El Caballito

AutorAndrés Henestrosa
Páginas387-388
sola vez, y aunque no lo encontró interesante, tampoco le fue antipático. Su
melancólica presencia, su pausado andar, su metódico decir, no dejaron de
impresionarlo. ¿Pensó, don M anuel, que el tiempo, que es el gran maestro,
le iría quitando los aire cillos vanidosos que trascendía su persona?
22 de abril de 1956
El Caballito
Apenas acabada de inaugurar la estatua de Carlos IV fue incorporada al folklo-
re mexicano y a la historia de la ciudad de México. Casi no hay viajero que
habiendo visitado est a capital a contar de los ú ltimos años del siglo X VIII
que no se refiera a esa obra, de veras excelsa, de Manuel Tolsá. El último que
se refirió a ella f ue el desapa recido es critor espa ñol José Mor eno Vill a, con
la agudeza que siempr e puso en cuanto escribió sobre México. Si alguna
vez la estatua de Carlos IV desapareciera de la ciudad, ¿no desaparecería con
ella un rasgo de su fisonomía? ¿Se concibe un desfile, una fiesta patria, sin que
la estatua aparezca cubierta por una vocinglera chiquillería, que sin ningún
recato se encarama en caballo y jinete?
Todavía no se acaba de inaugurar cuando la Güera Rodríguez objetó el
acabado realismo de la obra que los llamados sabios y disertos, se empeña-
ban en descubrir en la obra de Tolsá. Aquella mujer, sabia en esos capítulos,
como en otros muchos, quizá haya sido la primera que dijo una agudeza
sobre el caballo. La otra fue llamarle “El Caballito”, siendo el má s g rande
de todos; uno más le llamó absurdamente “El C aballo de Troya”. ¿No está
patente en ese dim inutivo esa actitud del alma mexicana hacia las cosas,
más como una relación de pobreza que de ternura? ¿No se encuentra en ese
diminutivo la pequeña revancha de llevar las terminaciones en i to a palabras
y c osas que no las pueden sufrir, por las terminaciones en ote que hizo el
español con las palabras aztecas, que no las pueden sufrir, por su eufonía? Al
huaxo lotl del azteca, convertido en g uajualote, puede corresponder el caba-
llito del español caballete.
Pero dejemos esta digresión. De lo que yo quería hablar es de un folleto
que siendo conocido de muchos investigadores y eruditos, muy pocos de ellos,
quizá sepan quién sea el autor. En efecto, entre los muchos opúsculos que se
AÑO 1956
ALACE NA DE MINUCI AS 387

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