Expansión territorial ininterrumpida allá; balcanización en México e Hispanoamérica

AutorJosé E. Iturriaga
Páginas433-448
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Dos signos opuestos presiden el nacimiento de Estados Unidos y México;
allá fue la constante expansión de su suelo, aquí fue su frecuente reducción
o balcanización. El fenómeno es demasiado patente para no reparar en él e
incluirlo en este inventario de distingos existentes entre Estados Unidos y
México.
Desde luego afirmamos que Estados Unidos no padeció la balcaniza-
ción de su territorio sino que practicó su expansión. Veamos cómo fue. En
efecto, la buena estrella o la ambición imperial que ha presidido la historia
de nuestros vecinos se percibió desde que Inglaterra y Francia sostuvieron
cuatro guerras discontinuas en 80 años por sus respectivas colonias en
este lado del Atlántico, entre los siglos XVII y XVIII. Así se agrandó el suelo
original de las Trece Colonias británicas.
De tal suerte que éstas, al ascender a la autonomía nacional en 1783,
se extendieron a casi el doble a expensas de Francia, Holanda, Alemania y
Suecia, y a otras victorias inglesas en la parte norte del hemisferio occiden-
tal. La colonización y conquista la inició Inglaterra un siglo y cuarto después
del reparto del mundo ordenado por la bula alejandrina en 1493, al cual se
opusieron esos cuatro países citados.156
Lo cierto es que las Trece Colonias, al independizarse, agrandaron su
territorio.
156Al efecto, véase el capítulo “El Vaticano, España y Colón, placenta de Estados Unidos”
de esta investigación.
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José E. Iturriaga
En cambio, la Nueva España y las otras tres colonias españolas exis-
tentes desde Panamá hasta Tierra del Fuego, al disgregarse o balcanizarse,
se convirtieron en 16 naciones independientes.
Pero primero asomémonos a la expansión territorial de Estados Unidos.
Los límites del enorme territorio español de la Luisiana eran: al oeste el
río Mississippi, al sur terminaba en Nueva Orleáns donde desembocaba esa
vía pluvial y al norte colindaba con Canadá, la parte boreal de la Luisiana que
era el territorio de Montana y es ahora uno de los 50 estados de la Unión.
Tan extenso territorio fue vendido por España a Napoleón I con base
en el Tratado de Retroventa, el que obligaba a Francia, en caso de reven-
derlo, a hacerlo sólo a España, la que lo recompraría.
Napoleón I no cumplió con lo pactado y los 2’500,000 kilómetros cua-
drados que comprendía la Luisiana, los vendió al presidente Jefferson en
mayo de 1801 en 3 millones de libras esterlinas, necesitado como estaba
Napoleón de recursos económicos para proseguir la guerra contra la Gran
Bretaña.
Con tan ventajosa compra, Norteamérica formó 12 estados de la Unión:
Luisiana, Missouri, Iowa, Arkansas, Minnesota, Kansas, Nebraska, Dakota del
Norte, Dakota del Sur y la mayor parte de Oklahoma, Wyoming y Montana.
Cabe añadir que en la compra realizada por Jefferson a Napoleón I se
incluía gran parte de las vías fluviales, que tanto sirvieron de transporte de
carga a Estados Unidos antes el advenimiento de los ferrocarriles.
Sin disparar un solo tiro, sino con el mero desembolso de 3 millones
de libras esterlinas. Norteamérica ensanchó su suelo en forma desmesu-
rada, no sólo por su enorme extensión sino por la rica variedad de recursos
naturales existentes en esos 12 nuevos estados de la Unión.
Además, Norteamérica, previa declaración de guerra hecha a la Gran Bre-
taña el 18 de junio de 1812, acabó arrebatándole por conquista militar los puer-
tos de Pensacola y La Mobila —o sea la Florida occidental— lo que permitió a
nuestros vecinos aumentar sus dominios en la costa norte del Golfo de México.
Esa agresión de Norteamérica no quedó impune. La armada inglesa,
después de derrocar a Napoleón I, invadió en 1815 a Estados Unidos por

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