Constitución Política del Estado Libre de Zacatecas. Zacatecas, 17 de enero de 1825

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El Congreso Constituyente del estado a los zaca-
tecanos
El hermoso cuadro que se ofrece a vuestros ojos,
debe causaros tantos efectos de gozo y alegría,
cuantos son los sentimientos de dolor y aflicción
que habéis sufrido, hasta acopiar los materia-
les de que se ha formado. Catorce años han sido
suficientes para adquirirlos: pequeño periodo a
la verdad, comparado con su preciosidad, y con las
insuperables dificultades que de golpe se opo-
nían, no sólo a emprender, pero aun a pensar.
Mas apenas resuena en vuestros oídos la dul-
ce y sonora voz de independencia, que sin que os
arredrara su indeterminado número, ni os acobar-
dara su desmedido tamaño, se inflamaron vues-
tros pechos con tan ardiente deseo de encontrar-
los, que no ha habido peligro que valerosamente
no hayáis arrostrado, ni sacrificio que gustosa-
mente no hubieseis ofrecido.
En efecto, la empresa era tan ardua y difícil,
que no hubo pocos que la graduaran, cuando no
de temeraria, de imposible; y aunque el suceso
acreditó que el cálculo se formó sin contar con
vuestras virtudes, no por eso se han de descono-
cer los grandes fundamentos en que se apoyaba.
Porque ¿qué podía esperarse de un pueblo en-
vuelto en las negras sombras de la más grosera
ignorancia?, ¿de qué serían capaces unos hom-
bres avezados a soportar con una imperturbable
paciencia las pesadas cadenas de la más degra-
dante esclavitud?, ¡regidos por el más bárbaro y
atroz despotismo, sin enseñarles otra cosa, que
ciegamente obedecer!, ¡privados de toda comuni-
cación, con barreras impenetrables a los rayos de
la ilustración que por aquélla podía comunicár-
seles!, ¡oprimidos bajo el enorme peso de una
autoridad absoluta, ejercida por mandarines y
gobernantes empeñados todos a impedir, por cuan-
tos medios les sugería su malicia y antojo, el más
pequeño rasgo de luz que pudiera enseñarles el
humillante y vil estado de abyección en que se
hallaban!, ¡mirando siempre la cuchilla levan-
tada, pronta a descargar el último golpe a la más
pequeña señal de desobediencia, al más leve in-
dicio de disgusto, y a la más ligera demostración
de resistencia! ¿Qué desconfianza podrían inspi-
rar estos seres, si a más, carecían de conocimien-
tos, de amigos, de dinero, de armas, sin táctica ni
gefes, sin recursos aun para calcular, y abando-
nados a su propia suerte?
Zacatecanos: ¿y habéis tenido virtudes para
remover este cúmulo inmenso de obstáculos tan
formidables? Nada menos, el hecho es constante
y vuestra gloria será eterna; habéis vencido: ha-
llasteis los colores necesarios, para ver en este
cuadro que representa la constitución del estado,
la imagen de vuestra independencia y libertad.
El pincel no es el de un Apeles, es de vuestros
representantes; de hombres que jamás lo habían
manejado en pinturas, cuyo emblema debe aco-
modarse al esquisito y delicado gusto de los que
saben pensar, como al tosco y estragado de los
que piensan sin saber.
Si vuestros derechos no están dibujados con
toda la perfección del arte, si notáis falta de des-
Estado Libre de Zacatecas*
Zacatecas, 17 de enero de 1825
1825
TEXT O ORI GINA L
*Fuente: Colección de Constituciones de los Estados Unidos Mexicanos. Régimen Constitucional 1824, t. III, México, Grupo Editorial
Miguel Ángel Porrúa, 2004, pp. 403-484 (edición facsimilar a la de don Mariano Galván Rivera, 1828).
432 CONSTITUCIÓN DE 1917. FUENTES HISTÓRICAS
treza en su combinación, tramos desocupados y
figuras que os desagraden; advertiréis también,
que ha sido obra de pocos meses, que la mano que
la ha trazado, no ha tenido maestro que la dirija,
que se ha gastado mucho tiempo en aderezar el
lienzo, que la oposición de muchos ambiciosos y
mal contentos había hecho áspero y rugoso; y que
si por último no satisface vuestros deseos, ni
llena vuestras esperanzas, a lo menos ha sido el
fruto de un penoso y constante trabajo, de una
dedicación sin descanso, y de un interés y anhelo
por vuestra felicidad, que en nada desdice a la
confianza que en ellos habéis depositado.
Verdades son éstas comparadas con hechos
que estáis palpando, y que las conoceréis mejor
con pocos momentos que dediquéis vuestra aten-
ción a examinar los grandes objetos que encierra
esta pequeña carta.
El primero que se presenta a vuestra vista,
después de declarar que sois un pueblo libre,
independiente y soberano, es la obligación in-
dispensable de profesar la religión católica apos-
tólica romana, sin tolerar entre vosotros ningún
conviviente, que con el ejercicio de otra, os pu-
diera contaminar o pervertir. Se os determinan
vuestros derechos de libertad, igualdad, propie-
dad y seguridad, arreglando su uso sin estrecharlo
ni disminuirlo, y concediéndole toda aquella exten-
sión y latitud que sin perjudicar ni a la sociedad ni
a ninguno de sus individuos, no pueda traspasar los
términos de la razón. Veréis, que la forma de go-
bierno que se ha adoptado y se prescribe, es preci-
samente no sólo la que por muchas razones más os
conviene, sino la que queríais y deseabais, y por la
que habéis hecho sacrificios inauditos. Por ella
misma advertiréis la división del poder, en legisla-
tivo, ejecutivo y judicial: invención admirable, y
cuya benéfica influencia experimentáis en todos
vuestros negocios. A cada uno se le han demarcado
sus límites; mas no os asustéis cuando los veáis
traspasados por alguno, porque esta operación es la
más difícil, y que casi sólo los acontecimientos, en
unión del tiempo, son capaces de fijarlos.
Conoceréis que la elección de los ciudadanos
que los han de ejercer, se ha puesto en vuestras
manos: ¿qué más queréis, zacatecanos?, ¿pasaría
por vuestra imaginación ahora quince años ventura
de tal tamaño? Comparad esta facultad y prerroga-
tiva inestimable, con la humillación y respeto con
que recibíais un sátrapa famélico, que muchas
veces os contentabais con verlo y saber su nombre;
que después de venir de más allá de los mares,
nutrido en el despotismo, e imbuido en la idea de
que no venía a mandar hombres sino orangutanes,
se os presentaba con el formidable aparato de un
poder absoluto: que mucho antes que pisara vues-
tro suelo, ya empezabais a sentir su maléfico in-
flujo con exacciones forzosas, para los dispendio-
sos gastos de su recibimiento: que a pesar de su
conducta venal, y muchas veces escandalosa, te-
níais que sufrirlo, sin esperanza de removerlo, ni
libertaros de su furia. Pero ¿a qué recordaros tiem-
pos tan tristes y melancólicos? No es en vano;
pues aunque su cruel memoria os confunda y ano-
nade por algunos momentos, servirá para llenaros
de un placer firme y estable, para más penetraros
del aprecio y estimación que debéis hacer del pre-
sente estado de felicidad en que os halláis, y para
sosteneros con firmeza en la resolución de presen-
tar el cuello a la espantosa guadaña de la muerte,
antes que al yugo de cualesquiera opresor.
Al impulso de estas reflexiones que con viveza,
aunque con dulzura, han tocado las más delicadas
fibras del corazón, se extravió la pluma, apartán-
dose del rumbo que había tomado, en que prosigue,
haciéndoos presente la elevación en que os pone
la facultad de elegir vuestras autoridades: es pre-
ciso, pues, que os llame la atención la sencillez y
simplificación con que se os detalla el modo con
que debéis ejecutar este primer acto de vuestra
soberanía. Se ha procurado reunir la popularidad
con la facilidad y menos complicación, y que im-
pidiendo el tumulto, no quede ningún ciudadano
excluido de tomar parte en asunto que a todos les
es de común interés.
Esto sería bastante para afianzar vuestros de-
rechos; mas como al congreso no lo ha animado
otro espíritu que el de proporcionaros vuestro
bien, ha querido desarrollarlos y darles más en-
sanche, hasta casi nivelarlos con el mismo. Ello
es bien claro en la grande intervención que se os
da en la formación y sanción de las leyes.
Ninguna quiere promulgar, sin estar primero
cerciorada de vuestra opinión, sin saber cuál es
vuestra voluntad, y sin tener todos los datos y no-
ticias de que ella es su verdadera expresión.

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