Bigú

AutorAndrés Henestrosa
Páginas79-80
ELDÍA en que Dios repartió los nombres
entre los animales, la tortuga no estuvo
presente. Tampoco Noé la encontró cuan-
do anduvo por la tierra juntando a todas las
criaturas del Señor, para llevarlas en su arca al cielo. Porque
la tortuga vino al mundo después del Diluvio.
El agua desprendida del cielo durante la noche larga del
Diluvio Universal, fue bajando de nivel hasta que la tierra,
desnuda, se tendió a secar al sol.
Entonces Dios mandó a muchos animales a averiguar si
era tiempo de que volvieran a poblarla. Entre ellos vino el
zopilote. No le importó la misión, ni regresó al cielo, sino que
se quedó aquí a comer cadáveres.
Un día, de entre el lodo, vio animarse un pedazo de barro:
era la tortuga. La pobrecita, sin palabras, sin nombre, estaba
tres veces sola. Y como el zopilote no había vuelto a hablar
desde que bajó del cielo, dio rienda suelta a una plática larga
en la que con frecuencia caía el nombre de Dios.
–Llévame a conocerlo –dijo la tortuga. Y rogó larga-
mente.
Pero el zopilote, por temor de ser castigado por su deso-
bediencia, se negaba, también largamente.
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Bigú

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