Escuchando algo de su cosecha

AutorGerardo Australia
Páginas149-181
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
Escuchando algo
de su cosecha
Rosario Patiño tomaba cada día más fuerza como vendedora en la W. Era una
mujer guapa, una chica de revista, con un porte distinguido que imponía tanto
físicamente, como por su inteligencia. De trato amable, desenvuelta y atenta,
Charito cada día demostraba su habilidad para el negocio de vender lo que existía solo
en el aire, en las ondas radiales, convenciendo y haciéndoles entender a los clientes y
empresarios que la radio sería en el futuro el gran medio de información y de entreteni-
miento, y que cualquier producto o servicio que ellos desearan lanzar al mercado tenía
que estar apoyado por la publicidad radiofónica.
Aunque de carácter fuerte, Rosario era alegre y sonriente y tenía una seguridad en sí
misma que intimidaba, pues no era lo común en las mujeres de su época. Como era de
esperarse mantenía una agenda ocupadísima.
Siendo atípica y de pensamiento progresista –por no decir protofeminista–, Rosario
no tuvo empacho en transgredir los ámbitos y roles del macho duro de mollera que
imperaban en esos tiempos.
En su cuento Recidumbre del sexo débil, Cri-Cri nos lo recuerda:
Después de muchas horas de meditación, Cri-Cri llegó a la certidumbre de que la verdadera
reciedad está del lado femenino. Tiempo atrás algún gracioso llamó a las mujeres “el sexo
débil”. Pero... ¿Quién tiene más resistencia para los mil pequeños problemas del hogar?
¿Quién soporta el cuidado de los hijitos enfermos? ¿Quién tiene más tacto en los momentos

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difíciles? ¡Mamá! Ella es el alma de la fa-
milia. Sin lindas madrecitas abnegadas,
nuestro mundo (algo achatado por los
polos) hace mucho que estaría achatado
por todos lados.
Cri-Cri, que usa pantaloncetes, en vez
de valerse de esa prenda para vociferar,
reconoce que las mujeres le sacan ven-
taja […]
Mientras tanto Rosario y su suegro, don
Tiburcio, se encargaban de los gastos
de la casa. La pequeña Diana ya había
cumplido cuatro años y Jorgito, a sus
seis, ya iba a la escuela.
Pancho continuaba componiendo y
trabajando como músico acompañante
en algunos programas de radio, sobre
todo en la XEW. Uno de estos programas
era La fuente encantada, emisión patro-
cinada por el agua mineral Garci-Cres-
po, el famoso Tehuacán. En él, dos de
las grandes voces del momento, Emilio
Tuero y Ramón Armengod, cantaban
Dianita, la consentida de Pancho.
Archivo Fundación Francisco Gabilondo Soler.
Archivo Fundación Francisco Gabilondo Soler.

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