Baedeker

AutorRonald Dworkin
Páginas15-37
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I. BAEDEKER
ZORROS Y ERIZOS
Este libro defi ende una amplia y antigua tesis fi losófi ca: la unidad del
valor. No es un alegato por los derechos animales o para castigar a los
codiciosos administradores de fondos de inversión. Su título se refi ere
a un verso de un poeta griego de la Antigüedad, Arquíloco, que Isaiah
Berlin hizo célebre para nosotros. El zorro sabe muchas cosas; el erizo
sabe una, pero grande.1 El valor es una cosa grande. Las verdades
acerca del vivir bien y ser bueno y de lo que es bello no solo son cohe-
rentes entre sí sino que se respaldan mutuamente: lo que pensemos de
una cualquiera de ellas debe estar, llegado el caso, plenamente a la al-
tura de cualquier argumento que estimemos convincente sobre las res-
tantes. Trato de ilustrar la unidad de, al menos, los valores éticos y mo-
rales: describo una teoría de cómo es el vivir bien y de lo que debemos
hacer por —y no hacer a— otras personas, si queremos vivir bien.
Esa idea —los valores éticos y morales dependen unos de otros— es
un credo; propone un modo de vivir. Pero es también una vasta y com-
pleja teoría fi losófi ca. La responsabilidad intelectual por el valor es en sí
misma un valor importante, por lo cual debemos abordar una gran va-
riedad de problemas fi losófi cos que de ordinario no se tratan en un
mismo libro. En diferentes capítulos examinamos la metafísica del va-
lor, el carácter de la verdad, la naturaleza de la interpretación, las condi-
ciones de un acuerdo y un desacuerdo genuinos, el fenómeno de la res-
ponsabilidad moral y el llamado problema del libre albedrío, así como
cuestiones más tradicionales de la teoría ética, moral y jurídica. Mi tesis
general es impopular en nuestros días: hace ya muchas décadas que el
zorro lleva la voz cantante en la fi losofía académica y literaria, sobre
todo en la tradición angloestadounidense.2 Los erizos parecen ingenuos
o charlatanes, y quizás incluso peligrosos. Procuraré identifi car las raí-
ces de esa actitud popular, los supuestos que explican esas sospechas. En
este capítulo de introducción, propongo una hoja de ruta de la discusión
venidera, que muestra cuáles son a mi entender dichas raíces.
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Mi resumen inicial podría comenzar con cualquier capítulo, des-
plegarse a partir de él y describir sus implicaciones para los restantes.
Pero me parece mejor empezar por el fi nal del libro, la moral política y
la justicia, de manera que los lectores especialmente interesados en la
política comprendan desde el inicio por qué creo que las discusiones
losófi cas más abstractas del libro son pasos necesarios hacia lo que
más les preocupa. Mi esperanza es que, al situar allí el punto de partida
del resumen, también he de alentar a otros lectores cuyo mayor interés
radique en problemas más dominantes de la fi losofía —la metaética, la
metafísica y el signifi cado— a descubrir importancia práctica en lo que
acaso vean como problemas fi losófi cos abstrusos.
JUSTICIA
Igualdad. Ningún gobierno será legítimo si no adhiere a dos principios
imperantes. Primero, debe mostrar igual consideración por el destino de
todas y cada una de las personas sobre las que reclama jurisdicción. Se-
gundo, debe respetar plenamente la responsabilidad y el derecho de cada
persona a decidir por sí misma cómo hacer de su vida algo valioso. Estos
principios rectores fi jan límites en torno de las teorías aceptables de la
justicia distributiva: teorías que establecen cuáles son los recursos y
oportunidades que un gobierno debe poner a disposición de sus gober-
nados. Planteo la cuestión de esta manera, en términos de lo que los go-
biernos deberían hacer, porque cualquier distribución es la consecuencia
de la ley y las políticas ofi ciales: las distribuciones políticamente neutrales
no existen. Dada una combinación cualquiera de cualidades persona-
les de talento, personalidad y suerte, lo que una persona tendrá, en ma-
teria de recursos y oportunidades, dependerá de las leyes vigentes en el
lugar donde es gobernada. De modo tal que, para justifi car toda distribu-
ción, es preciso mostrar que lo hecho por el gobierno respeta aquellos
dos principios fundamentales, el de la igual consideración por el destino
de cada uno y de todos y el del pleno respeto de su responsabilidad.
Una economía política de laissez-faire deja intactas las consecuen-
cias de un mercado libre en el que la gente compra y vende sus produc-
tos y su trabajo tal como quiere y puede. Ese proceder no muestra igual
consideración por todos. Cualquier persona que se empobrezca a través
de ese sistema tendrá derecho a preguntar: “Hay otros grupos de leyes,

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