Un excursus acerca de la Teoría y la realidad política en Latinoamérica

AutorPamela Lili Fernández Reyes
Cargo del AutorDoctora en Derecho Universidad Complutense de Madrid
Páginas85-93

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En la monografía “Teoría política y realidad latinoamericana”, el profesor Marcos Kaplan se propone efectuar una exploración y una evaluación, que califica de provisional, de la situación en que se encuentra la ciencia política en

América Latina y del papel que cumplen de hecho y podrían cumplir en el futuro los politólogos de ese importante ámbito territorial.

Tras constatar que la ciencia política en sentido estricto, y con la condición de disciplina científica autónoma, es de aparición relativamente reciente en América Latina, y que en gran parte aparece como un producto reflejo del desarrollo de esta rama del conocimiento en Estados Unidos y Europa, donde, a su vez, habría tenido también un desarrollo relativamente tardío, entiende que la ciencia política latinoamericana presentaba entonces (1976), una existencia incierta, en cuanto a su diferenciación disciplinaria, su inserción institucional, su status, sus posibilidades de perduración, su actividad y su eficacia, lo que la hacía constituir un tipo de conocimiento en la abierta crisis.

Kaplan insiste en que la evolución de la disciplina en América Latina toma las mismas líneas de desarrollo que en Europa y Estados Unidos, líneas de desarrollo a las que considera referencia o inspiración obligada; y lo hace a través de la importación del modelo político-institucional e ideológico que provienen del citado ámbito euroccidental y norteamericano. La primera corriente que influye en el desarrollo de la ciencia política latinoamericana proviene de las universidades e instituciones académicas de los Estados Unidos de América, y de manera secundaria, del mundo universitario de la Europa occidental. La segunda gran corriente procedería a su vez de lo que Kaplan considera el marxismo oficializado y dogmático que se encuentra desacreditado y quebrado de manera definitiva: “nada ni nadie puede ya reconstruirlo ni reemplazarlo. De sus escombros, a través de sus grietas han surgido corrientes más libres y creativas. A su acción es en gran parte imputable la recuperación de importantes elementos teóricos y metodológicos, y la revaluación, la renovación o el descubrimiento de estimulantes enfoques sobre los problemas de

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la dependencia externa, las formas específicas de estratificación social, el análisis profundizado de las súper estructuras, los movimientos y sistemas políticos, las ideologías”. 1

Estas circunstancias determinan que para quienes acogen las influencias intelectuales, ideológicas y teóricas occidentales, el modelo de desarrollo político de los Estados Unidos y de la Europa occidental se presente como el paradigma de superioridad innata: Sus formas, estructuras, funciones y resultados se postulan como requisitos universales de equilibrio para cualquier sistema político desarrollado.

“Del mismo marco de referencia extrae el científico de la política los conceptos, las categorías y la terminología. Se postula además la posibilidad y conveniencia de la repetición histórica, el paso necesario de toda sociedad nacional por etapas de desarrollo ordenadas en una sucesión lineal. Como corolario, se proponen estructuras y sistemas que se supone maximizarán las pautas de conducta y de organización deseables desde el punto de vista del politólogo que se identifica con esta perspectiva. En algunos casos, se llega incluso a visualizar a las instituciones y a las prácticas políticas como tecnología pura, y por tanto, disociadas de intereses, de valores y de ideologías, lo que las hace susceptibles entonces de importación y sobreimposición a las sociedades en vías de desarrollo. La Political Science se vuelve entonces Policy Science”.2Las limitaciones del enfoque se revelan particularmente en las correlaciones establecidas entre los diversos niveles del proceso global. En algunas versiones, parece afirmarse la existencia de una correspondencia o similitud entre etapas de desarrollo económico tipo Rostow, con otras de desarrollo político. El sistema político y el gobierno son visualizados como variables dependientes, epifenómenos de otros factores determinantes. Lo político en sí mismo, no es considerado como variable esencial y formativa en un proceso de cambio social, y se subestima el papel del Estado en el Tercer Mundo. Cuanto más, se trata de descubrir, cuáles son los prerrequisitos que deben reunirse para la solución de los problemas propios de cada estadio. En otras versiones, sistema político y gobierno parecen reducirse a mecanismos institucionales, abstractos, purificados de toda determinación y condicionamiento, para el procesamiento de insumos y productos sociales.

La naturaleza del desarrollo político permanece aún en la oscuridad. No se esclarece en qué condiciones, de qué modo, llegaron a existir los sistemas políticos modernizados de occidente. No se prueba la existencia de regularidades discernibles en los procesos de desarrollo, estadios, secuencias de cambio, problemas y crisis similares. Tampoco se ilumina la naturaleza de las sociedades y sistemas políticos tradicionales de los que emergen los procesos transicionales hacía el desarrollo político y la modernización. Nada demuestra de manera irrefutable que sea posible y

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deseable que países del Tercer Mundo se transformen para alcanzar el modelo de sistema político que se postula como paradigma del desarrollo. Se niega o se admite de modo muy hipotético, que diferentes estilos y sistemas políticos puedan enfrentar y resolver una crisis similar del desarrollo socioeconómico.

Si un Estado no cumple las funciones, ni crea y afirma las estructuras que se supone deben configurar el sistema político de un país adelantado, se le califica como Estado políticamente subdesarrollado. Algunas implicaciones ideológicas re-sultan aún más evidentes. Así, se suele postular la existencia de un conflicto entre el desarrollo económico y el desarrollo político, entre la estabilidad y la participación. La movilización de masas es contemplada con pesimismo, suponiéndose que si adquiere demasiada intensidad y rapidez y se traduce en demandas excesivas de tipo económico, educacional y cultural, puede llevar a la quiebra del sistema. Se postula además, una identificación rigurosa entre democracia política y economía de empresa privada, y se recomienda establecer estructuras que favorezcan a la segunda como condición de desarrollo político.3En diciembre de 1989 la colección Recherches Politiques del sello editorial Presses Universitaires de France publicó una monografía de los profesores de estudios políticos y ciencia política Alain Bergounioux y Bernard Manin con el título Le régime social-démocrate. En la introducción, La fin de la social-démocratie se examinaba una concepción, que ellos sugieren descartar, pero que se encuentra muy asentada, según la cual periódicamente viene anunciándose el fin de la social-democracia, ya que desde hace varios decenios los observadores repiten que la conclusión del conflicto frontal entre la clase obrera y la burguesía habría privado a la social-democracia de la fuerza de que le dotaba el enfrentamiento existente en la etapa anterior.

La social-democracia aparecería entonces condenada a desaparecer como una realidad política original y distinta. Sólo podía sobrevivir perdiendo sus características más específicas y asumiendo el discurso común de los partidos democráticos. Según este criterio, tras la crisis económica de 1929 y la Segunda Guerra Mundial, cuando ciertos partidos socialistas europeos rompieron abiertamente con el marxismo, y adoptaron una política de reformas limitadas y posibilistas, que suponían la aceptación de la economía de mercado, numerosos analistas concluyeron que la social-democracia europea se estaba aproximando en extremo a los clásicos partidos norteamericanos, pudiéndose establecer equivalencias o identificaciones entre partidos que en principio respondían a modelos absolutamente...

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