Diario de un escribiente de legación

AutorAndrés Henestrosa
Páginas783-784
indagar hasta qué punto ejerce ya dominio sobre un idioma que nunca fue el
suyo propio.
Eso es todo, amable corresponsal.
23 de julio de 1961
Diario de un escribiente de legación
De repente, ante un pie de imprenta, creo haber hecho un descubrimiento,
que tengo ante los ojos un camino que me conduzca a un dato más de la vida
de Joaquín Moreno. Pero en el acto se me va el gozo al pozo: recuerdo que
Genaro Estrada ya tuvo esta ocurrencia en las mismas circunstancias. Y no me
equivoco, sino a medias. Al final de la “Introducción” al Diario de un escribie nte
de lega ción (México, 1925, Archivo Histórico Diplomático, núm. 16), Estrada
se preguntaba si ese Joaquín Moreno, encargado de la imprenta de Nabor
Chávez, en 1867, fecha de la publicación de aquel taller tipográfico de la rese-
ña histórica de la formación y operaciones del Cuerpo del Ejército del Norte
durante la intervención francesa no fuera el ignoto autor del Diario, escrito
treinta y cuatro años antes, cuando Moreno tenía veinticuatro.
No sólo en la edición del libro de Juan de Dios Arias aparece el nombre de
Moreno como encargado de una imprenta. También se le encuentra, en 1864,
al frente de la Tipografía del Comercio, calle de Codobanes, núm. 8. Allí, en
esa fecha, fue publicada Virginia Ste wart, la cortesana por D. A. de la P., inicia-
les de Anselmo de la Portilla, obra de la que existe otra edición, de 1868, que
algunos creen la primera y la única.
Pero hay a lgo más. Enrique de Olavarría y Ferrar i cuenta en El arte
literar io en Méx ico que en las más tempranas horas del primer día de la res-
tauración de la república –15 de julio de 1867– dos obreros de la libertad,
Lorenzo Elíz aga y Joaquín Moreno, se hal laban reunidos en la Imprenta del
Comercio celebrando el triunfo liberal, y considerándolo tan inmenso y tras-
cendental que perdería grandeza , si la primera palabra de la República vic-
toriosa, no fuera de clemencia para los vencidos. Cua ndo Olavarr ía escribía
su libro, ¿sería ese mismo editor español quien, desde muy joven –Moreno
ya había muerto–, pues dice que “uno de los cuales ya descendió al sepulcro”?
Y luego este dato que pare ce reducir las sospechas de G enaro Estrada: Mo-
AÑO 1961
ALACE NA DE MINUC IAS 783

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