien señaló, uno de los primeros entre nosotros, que en materia
artística no hay modelos universales, sino que todo tipo de belleza artística
correspondía a una voluntad de arte, ni más ni menos que lo señaló Worrigen.
Si digo que el interesante libro de Salvador Toscano, El arte precolombino de
México y de la América Central debe a Gamio una de las inspiraciones, habré
señalado, en una palabra, la trascendencia de sus opiniones en este capítulo.
Su ensayo “Literatura Nacional” es algo que deberían repasar nuestros jó-
venes escritores: señala el valor de las crónicas y lo que tienen de anticipación
de literatura patria. Ahí se dan los nombres de Ángel de Campo, de Manuel
Payno, de José Joaquín Fernández de Lizardi, de José Tomás de Cuéllar, Fa-
cundo, como de los autores propiamente nacionales; pero apunta que el escaso
conocimiento que de ellos se tiene, reduce aquella calificación, y se formula la
esperanza de que un día nuestro pueblo se unifique y sea patrimonio común
la literatura que escriben los autores de mayor raigambre mexicana. Pareja
suerte corre para Manuel Gamio.
25 de marzo de 1956
La famosa Carta apócrifa
Se viene publicando desde hace cerca de cien años, algunos textos errónea-
mente atribuidos a don Benito Juárez; o si no erróneos, sí tachados de apó-
crifos; tales, por ejemplo, la Carta que don Benito contestó a otra supuesta,
según se desprende, de Maximiliano; ése, el de la carta, uno de los textos. El
otro es el muy conocido, constantemente reproducido, “Manifiesto justificati-
vo de los castigos nacionales ejecutados en Querétaro”.
Don Carlos Pereyra, otro de los grandes escritores que la amargura perdió
para México, tacha sin reservas de apócrifa la famosa Carta. La atribuye a un
ignoto autor que bien pudiera compararse con Adolfo Carrillo en México, con
Girard Soulavie, en Europa. La supuesta Carta la hemos vista reproducida
ayer no más en una publicación de primerísimo rango, lo que quizá prueba

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