Épica prehispánica

AutorAndrés Henestrosa
Páginas572-573
572
ANDRÉS HEN ESTROS A
Épica prehispánica
El tema de la formación de la literatura nacional fue constante preocupación
de escritores del siglo pasado; Guillermo Prieto, Ignacio Ramírez, Ignacio
Manuel Altamirano, Francisco Zarco y otros más, que al mismo tiempo que
hicieron por crear esa literatura, defendieron con las armas en la mano la tesis
progresista por la patria amenazada. En esos esfuerzos merece mencionarse el
Romancero Nacional que Guillermo Prieto publicó el año de 1885 y cuya edi-
ción fue realizada por la Secretaría de Fomento, ministerio que por fortuna ha
visto su ejemplo seguido por las secretarías de estado contemporáneas. Decía
entonces Ignacio Ramírez en el prólogo de la obra que hemos citado: “El viejo
canto de las glorias y de la esperanza de México, el más popular y fecundo de
nuestros poetas, Guillermo Prieto, ha coronado su vida literaria, reuniendo
en una colección de romances, todos los recuerdos históricos y tradicionales
de la Independencia Nacional. Es decir, ha llenado un vacío que existía en
la poesía patria, en nuestra historia y en nuestros sentimientos, y ha creado la
Epopeya Nacional en una de sus varias formas.” No deja de ser interesante
que un hombre tan informado y conocedor de la vida mexicana desde la época
precolombina, llegara a pensar que la poesía épica prehispánica se hubiera
perdido para siempre, según las afirmaciones que a continuación recogemos:
“Ahora bien: que en México al menos como nación independiente desde 1821
hasta nuestro tiempo, no haya existido esa epopeya popular colectiva, es una
verdad notoria. Posible es que haya habido una en el México anterior a la
Conquista, y de ello tenemos dichos indicios en los escritores del siglo XVI,
que nos hablan frecuentemente de los cantos guerreros de los aztecas, en
los que perpetuaban la memoria y los heroicos hechos de sus caudillos; pero si
es fácil encontrar la prueba de la existencia de esa epopeya primitiva y salvaje
de aquellos tiempos, sería imposible reconstruirla hoy, y debemos considerarla
como perdida para siempre.
Las afirmaciones anteriores tienen que ser cambiadas por completo en
nuestros días, por las magníficas investigaciones que ha realizado el sabio Án-
gel María Garibay K.; y por otros estudios de fines del siglo pasado y principios
del presente. Del Romancero de que habla Ramírez vamos a tomar un frag-
mento muy poco conocido, ya que está dedicado a don José Antonio Torres,
insurgente de las tierras occidentales:

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