Después de los estudios en la carrera de derecho... ¿Qué sigue?

AutorGenaro David Góngora Pimentel
CargoMinistro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
Páginas396-406

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Es ya una tradición que los discursos sobre la función de los abogados y sobre todo del papel de los abogados jueces, se expresen con inspiración. Los grandes oradores no tocan siquiera terrenos prácticos, sino que por el contrario, se elevan a las excelsas regiones de los ideales del Derecho y de la Justicia, hablando de las nobles motivaciones que deben guiar a ustedes, los futuros abogados, de aquí en adelante. A mí me emocionan esas palabras y qué bueno que, como antes y ahora ha sucedido, sean expresadas por los maestros de nuestra profesión, que son maestros de la lengua española y hablan en verdadera poesía.

Pero existen algunas hipótesis que sostienen esas inspiradas palabras, mismas que pienso debemos examinar con mayor detenimiento.

La primera hipótesis es la que, saliendo de las aulas de la escuela y recibiendo el título y la cédula profesional, el abogado y, en el caso, el abogado juez, ha terminado sus estudios. Lamento decir que esto no es así. En los días de don Ignacio Luis Vallarta, había unos dos mil casos resueltos por los tribunales que formaban precedentes, en la cuarta época del Semanario Judicial de la Federación. La quinta época del Semanario contendrá más de doscientos mil precedentes jurisprudenciales; en la actualidad habrá más de quinientos mil precedentes con los que en un tiempo o en otro, habremos de familiarizamos; además, tienen ustedes un enorme cuerpo de disposiciones legales y reglamentarias creciendo con rapidez alarmante. Tienen también revistas jurídicas que editan las facultades de derecho y los institutos de investigación jurídica, cursos de actualización sobre distintas especialidades jurídicas y muchas otras fuentes para mantenemos al corriente en el desenvolvimiento del derecho, necesarias para que podamos tener el mínimo del conocimiento para ejercer Page 398 nuestra profesión. No, cuando ustedes reciban su título, no habrán terminado sus estudios jurídicos, sino que apenas habrán empezado a estudiar, a menos que sean como aquéllos a los que un médico amigo mío describía como moribundos a los treinta años, para ser enterrados a los setenta.

Existe otra hipótesis, otra presunción, subyacente en los inspirados discursos acerca de la función de los abogados y claro de los abogados jueces; y es de que ustedes, compañeros, al recibir su título, están listos para entrar en batalla y que todo lo que se necesita es una exhortación final para ir y desempeñarse con bravura y éxito feliz. De nuevo, lamento decirles que no es así. Una de las escenas, para mí, más hermosa y emocionante, es formar parte de un jurado y entregar al compañero el acta de examen, y tomarle la protesta que acostumbramos. Pero, cuando pienso en el fierro y acero de los combates intelectuales que se dan en nuestra profesión, temo que los diplomas y pergaminos sean en verdad, armas frágiles.

Hay todavía otra hipótesis más, que requiere de algún examen. Es la que ustedes, al terminar el examen profesional, han acabado con el último de sus, exámenes y de que no tendrán que volver a sufrir el tormento de ser preguntados y calificados. Desgraciadamente, lamento decirles que eso tampoco es cierto. Aún después de que hayan pasado el examen profesional, entrarán a un despacho de abogados y habrán de responder ante algunos de los socios, que calificarán sus escritos legales con el mismo detalle con que lo hicieron sus profesores. Algún día ustedes serán socios de ese despacho, pero el más antiguo de los socios examinará su trabajo y los calificará en su mente. Después, serán ustedes los socios más antiguos e importantes de ese despacho, pero serán los jueces quienes busquen cualquier grieta en sus armaduras. Si llegan a ser secretarios de la Suprema Corte de Justicia, serán los Ministros para quienes trabajen, los que examinarán con cuidado sus proyectos de sentencia, y si llegan a ser Jueces de Distrito, los Tribunales Colegiados o la Suprema Corte les dirán en qué han errado al aplicar la ley, y en su caso, revocarán sus decisiones. Y si, alguno de ustedes llega a ser Magistrado o Ministro de la Suprema Corte, para dictar fallos que no puedan ser ya recurridos en este país, habrá sin embargo, barras de abogados y revistas de derecho, en las que se analizarán minuciosamente sus decisiones y apuntarán las inconsistencias y contradicciones. Pero, aún si ustedes se dedicarán al ejercicio / libre de su profesión de abogado, como litigantes, para tener la mayor, la máxima de las libertades, siempre, siempre estará el cliente, asomándose sobre su hombro y exigiéndoles cuentas.

Esta tarde, son ustedes estudiantes de esta escuela, pero en el futuro, cuando terminen aquí, deberán prepararse para entrar a una nueva universidad. Las paredes de esa universidad son invisibles, y el campus universitario estará donde quiera que vayan. Los maestros no tienen listas identificables para inscribirse, ellos serán sus socios, sus adversarios, los jueces, los clientes, los testigos, y a veces el más joven de sus secretarios. En realidad, serán todas las gentes que habrán de conocer, aun en sus relaciones meramente sociales y todo lo Page 399 que lean y hagan, porque lo que aprenden ahora en la escuela, es solamente una técnica, una metodología. No es sino hasta que se ha sido sometido al estímulo de las motivaciones humanas en todas sus complejas formas, no sino hasta que se ha obtenido la agudeza de ingenio que afila la percepción y el juicio, cuando podrán considerarse aptos para ser abogados litigantes o para decidir juicios e impartir justicia. El símbolo de la ley, como en otra ocasión lo hemos dicho, no es una estatua de mármol helado y frío de la justicia, es un organismo viviente, constantemente creciendo y cambiando de forma, y ustedes habrán de ayudar a configurarlo y a dirigir su crecimiento. Solamente entonces, podrán predecir las tendencias del derecho y su futuro. Solamente así estarán equipados para...

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