El desprestigio de los sistemas

AutorEmilio Rabasa
Páginas11-29
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n los veinticinco años que corren de 1822 adelante, la Na-
ción mexicana tuvo siete Congresos Constituyentes que
produjeron, como obra, una Acta Constitutiva, tres Constitu-
ciones y una Acta de Reformas, y, como consecuencias, dos
golpes de Estado, varios cuartelazos en nombre de la soberanía
popular, muchos planes revolucionarios, multitud de asonadas,
e infinidad de protestas, peticiones, manifiestos, declaraciones
y de cuanto el ingenio descontentadizo ha podido inventar para
mover al desorden y encender los ánimos. Y a esta porfía de
la revuelta y el desprestigio de las leyes, en que los gobiernos
solían ser más activos que la soldadesca y las facciones, y en
que el pueblo no era sino materia disponible, llevaron aquéllos
el contingente más poderoso para aniquilar la fe de la Nación,
con la disolución violenta de dos Congresos legítimos y la consa -
gración como Constituyentes de tres asambleas sin poderes ni
apariencia de legitimidad.
Se reunió en 1822 el primer Congreso que debía constituir
a la Nación según las bases establecidas en el Plan de Iguala y
el Tratado de Córdoba; es decir, organizando una monarquía
moderada, al estilo de 1812, y llamando al trono a un príncipe de
la casa real de España; pero una noche, y cuando el Congreso
EL DESPRESTIGIO DE
LOS SISTEMAS
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meditaba ya la ley suprema, un sargento acabó con plan y tra-
tado, proclamando emperador de México a don Agustín de
Iturbide;1con lo que, si los instigadores de Pío Marcha2no
lograron hacer un emperador, deshicieron la idea monárquica,
que no había sido seguramente sino un medio de contentar
por de pronto al partido español de la antigua colonia. El Con-
greso cedió a la violencia que aún ejercían sobre él las milicias
sobornadas y un populacho inconsciente; pero a la vez que,
conformándose con la imposición del motín, declaraba em-
perador a Iturbide, trató de asumir su papel de representante
de la soberanía nacional, y lo hizo con la convicción y entereza
a que tan propicios eran tanto las ideas que a través de la me-
trópoli y sus revoluciones había derramado en la Nueva España
la Revolución francesa, como los sentimientos propios de un
país que acababa de conquistar su autonomía con el triunfo de
una rebelión contra fuerzas seculares. Pero el imperio era absur -
do y los absurdos políticos sólo pueden sostener su vida efímera
por medio de la fuerza: Iturbide disolvió el Congreso.
1Agustín de Iturbide o Agustín I (1783-1824). Durante las primeras etapas
de la guerra de Independencia, militó en el ejército realista, combatiendo
a los insurgentes. Posteriormente, durante el marco del Trienio liberal,
combatió a Guerrero. Con ideología opuesta a la Constitución de Cádiz,
pactó con las fuerzas insurgentes. En 1821, proclamó el Plan de Iguala. En
agosto del mismo año, firmó los Tratados de Córdoba, con los cuales se con -
sumó la Independencia, el 27 de septiembre de 1821. En 1822, fue proclama -
do primer emperador de México.
2La noche del 18 de mayo de 1822, Pío Marcha, sargento del primer regi-
miento de infantería, hizo tomar las armas a la tropa de su cuartel de San
Hipólito, el grupo se lanzó a la calle proclamando a Iturbide con el título
de Agustín I, el pueblo los secundó y el estrépito aumentó con el repique
general de campanas, con las salvas de artillería y los gritos de “¡Viva
Agustín I!”.
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LA CONSTITUCIÓN Y LA DICTADURA

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