En defensa de los derechos de los indígenas

AutorCésar Esquinca Muñoa
Páginas32-37

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Es un honor participar, en representación de la Suprema Corte de Justicia de México, en este Decimoprimer Seminario Internacional "Constitucionalismo y Democracia en Iberoamérica", organizado por el Tribunal Constitucional de B olivia, en el marco de la Celebración del Bicentenario del Primer Grito Libertario en América.

Ubicado en el cuarto eje temático, abordaré el reconocimiento de la diversidad, el pluralismo y la Constitución, desde la óptica de la experiencia mexicana, en relación con la problemática indígena.

Antecedentes

Desde más allá del río Bravo hasta más acá de los ríos Suchiate y Usumacinta, en planicies, cañadas, montañas y serranías florecieron culturas indígenas tan diferentes entre sí como la tarahumara, la tarasca, la huichol, la azteca, la yaqui, la olmeca, la maya, la zapoteca, la cora y la tolteca, por mencionar algunas.

Testimonio de su grandeza son, entre otros, los monumentos arqueológicos de Chichén Itzá —recién incluida entre las nuevas siete maravillas del mundo—, Uxmal, Teotihuacán, Monte Albán, Tula, Bonampak, Palenque y Tulum, asombro de sus visitantes y orgullo de los mexicanos.

El conquistador español —luz y sombra de nuestra historia— impuso su religión y su cultura derrumbando templos y destruyendo códices; sojuzgó a los habitantes originarios, los sometió a vasallaje y aprovechó su fuerza de trabajo sin retribución alguna. Si bien no ocurrió el exterminio como en otras latitudes, hay que recordar que durante mucho tiempo los prelados discutieron si los indígenas tenían alma y podían ser considerados seres humanos.

Privados de sus tierras, la encomienda, el repartimiento, el obraje y el peonaje fueron verdaderas formas de esclavitud que les negaron el acceso a los servicios elementales y el reconocimiento de sus derechos esenciales, sometiéndolos en cambio a los tormentos de la Santa Inquisición.

Por fortuna, usos y costumbres, lenguas y culturas, que subsistieron tercamente, resistiendo los embates de una colonización inmisericorde, son la base pluricultural de la República mexicana y representan un legado excepcional, que al mismo tiempo es símbolo de pobreza.

Herederos de aquellas culturas, en el México del siglo XXI cerca de 13 millones de personas son hablantes de lenguas originarias, entendidas éstas como construcciones milenarias colectivas que reflejan una manera particular de comunicación a través de la cual una cultura se construye a sí misma. Son más de 60 las lenguas que hablan nuestros indígenas, que con sus variantes superan las 100, constituyendo un patrimonio inigualable que estamos obligados a preservar.

Según registros censales, a la fecha la población indígena equivale más o menos a 13% de la nacional, con mayor presencia en los estados de Yucatán, Quintana Roo, Campeche, Chiapas, Oaxaca e Hidalgo. Se reconocen 803 municipios indígenas y están registrados hablantes de lenguas autóctonas en 2,330, lo que ubica a México en el octavo lugar entre los países con mayor número de pueblos indígenas en el mundo.

Datos importantes que hay que considerar son los siguientes: los mexicanos indígenas poseen, en las regiones en que viven, una superficie que abarca la quinta parte del territorio nacional; los más importantes yacimientos petroleros están ubicados en estados conPage 33 fuerte presencia indígena —Campeche, Tabasco, Chiapas, Veracruz—, como también lo están las mayores presas hidroeléctricas —La Angostura, Malpaso, Chicoasén—; el 60% de la vegetación arbolada, especialmente de bosques templados, selvas húmedas y subhúmedas, son propiedad de ejidos y comunidades agrarias; los pueblos indígenas aportan 67% de la población ocupada en actividades agrícolas, y las principales áreas naturales protegidas se encuentran en sus municipios.

Contrariamente a lo que pudiera pensarse, esta riqueza potencial no beneficia a los indígenas, que siguen viviendo en condiciones de marginación, pobreza y explotación, sin viviendas adecuadas ni servicios básicos de salud y educación, sin vías de comunicación ni acceso a la tecnología.

Más aún, el campo abandonado como consecuencia de la apertura comercial indiscriminada, para la que no nos preparamos adecuadamente, está llevando a la carencia de los alimentos básicos de la dieta de la mayoría de los mexicanos, el maíz y el frijol, lo que tarde o temprano, si no se rectifica el camino, habrá de derivar en hambruna.

El hombre fue hecho del maíz, relata poéticamente el Popol-Vuh, libro sagrado de los mayas. Paradójicamente, esa gramínea se cultiva cada vez en menor cantidad por no poder competir nuestros campesinos con los precios subsidiados de países altamente desarrollados; peor aún, las magras cosechas pretenden destinarse a la producción de etanol, para alimentar a las máquinas y no a los seres humanos.

Estas breves referencias pretenden poner de manifiesto lo que significa en México el tema indígena, con la particularidad de que la amplia y diversificada geografía nacional dificulta la solución de los problemas, porque si bien la mayor concentración de los pueblos autóctonos la encontramos en los estados del sureste, las condiciones de pobreza y marginación, el abandono del campo y el desempleo, producen un fenómeno migratorio que esparce a nuestros indígenas por todo el territorio nacional, en especial en la frontera norte, a la que arriban con la esperanza de llegar al país vecino en busca de oportunidades que en su lugar de origen no encuentran, sin saber que, si logran llegar, su calvario será aún mayor.

Marco jurídico

De acuerdo con lo expuesto antes, durante la Colonia la explotación y el abuso colocó a los indígenas en una situación de verdadera esclavitud.

Hace poco publicamos en la Revista del Instituto Federal de Defensoría Pública, como documento histórico, el facsímil de un contrato de compraventa de esclavo celebrado en la ciudad de Celaya en 1780, en el que la vendedora afirmó que era suyo el esclavo objeto del contrato y que estaba libre de empeño, censo e hipoteca, sin vicio, tacha, defecto o enfermedad pública o secreta, tratando a aquella persona como si fuera un objeto.

Esto explica que al iniciarse la lucha de independencia contra la corona española en 1810 —también estamos preparando en México las festividades del Bicentenario de la Independencia y el Centenario de la Revolución—, Miguel Hidalgo y Costilla promulgara un bando, que en su parte primera establecía que "todos los dueños de esclavos deberán darles la libertad dentro del término de diez días, so pena de muerte, que se les aplicará por transgresión de este artículo".

Poco después, durante la gesta libertaria, José María Morelos y Pavón expidió el documento titulado Sentimientos de la nación, que en su punto decimoquinto proclama que "la esclavitud...

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