Los que escriben a la buena de Dios

AutorAndrés Henestrosa
Páginas211-212
Al abandonar Villahermosa me propuse volver alguna vez, pero resuelto
a mantener presa en mi corazón, por si la vida no me deja tiempo para ese
retorno, una idea de la ciudad ya mía para siempre.
4 de abril de 1954
Los que escriben a la buena de Dios
Muchos de los grandes escritores mexicanos se han hecho en las redacciones
de los periódicos, ganando un jornal como diaristas que eran. Queda dicho con
eso que escribían sus crónicas, sus artículos y gacetillas al correr de la pluma,
urgidos por el formador que reclamaba sus colaboraciones al minuto. Pero al-
gunos eran de tal modo geniales que su obra apenas si registra los lunares de
la improvisación. Algunos hasta llegaron a encontrar en ese método de trabajo
una ocasión para extremar sus mejores atributos de prosistas. Sorteando los
peligros de la rapidez daban de sí las excelencias que quizá la lentitud hubiera
detenido. Se cuenta, por ejemplo, que uno de ellos ante la urgencia del redac-
tor en jefe que reclama una nota sobre la marcha, preguntó cómo la quería si
en verso o en prosa. Y es fama pública que Sierra, Gutiérrez Nájera, Nervo y
Urbina escribieron hasta aquellas páginas que más trabajo parecen contener,
en medio del estrépito del periódico. Otro tanto hizo Altamirano; y ya sabe-
mos que junto con Riva Palacio fue quien renovó la prosa mexicana, dándole
calidad artística.
Sirva esta observación para relevar a los escritores así formados de la acusa-
ción que pesa sobre ellos de no haber podido domeñar el monstruo del oficio.
Porque ya hemos visto que algunos, pasado el instante de la creación, encon-
traron que su obra era buena como la del Señor. Aunque estos no descansaron
nunca. Otros no siempre lograron esquivar los escollos que supone escribir a la
buena de Dios, y gastaron el tiempo en pulir sus criaturas. Urbina, por ejemplo,
se ha ido convirtiendo no sólo en un gran poeta, sino también en un prosista
limpio y elegante, a pesar de que sus artículos fueron, pudiera decirse, nacidos
al calor de una primera tentativa. Lo mismo en el tema que en su redacción.
Eso, cabalmente, da a su obra en prosa un carácter verboso y frívolo. Lo uno,
como consecuencia en primer término, del afán modernista de acumular brillo y
palabras sonoras, pero también para llenar cuartillas; lo otro, para dar al lector un
AÑO 1954
ALACE NA DE MINUCI AS 211

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