Bipartidismo allá y multipartidismo aquí

AutorJosé E. Iturriaga
Páginas291-316
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Desde la época de George Washington se inicia la pugna entre torys o re-
publicanos y whigs o demócratas, tal como se dividían en el Parlamento
inglés las dos tendencias, tanto en la Cámara de los Comunes como en la
Cámara de los Lores.
Al principio de la historia autónoma de Estados Unidos de Norteamé-
rica, no eran precisas sino borrosas las fronteras ideológicas entre los que
serían Partido Republicano y Partido Demócrata, al punto de que sus mili-
tantes solían llamarlos a uno, Partido Demócrata-Republicano y, al otro,
Partido Republicano-Demócrata.
El sistema se consolidó con el triunfo de la candidatura, ya demócrata
o liberal, de Andrew Jackson, quien ganó las elecciones para dos cuatrie-
nios, de 1829 a 1837.
Prácticamente, el Partido Demócrata fue fundado en 1828,120 poco antes
de ser electo Andrew Jackson para su primer mandato en noviembre del
año citado.
120Llama la atención la tenacidad con que los ciudadanos norteamericanos de los últimos
años de la década de los años veinte y los primeros de la del treinta se aferraban a la convicción
de que no podía haber sino un partido político —el Republicano— y que todos ellos pertene-
cían a él. Podían existir facciones, pero la gente de Adams y Clay, no menos que la de Jackson,
insistía en que eran jeffersonianos fieles. Gradualmente, hacia fines de la década de los veinte,
aquéllos adoptaron la denominación distintiva de republicanos nacionales (national republicans) y
éstos se llamaron republicanos demócratas (democratic republicans). Como el “sistema
norteamericano” de Clay y la reducción que del mismo hizo Adams en el esquema práctico
de sus mensajes fueron sorprendentemente nacionalistas, el término aplicado a tales
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Estados Unidos no encontró pronto que la mejor fórmula para su lucha
por la democracia era el bipartidismo. Con más claridad y mayor definición,
se estableció el sistema bipartidista un cuarto de siglo después con la fun-
dación del Partido Republicano, considerando como opuesto al Partido
Demócrata.
Lincoln no representó papel alguno en la fundación del Partido Repu-
blicano. “Sus miembros se reunieron por el poder de una atracción má-
gica”, escribió John R. Commons.121 Ni un hombre ni un grupo de hombres
formaron el partido, si bien es cierto que hubo muchos que pretendieron
ser acreedores al honor de haber sido los que primero propusieron el
nombre, o de haber convocado a la primera asamblea que utilizó dicho
calificativo.
Cada vez que el censo había demostrado un predominio cultural en
Nueva Inglaterra, los republicanos salían airosos en los respectivos conda-
dos. Creaban escuelas gratuitas en sus comunidades junto con sociedades
literarias, liceos y bibliotecas. Fueron los principales gestores de un alto
grado de instrucción que durante mucho tiempo constituyó la característi-
ca de los condados republicanos.
Los propietarios de esclavos se daban perfecta cuenta de esa prepon-
derancia puritana en el Partido Republicano, y a eso se debía que mostra-
ran su animosidad contra éste. Más aún: aquélla era una región de ismos
en competencia: trascendentalismo, vegetarianismo, feminismo, para no
mencionar sino unos pocos, pero todos ellos tenían un factor común: la
reforma.
El Partido Republicano era entonces un partido reformista, sin disputa.
El contraste entre los republicanos y los whigs o demócratas se torna
evidente cuando recordamos que a éstos nunca se les tildó de reformistas.
Ninguna nueva reforma emanó jamás de tal partido.
republicanos era acertadamente descriptivo. Consúltese Wilfred E. Binkley, Historia de los
partidos políticos norteamericanos, Guillermo Kraft, Buenos Aires, LTDA, 1943, pp. 237-238.
121Ibidem, p. 318.

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