La democracia como resultado contingente de conflictos

AutorAdam Przeworski
Cargo del AutorProfesor de ciencias políticas en la Universidad de Chicago
Páginas89-110
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II. LA DEMOCRACIA COMO RESULTADO
CONTINGENTE DE CONFLICTOS
ADAM PRZEWORSKI*
I
TODO el que haya pasado por momentos en que una dictadura estaba a
punto de caer y la democracia se volvía una auténtica posibilidad, recor-
dará una tensión casi constante, unas esperanzas alternadas repetidas
veces con temores, brotes de entusiasmo y el dolor de la derrota. Cada
momento parece difícil y, sin embargo, nada parece inalcanzable. Pero
si buscamos los momentos cruciales, un tiempo en particular aparece
como el punto de partida, como una ruptura. En determinado momento,
la dictadura ha desaparecido para ser remplazada por la democracia.
Dado que éste es un “momento” en un mundo de hechos estilizados,
me permito ofrecer, ante todo y en cierto contexto, una especie de cro-
nología lógica de los procesos de transición de la dictadura a la demo-
cracia. Sin entrar en un análisis general de los regímenes autoritarios,
que han recibido recientemente gran atención en las obras de Juan Linz
y de Guillermo O’Donnell,1 deseo subrayar una característica de los sis-
temas autoritarios (a los que también llamo “dictaduras”, prescindien-
do de varias distinciones importantes). El rasgo esencial de tales regí-
menes es que alguien tiene una capacidad efectiva de impedir ciertos
* Ésta es una versión revisada de un ensayo presentado en la Conferencia sobre Consti-
tucionalismo y Democracia, organizada por la Universidad de Oslo en Ustaoset, Noruega,
del 16 al 19 de enero de 1983. Deseo agradecer a los participantes, en particular a Anund
Hylland y Jon Elster, sus comentarios. El capítulo constituye mis reflexiones personales
sobre los estudios y ensayos acumulados en el marco del proyecto sobre las “perspectivas
para la democracia: las transiciones a partir de un gobierno autoritario”, patrocinado
por el Woodrow Wilson Center, Washington, D. C., y dirigido por Guillermo O’Donnell y
Philippe C. Schmitter. Joanne Fox Przeworski y Philippe C. Schmitter me convencieron de
que revisara algunas formulaciones originales.
1 Juan Linz, “An authoritarian regime: Spain”, en Erik Allardt y Stein Rokhan
(comps.), Mass Politics: Studies in Political Sociology (Free Press, Nueva York); Guillermo
O’Donnell, Modernization and Bureaucratic Authoritarianism: Studies in South American
Politics (University of California Press, Berkeley, 1973); David Colleir (comp.), The New
Authoritarianism in Latin America (Princeton University Press, 1979); Karen L. Remmer
y Gilbert W. Merkx, “Bureacratic authoritarianism revisited”, Latin American Research
Review, 17 (1982), pp. 3-41, con una respuesta de O’Donnell.
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resultados políticos que habrían sido sumamente adversos a sus intere-
ses. Ese “alguien” puede ser una persona, un líder, o una organización,
como las fuerzas armadas, la policía, el partido o la burocracia, o hasta
algo menos fácilmente identificable como es un “círculo” de grupos e
individuos. Más adelante hablaré del “aparato del poder autoritario” y
presentaré distinciones tan sólo cuando sirvan para ilustrar el problema
que estamos tratando.2 El aparato del poder autoritario tiene la capaci-
dad de impedir que ocurran ciertos resultados políticos, ejerciendo
mecanismos de control no sólo ex ante sobre la sociedad sino también
ex post. El aparato del poder puede intervenir ex post para alterar algu-
na situación mundial, resultado del funcionamiento de las instituciones
autoritarias, así como de las que no lo son. En otras palabras, el apara-
to del poder en un sistema autoritario no sólo ejerce un control proce-
sal sobre las decisiones sino también uno sustantivo. Se nombra a un
ministro de educación; éste encarga a un grupo de expertos la prepara-
ción de un texto de matemáticas para las escuelas primarias; se prepara
el libro de texto; lo aprueba el ministro, quien lo publica y lo distribuye.
Cae entonces en manos del comandante de la zona militar del lugar,
quien ordena que sea retirado de las escuelas. Nótese que el texto en
cuestión no es un panfleto subversivo; es un producto de las propias
instituciones autoritarias. Y sin embargo, esto no lo hace inmune a la
intervención.
Desde este punto de vista, entonces, un régimen particular sería auto-
ritario si existiera algún apartado de poder capaz de alterar los resul-
tados del proceso político institucionalizado. Esta definición puede ser
demasiado general para varios propósitos, ya que las instituciones son
importantes en sí mismas. En particular, muchos regímenes a los que
tal vez se podría describir inmejorablemente como “democracias tute-
lares” caen dentro de nuestra definición. Son regímenes en que los mili-
tares se han desprendido del desempeño directo del gobierno y se han
retirado a los cuarteles, pero se han retirado intactos y en forma contin-
gente.3 Así, aunque se celebren elecciones en esos sistemas y gobiernen
los representantes elegidos, las fuerzas armadas permanecen a la som-
bra, dispuestas a caer sobre todo aquel que se aventure a trastocar sus
valores o sus intereses.4
2 Sobre las dificultades para identificar el aparato del poder autoritario, véase mi “The
men of iron and men of power in Poland”, PS (febrero de 1982). Un análisis más sistemático
lo ofrece Fernando H. Cardoso, O modelo político brasileiro (Difel, São Paulo, 1972).
3 Para un análisis de las condiciones en que los militares se desprendieron del gobierno
en América Latina, véase el artículo de Alain Rouquier, en Guillermo O’Donnell, Philippe
C. Schmitter y Laurence Whitehead (comps.), Transitions from Authoritarian Rule (4 vols.,
Johns Hopkins Press, Baltimore).
4 En tales sistemas, las fuerzas políticas en competencia escogieron sus estrategias

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