Capítulo XV

AutorRafael Estrada Michel
Páginas268-290
Capítulo XV
La popular idad de Madero declina
Villa se f uga de la prisión
Hablando con Rodol fo Reyes
El ministro Lascuráin
Rumores de un leva ntamiento
Síntomas de la tra gedia
Huerta en casa de Pi no Suárez
El domingo t rágico
Mondragón se subleva en Tacub aya
Evasión de Reyes y Fél ix Díaz
Los aspira ntes de la Escuela Milita r de Tlalpan sublevados
Madero a cabal lo
Gustavo a punto de ser f usilado
El Palacio Nacional en p oder de los rebeldes y recup erado por el gobiern o
La muerte del genera l Reyes
El Zócalo
Madero en Palacio
Reunión dip lomática
El pulque
La soberaní a de México
Actividad de Huert a
Madero disf razado va a Cuernavaca y regres a a México
Recordando a Sóst enes Rocha
Gestiones huma nitarias del mi nistro de España
Amenazas del em bajador americano
Mañana...” dice Huerta
Las noches de la tra gedia
La bandera cuba na.
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I
La presencia de Madero ya no despertaba el entusiasmo de antes en las
clases inferiores, en el siervo a quien había redimido; y su aura
popular, un tiempo extraordinaria, se esfumaba, lánguida y triste, en
cielos de tormenta. La oposición había inculcado a sus antiguos
adoradores la desconfianza y el recelo. “No cumple sus promesas”
decían los desvalidos que esperaron, de su gobierno, el milagro bí-
blico de los panes y los peces. “No reparte las tierras” exclamaba el
indio que seguía cultivando la gleba del amo porfirista. Y de científico
le tildan los muchos disidentes del maderismo. El presidente, hace
ahora vida social en Chapultepec, y aguarda inútilmente a los aris-
tócratas de la dictadura que se pondrían, según sus cuentas, a la
sombra de las ideas liberales. Una sensación de conjura suspende
los ánimos en la desconcertada capital y siniestros augurios, que
llegan a oídos de Madero, circulan de extremo a extremo en el descon-
tento casi unánime. A Gustavo, lo manda el gobierno a una Embaja-
da en el Japón; y es esta buena prenda, oculta en estuche diplomático,
de las discrepancias de criterio con el apóstol. Pino Suárez, en su
fuero interno, anhela dimitir y es punto que se trata en hermética
intimidad. Una de las columnas intelectuales del maderismo, don
Luis Cabrera, embarca al extranjero previendo el terremoto en que
ha de hundirse su partido.

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